Finlandia en caída libre
La caída de Finlandia en lectura, ciencias y matemáticas era como el 'Rey desnudo'
Durante los años sesenta el sistema educativo de Suecia era uno de los mejores de Europa. El nivel de exigencia en contenidos desde infantil y primaria estaban en la base de aquel éxito. En 1967, y con la mejora económica del país y la llegada de Olof Palme como ministro de educación, todo cambió. Él y su equipo consideró que se enseñaban demasiadas cosas en los colegios y redujo el currículum, algo equivalente a nuestra política educativa actual.
Como consecuencia de rebajar el nivel de exigencia, y durante los cuarenta años posteriores, el fracaso escolar en Suecia, como también en España, se disparó hasta volverse crónico. El ejemplo anterior parece que también esté detrás de los resultados de Finlandia. Quizás el efecto riqueza, que primero incrementa y luego disminuye el rendimiento educativo, estuviera detrás de todo aquello.
En la primera edición de los informes Pisa publicados en 2001, Finlandia alcanzó grandes resultados, pero estos empezaron a decaer a partir del 2009. Entre ese año y el 2012, Finlandia cayó 23 puntos en las pruebas PISA en sus disciplinas reina, matemáticas y lengua. Esta tendencia ha proseguido hasta hoy en día.
El gobierno finlandés atribuyó tal receso al aditivo de una corteza arbórea en las leches de los biberones, algo que afectó cerebralmente a una generación de estudiantes. Pero para el analista José Manuel Lacasa existía otra explicación mucho más lógica y universal. La leche que se estaba pegando Finlandia nada tenía que ver con un lácteo edulcorado.
Los países con currículos rigurosos y homogéneos desde infantil, independientemente de la riqueza del país, de los factores sociales, de la formación docente o de las pedagogías aplicadas, obtienen mejores resultados en PISA que las naciones o regiones con contenidos escolares menos estrictos y más dispares entre sus centros. Casualmente, Finlandia había debilitado su currículum en 2004 bajo la batuta de muchos pedagogos, hasta había eliminado las reválidas estatales.
De hecho, algunos pedagogos finlandeses, y como ocurrió en Suecia y España, afirmaban que se estaban enseñando demasiadas cosas a los escolares. Para ello se alentó el trabajo en grupo, reduciendo los contenidos académicos y evaluando por proyectos, ámbitos y competencias.
Estas eran el pensar, el cuidarse, la expresión oral, el emprendimiento, la participación, la ICT y el multi alfabetismo. Pero aprender por competencias jamás debió significar la rebaja de los contenidos.
A pesar de ello, Finlandia había dejado que cada centro adaptara el currículum a enseñar según sus propios criterios, su espíritu innovador y sus evaluaciones internas, pero sin ser críticos con su bajada en PISA y sin exámenes externos estatales. En fin, que el debilitamiento del currículum finlandés provocó la disminución de la exigencia, el acomodo de muchos alumnos y el consecuente descenso en conocimientos.
En conjunto, todo aquello explicaba la caída en PISA de Finlandia y el declive de su fama como modelo educativo. Cabe preguntarse que hizo el gobierno para resolver esta situación. Pues en 2014, y con las universidades de matemáticas quejándose del receso en cálculo de los nuevos alumnos, el ministerio de educación dictaminó reducir todavía más el currículum escolar, y sobre todo el científico.
Para más contradicción, en Finlandia no existe la cuarta ciencia en sus programas, la Geología, sino que esta se incluye en una de humanidades, la Geografía. Nuestra política educativa sigue los mismos pasos con iguales consecuencias.
Descrito lo anterior, y con el objetivo de mejorar en PISA, el gobierno finlandés contrató a más pedagogos y debilitó aún más los contenidos estatales. Durante las V Jornadas de Secundaria en noviembre de 2016, el analista Lacasa lanzó un pronóstico en Barcelona, que Finlandia volvería a caer en los próximos resultados PISA.
El 6 de diciembre de 2016 se publicó el informe PISA y la sorpresa fue profética. En lectura menos cinco puntos, en matemáticas menos diez y en ciencias menos once. Es decir, Lacasa acertó y su hipótesis que debilitar el currículo traía consigo la caída de competencias y conocimientos cogía cada vez más forma.
Finlandia había caído más de treinta puntos en seis años y lo sigue haciendo. Añadamos que Singapur, con un currículum elevado y homogéneo en todos sus centros, ganaba de panadera a todos los países del mundo.
Pero la sorpresa la estaba dando un país modesto cuyo refuerzo en contenidos estaba dando su fruto. Estonia ya llevaba años viendo aumentar sus resultados en PISA.
Lo sorprendente seguía siendo que, educativamente, se hablaba mucho más de Finlandia que de este pequeño estado, más si ahora aventajaba con creces a unos fineses dormidos en sus laureles. La caída de Finlandia en lectura, ciencias y matemáticas era como el Rey desnudo.
Los prejuicios vanagloriaban sus vestimentas, pero la observación delataba su falsedad. Hacía falta saber claramente qué tenían Estonia que no tuviera Finlandia. Tuve que hablar con una estoniana para averiguarlo.
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