Montaje con un plano medio cort de Carles Puigdemont y otro de Pedro Sánchez, uno mirando hacia arriba y otro mirando al suelo con cara de preocupación
OPINIÓN

Resistencias al cambio

Los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo han hecho evidente lo que ya hace tiempo que se daba por hecho

Los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo, del pasado 9-J, han hecho evidente lo que ya hace tiempo que se daba por hecho en la calle: un cambio de ciclo en la política catalana. Las cinco victorias consecutivas del PSC, cada vez más contundentes, junto al descenso sostenido del independentismo, han puesto de manifiesto ese cambio. 

Sin embargo, las resistencias al cambio suelen ser habituales y, a menudo, una misma situación se ve desde ópticas diferentes y eso hace retrasar las transformaciones. De forma especial, cuando en esos cambios va incluido el modus vivendi de la mayoría de los afectados. 

Eso es lo que está sucediendo en Cataluña. La realidad es la que es, pero los independentistas se obstinan en ignorarla. Lo pudimos comprobar, días atrás, en la constitución de la XV Legislatura del Parlament y la consiguiente elección de la Mesa de la Cámara catalana. La sesión no comenzó bien. El presidente de la Mesa de Edad, Agustí Colominas, ideólogo de cabecera de Carles Puigdemont, lejos de hacer una intervención protocolaria e institucional, como correspondía, se despachó con un discurso repulsivo, reivindicando la autodeterminación, el 1-O y con reproches a la judicatura 

Luego, los partidos que habían sido gobierno, tanto en solitario como en coalición, en los últimos catorce años, con la colaboración de la CUP, hicieron oídos sordos a la anulación del voto telemático de Carles Puigdemont y Lluís Puig del Tribunal Constitucional (TC) y permitieron contabilizar, como válidos, los votos de esos dos personajes, para constituir una Mesa “antirrepresiva”.  Así lograron la mayoría y le otorgaron la presidencia del Parlament a Josep Rull, un talibán supremacista de formas refinadas y puño de hierro que tuvo una participación activa en la organización del 1 O.

Foto de Josep Rull presidiendo el Parlament de Catalunya mientras aplaude al lado de sus dos vicepresidentes del Parlament

Con esa forma de proceder, una vez más, se puso de manifiesto la falta de respeto a las normas de la democracia de los soberanistas catalanes que manipulan las instituciones a su antojo, se pasan la legalidad por el arco del triunfo y no dudan en utilizar cualquier argucia para lograr sus objetivos.

La cuestión no es baladí porque la Mesa marca los tiempos y decide de que se habla en el Parlament y, en esta ocasión, lo más importante: quién se presenta en primera instancia a la investidura, y ese es quid de la cuestión. 

No obstante, no está claro que la Ley de Amnistía sea de aplicación inmediata. De momento, el Tribunal Supremo no ha levantado la orden de búsqueda y captura que pesa sobre Carles Puigdemont, Lluís Puig y Toni Comín.  Por consiguiente, podría suceder que el próximo 25 de junio, fecha fijada para la investidura, cualquiera de ellos podría ser detenido si cruza la frontera. 

Pero si, aun así, el expresident decide regresar para presentarse a la mencionada investidura, sabe que no lo va a conseguir porque los socialistas ya han dicho por activa y por pasiva que no lo van a facilitar y sin los de Illa los números no dan. Ante esa dura realidad, parece que desde Junts quieren forzar la situación (léase aquí coaccionar a ERC) para que no dé soporte a Salvador Illa y se tengan que repetir las elecciones.

Si es así, craso error, porque el altísimo abstencionismo en las elecciones europeas debería ser un serio aviso para aquellos que tengan tentaciones de ir de nuevo a las urnas. Si los líderes independentistas fuesen avispados, sabrían leer los resultados de las últimas contiendas electorales y entenderían que es hora de modificar planteamientos, cambiar estrategias y renovar liderazgos. Cataluña ha hablado muy claro, ahora hay que ver si los receptores de los mensajes los han comprendido y actúan en consecuencia. 

Montaje de Pedro Sánchez y Carles Puigdemont

Por otra parte, los acólitos de Puigdemont han lanzado amenazas más o menos veladas diciendo que si el PSC no facilita la investidura de su líder, ellos podrían hacer caer al Gobierno de coalición y progreso.

Veamos. Si en Junts analizan la situación con la cabeza y no con las vísceras, muy pronto llegarán a la conclusión de que no les conviene poner la zancadilla a Pedro Sánchez para que se despeñe el Gobierno central. Todo hace pensar que el camino de la Ley de Amnistía en los tribunales ni va a ser fácil ni rápido.

Además, pronto se tendrán que negociar importantes iniciativas legislativas y ahí pueden tener tardes de gloria, y para el independentismo siempre será más rentable negociar con gente de izquierdas que con retrógrados políticos como Feijóo o Abascal. 

No obstante, los que tienen la llave de la gobernabilidad son la gente de ERC y a ellos les toca decidir, ahora, entre su alma independentista o la izquierdosa que, curiosamente, suele desaparecer en los momentos más trascendentales. 

Imaginemos, por un instante, la situación de ERC si se repiten elecciones: estarán todavía asimilando el varapalo del 12 M, sin dirección porque Oriol Junqueras ha dimitido, Marta Rovira ya ha dicho que no se volverá a presentar y Pere Aragonès que, una vez apeado de la presidencia de la Generalitat, dejará la primera línea política.  No parece el mejor modo de afrontar unos comicios.

Sea como esa, y a pesar del revés sufrido por los socialistas en la elección de la Mesa del Parlament y algún que otro inconveniente que puede surgir en ese duro y difícil camino que va de la calle Pallars a la Plaza Sant Jaume de Barcelona, el cambio político, en Cataluña, es un hecho. Tampoco deberíamos descartar una posible repetición electoral. Las resistencias al cambio acostumbran a ser inevitables, pero que nadie dude que, más pronto que tarde, un socialista, llamado Salvador Illa, será President de la Generalitat de Cataluña.

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