La gente apaga un incendio en el lugar de los ataques aéreos israelíes mientras continúan los combates entre las tropas israelíes y los militantes islamistas de Hamas.

OPINIÓN

Si quieres la paz, prepárala

La máxima es belicista, afirma enfáticamente la respuesta, “prepárate para la guerra”, a una cuestión condicional “si quieres la paz”.

El título es una “contra máxima”. La máxima auténtica, de origen romano, es “si vis pacem, para bellum”, “si quieres la paz, prepárate para la guerra”. 

La máxima es una expresión muy conocida y reproducida en los círculos castrenses de aquí, por ejemplo, su inscripción como lema figura en el Centro Cultural de los Ejércitos en Madrid y en la Academia General Militar de Zaragoza. 

Y fuera, probablemente también sea exhibida en centros militares. Pero su más notoria utilización es haber dado nombre a una fiable pistola alemana, la Parabellum y su munición, arma que empezó a fabricarse en 1900 en Berlín.  

La máxima es belicista, afirma enfáticamente la respuesta, “prepárate para la guerra”, a una cuestión condicional “si quieres la paz”. El condicional permite otra opción, que no quieras la paz. Para dejar indubitadamente claro que quieres la paz, la respuesta tiene que ser “prepárala”.

Niños caminando entre runas en la guerra de Gaza

Últimamente, el rótulo “Tambores de guerra” está en alza aquí y fuera, sobre todo en el resto de Europa. Los tambores redoblan a causa de la agresividad de la Rusia de Putin y el lenguaje belicista de este y de otros dirigentes rusos, que frívola e irresponsablemente insinúan el uso de armas nucleares. Pero ¿por qué ahora tanto redoble, si la guerra de Ucrania acaba de entrar en su tercer año y las amenazas rusas son rutinarias? 

El desencadenante ha sido la locuacidad barriobajera de Donald Trump, que en un mitin reciente recordó que, siendo presidente, le dijo a un representante de un Estado miembro de la OTAN: “¿No has pagado? ¿Eres moroso?”, “No, no te protegería”, “De hecho, les alentaría a que hicieran lo que les diera la gana”. Palabras que han dejado helada a Europa.

Trump podría ganar y desmantelar la OTAN, retirando Estados Unidos del Tratado. Tiene experiencia en este tipo de decisiones, al inicio de su presidencia decretó la tramitación de la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París de 2015 sobre el Cambio Climático. Biden suspendió la retirada.

En Europa están confluyendo dos miedos: a Putin y a Trump, y como todo miedo incorporan mucha emoción y poca racionalidad. Suponer que Putin, después de su relativo fracaso en Ucrania o coetáneamente a la guerra que tiene sin ganar, procedería a otra invasión a gran escala, es mucho suponer, a pesar de que la imprevisibilidad y la falta de escrúpulos caracterizan la trayectoria política del personaje. 

Rusia no dispone de tanta potencia militar convencional, le sobra poder nuclear, pero su empleo aislado o combinado no encaja en ningún escenario estratégico con un mínimo de profesionalidad militar. 

Trump tendría que ganar las elecciones y superar las diversas causas judiciales abiertas contra él, y no lo tiene nada fácil, le concede más posibilidades, el miedo que da, que la realidad que tiene a su favor.  

Montaje de Vladimir Putin y Donald Trump

Los Estados de la Unión Europea invierten mucho en defensa, en total más de 282.000 millones de euros en 2022. Disponen de efectivos y capacidades militares que en conjunto se sitúan por delante de los de Rusia, salvo en poder nuclear, pero Francia y el Reino Unido, que consideraría como propia una amenaza nuclear creíble a Europa, disponen de suficiente capacidad disuasoria. 

Ocurre, sin embargo, que la inversión, los efectivos y las capacidades están dispersos, fragmentados entre Estados, cada uno débil, solo, unidos no. 

La respuesta más racional y económica al miedo a Rusia, que es más fuerte que la amenaza real, sería avanzar en la federalización de la política exterior y de defensa de la Unión, algo inicialmente factible, sin tener que reformar de inmediato el Tratado de la Unión.

Queda, además, el pilar civil: preparar la paz, haciendo una oferta atractiva a Rusia, tanto en el terreno de la cooperación económica —Rusia es un país pobre, pese a los enormes recursos de su inmenso territorio, el PIB anual es inferior al de Italia, el PIB per cápita la mitad del de España— como en el de la seguridad. Rusia no ha superado el terrible trauma de la invasión alemana y de una guerra que le costó 26 millones de muertos, contando los que puso la vesania represora de Stalin.

Putin podría ser sensible a ofertas “civiles”, las vendería a su cautiva opinión pública como logros personales.

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