
Salvador Illa, Óscar Puente y Belén Esteban
El PSOE, en crisis: desde la apática estrategia de Illa a la controversia de Puente y el espectáculo de la televisión pública

En los años dorados del procés, cuajó la metáfora del ibuprofeno: los socialistas decían que, según los dentistas, lo primero al tratar una zona sensible es la desinflamación. Esta tesis fue defendida, de manera señalada, por el entonces ubicuo Josep Borrell, quien recibió como premio la tarea de llevar a Europa a la guerra, a la ruina moral y al descrédito absoluto, función en la que destacó sobradamente.
En cualquier caso, la idea arraigó y desde Ferraz decidieron presentar como candidato a la persona más aburrida del sur de Europa, el ministro Illa, que venía de sumir el país en la debacle durante la crisis del COVID. Después de las épocas bailongas de Miquel Iceta, la intención estaba clara: aburrir, aburrir, aburrir. ¿Ha sido exitosa la operación? Contemplar los discursos del MH Illa es como mirar un buzón de correos bajo la lluvia, pero como la oposición está maniatada judicialmente, todo está en relativa calma. Del bloque independentista nada queda: ERC y Junts x Cash se lanzaron a enormes procesos de renovación colocando a Junqueres y Puigdemont como líderes (Tarradellas y Pujol no estaban disponibles) y la CUP sigue existiendo, es verdad, pero nadie sabe para qué.

Lo curioso de la jugada es que para el resto de España, el PSOE ha optado por la estrategia contraria, liberando de ataduras a personajes máximamente inflamatorios como María Jesús Montero u Óscar Puente. En especial, la figura del ministro de Transportes se presta a comparaciones con el MH Illa. A ambos se les averían los trenes, a ambos se les cae el país a pedazos, pero mientras uno ejerce de narcótico, el otro se dedica al hooliganismo tuitero.
A estas alturas ya sabemos que Óscar Puente tiene todo lo que a un buen político se le puede exigir, a excepción de los buenos modales, la coherencia ideológica, la buena gestión, la nobleza de ánimo y el pudor moral mínimo. Mucha broma hay en las redes sociales en torno a la figura del ministro, a quien se le compara con gorilas y chimpancés de manera injusta, puesto que la mayor parte de los grandes simios han demostrado ser capaces de elaborar pensamientos complejos. Es duro decirlo, pero los trenes funcionaban mejor cuando Ábalos y Koldo dirigían el consejo de administración de Renfe.

En estas estábamos cuando, de repente, a estas dos almas del PSOE (la opiácea y la urticante) se ha sumado una tercera: la de la fecalidad televisiva. No contentos con llenar la tele pública de Intxaurrondos, Broncanos y Cintoras, auténticas gárgolas del inframundo, ahora nos han colocado a Belén Esteban en un magazine vespertino delirante, a razón de 18.000 euros por programa.
Por lo visto, ahora lo progresista consiste en ensalzar el marujeo. Qué tiempos aquellos en que las izquierdas se miraban en el espejo de figuras como Tierno Galván o Peces Barba, qué tiempos de machismo y oscuridad. Ahora queremos a exnovias de banderilleros, a travestis enloquecidos, a señoras de mediana edad histéricas, a punto para el ictus, para que nos expliquen lo bonito que es pagar impuestos que van directamente a sus bolsillos.

Ahora que está en marcha la campaña de la Renta, el españolito medio tiene dónde escoger. ¿Prefiere Vd. que sus impuestos los dilapide Illa en su Tiranía del Sopor, que financien la vida prostibularia del Tito Berni o que se los lleven los Patiños y Matamoros a cambio de rebuznar durante horas sobre la “diversidad” y la “inclusión”? Vaya usted meditando su opción, querido lector, porque mientras la gente no tenga clara la relación entre gasto público e inflación, la cosa va para largo.
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