Imagen de Victor Guiu con la portada de su libro Restar llevando
OPINIÓN

Restar Llevando, de Víctor Guiu Aguilar

El nuevo libro de Víctor Guiu ofrece una visión muy valiente sobre educación

Este ensayo es simplemente una limpia descripción del horror educativo nacional que, según su autor, ha sido inducido por unos expertos llenos de falacias, pero vacíos en eficacia. Víctor Guiu Aguilar es un profesor de Secundaria que colabora con varios medios de prensa y participa en numerosos proyectos culturales. 

Actualmente, escribe la columna “Feo fuerte y formal” en el Diario de Teruel y ya lleva publicados varios libros. En esta ocasión nos plantea el derrumbe educativo nacional como un hecho y a los hechos se remite. Víctor Guiu, con un estilo directo, sin tapujos y contundente, propone que los padres del pedagogismo han denostado la enseñanza desde la más ignorante mediocridad, pero pensando que toda la sociedad se haría creyente de su lenguaje positivista, su buenísimo social y de su lirio blanco en la mano. 

Según el autor, el rey de la educación va desnudo y son pocos los que se atreven a denunciarlo. Durante todas las páginas de este ensayo se recomiendan muchas pruebas al respecto. Pero el autor no solo con evidencias argumenta sus hipótesis, sino que el libro exhibe hechos como que la instrucción en ciencias e historia es casi inexistente en las facultades de magisterio; que la pedagogía no es una ciencia, ya que no utiliza el método científico ni lo que sugiere es falsable; que la creencia del pedagogismo ha sido impuesta por encima de la ciencia; que en internet hay buena y mala información, pero no conocimientos como defienden los pedagogistas; que la Facultad de Ciencias de la Educación es un oxímoron; que el máster en educación no sirve para casi nada y que solo es un impuesto revolucionario carísimo; que los desertores de la tiza son un espécimen que colabora en el fortalecimiento de la secta pedagogista; que en nuestro país seguimos innovando con copias baratas de lo que en otros países ya ha fracasado; que si un profesor no sabe de su especialidad, difícilmente podrá enseñarlo en clase; que los profesores no necesitan más información para afrontar los trabajos de la sociedad futura; que innovar el sistema educativo no es lo mismo que mejorarlo; que no hay que aplicar lo que se hace en primaria en secundaria sino al revés; que las palabras disciplina y autoridad, ausentes en nuestras leyes, no deberían ser ningún tabú; que la promoción automática es dejar pasar de curso a todos los alumnos sin trabajar; que la solución al fracaso escolar no es dar títulos a todos los alumnos; y qué puestos a elegir, mejor regalar el título de la ESO ya en primero y así nos ahorramos cuatro años de reuniones, corrección de exámenes y evaluaciones entre los docentes. Quizás al lector le pueda parecer duro, áspero y atrevido todo lo que expone el autor, pero una lectura atenta y contrastada hace temer que quizás lleve mucha razón. En conclusión, el autor afirma que cuando el pedagogismo entra por la puerta, la educación salta por la ventana.

En cierto modo, nuestro sistema educativo ya es un fracaso evolutivo, es decir, que venga ya el meteorito.

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