Un apretón de manos frente a una estatua de león con un fondo rojo.
OPINIÓN

Realismo político para catalanes: cómo introducirse

Cierto lord inglés dijo que el imperio británico no tenía aliados, solo intereses circunstanciales

Nota: todas nuestras oraciones están con nuestros compatriotas valencianos. Después de la tragedia, su sentido de la comunidad resulta conmovedor. Este artículo estaba ya redactado antes de los dramáticos hechos. En ningún sentido se entienda como una frivolidad, dadas las circunstancias. Sirva de hecho para destacar la intrascendencia de las palabras antes las palas.

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La complejidad es cálida; allí siempre hay sitio para la imaginación y el acomodo de los prejuicios; toda clase de teorías chapoteando en un barro calentito de teorías. Porque si algo no le falta a nadie son razones. Hay casos que torean con el desequilibrio psíquico. No, pero es que aquí el comunismo falló porque... 

La simplicidad, en cambio, no es cómoda. Sobre todo, cuando eres idiota. Habría que considerar la posibilidad de que la mayor fuerza del universo sea el matrimonio entre el diccionario y el deseo de tener razón, que es lo que hermana a los hunos y a los hotros.

La simplicidad, decíamos, no es cómoda por un motivo: y es que obliga a adaptarse a la realidad de la cosa y no al revés. Es como jugar a los dardos: es el dardo el que va hacia la diana, no la diana la que va hacia el dardo.

Varios jóvenes juegan con una pelota en la manifestación de los CDR durante la huelga general en Catalunya en reacción a las penas por el 1-O, en Barcelona (Cataluña, España), a 18 de octubre de 2019.

En el caso de los catalanes procesistas, la situación exige medidas inmediatas. No podemos permitir que varios millones de personas todavía vivan en un mundo paralelo de hipercomplejidad; es como si ahora los aragoneses empezaran a caminar de espaldas. Hay que cortarlo de raíz. Además, el cabreo de mucho catalán indepe, que se lo come con patatas y su buen abstencionismo electoral, no puede ser sano.

Para ello, presentamos ahora unos fundamentos básicos de realismo político. Con vocación terapéutica, se recomienda una terapia de desintoxicación. Así que queda prohibido empezar con que el franquismo, que en 1.714 no sé qué, que la sensibilidad democrática o que el juez Marchena.

1. Esto va de fuerza

Que la fuerza te acompañe. Si lo dice el Maestro Yoda, a todos nos hace gracia, pero si lo dice (si lo hace) Pedro Sánchez, que te vote Txapote. En política, en fin, la fuerza es la manifestación misma de su ejercicio. Las herramientas serán múltiples, pero todas se manifiestan mediante la fuerza ¿Y qué es la fuerza? Hacer efectivo lo que sea; y ocurre que la política solo tolera lo efectivo.

Esto tiene dos enseñanzas derivadas. La primera es que cada momento permite unas maniobras y solo esas maniobras (Jordi Pujol es un buen ejemplo). La segunda es que asumir el protagonismo de la fuerza educa los ademanes políticos, como el cigarro educa la economía de movimientos. 

2. Unidad de acción

O estamos a setas o estamos a Rolex, pero lo que no puede ser es que el independentismo catalán sea como la nevera de todas las causas sociales. Una república social, feminista, democrática, integradora y ecológica. Bien ¿Pero si empezáis por tener la república? Primero la casa y después los muebles. Si no, pues lo que ahora tenéis: cantidad de muebles sin saber dónde colocarlos. O peor aún: muchos muebles y muy distintos.

 ¿Qué clase de unidad de acción puede haber entre la CUP, que quiere una especie de república soviética con romesco, y Junts, que quiere seguir robando con calma, tener una administración pequeñita y eficaz y construir palacios de la ópera? 

Imagen de Oriol Junqueras y Carles Puigdemont mirando cada una para un lado

3. El momento cero o el momento penalti

Antes hemos señalado que cada momento permite unas maniobras y solo esas maniobras. Sí. Pero no es solo una cuestión cuantitativa, sino también cualitativa. Y en un proyecto como una secesión hay unos momentos en los que se suspende la lógica política habitual (en nuestro caso, el porno democrático) y manda la lógica del resultado. Todos enseñan sus cartas y el que gana, pues ha ganado.

El momento cero tiene dos características: la soledad y la irreversibilidad. Si la güija de la fuerza ha convocado al espíritu diabólico de la política, estás solo, chaval. Dependes de tus cartas y de la precisión de tus cálculos. Y con respecto a la irreversibilidad: una vez que entras en un momento verdaderamente político, solo puedes acabar saliendo, pero siempre por otra puerta diferente por la que has entrado. No hay marcha atrás.

Simplemente, no se puede desafiar a un Estado y no esperar respuesta. Todo el confuso lío que ahora tenemos con la amnistía y el desengaño procesista es el resultado de quedarse a media.

Dos mujeres mayores caminando junto a una bandera estelada mientras una mujer joven pasa por el lado opuesto.

4. La pena no convoca (y mucho menos tener o no razón)

No, ni Europa os debe nada, ni las “democracias” están o dejan de estar con vosotros. Cierto lord inglés dijo que el imperio británico no tenía aliados, solo intereses circunstanciales. Pues eso. Y, sí, confirmamos: a las cancillerías extranjeras les importa entre poco y nada el folklore de Puigdemont, de la guerra de sucesión y de si se habla más o menos catalán en la calle. Si algo tiene bueno el horror de la crudeza política es que todo en ella es diáfano. 

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