Carles Puigdemont saludando con la mano extendida
OPINIÓN

Qué ridículo

Una vez más, Puigdemont mintió. E hizo algo aún más grave: poner en entredicho la credibilidad de los Mossos d'Esquadra

"En política se puede hacer todo menos el ridículo", entonó hace años el presidente Josep Tarradellas. Y precisamente eso es lo que hizo Carles Puigdemont el jueves, impulsado por el miedo a acabar entre rejas.

Una vez más, Puigdemont mintió. E hizo algo aún más grave: poner en entredicho la credibilidad y la cohesión del cuerpo de Mossos d'Esquadra, una policía de la que Cataluña siempre se ha sentido orgullosa.

Las imágenes del Arc de Triomf, tanto de la llegada como de la huida de Carles Puigdemont, son escalofriantes. Sobre todo para alguien que en su momento confió e incluso amó el proyecto de Convergència.

Carles Puigdemont con chaqueta gris, con la mano en la barbilla, parece pensativo en un evento al aire libre.

Viendo lo que hemos visto, se comprende que Jordi Pujol i Soley haya declinado hacerse militante de eso que pretende parecerse a un partido político. Pues hoy, Junts per Catalunya, parece más bien otra cosa. Que cada uno le ponga el apellido.

Y es que la actitud de Núria de Gispert, Artur Mas, Jordi Turull o Josep Rull haciendo de escudos humanos… de diputados convergentes de toda la vida, la gente de orden, desafiando a los Mossos d'Esquadra para impedirles hacer su trabajo como policía judicial -competencia por la cual luchó mucho Convergència-… parecía más bien una asamblea de los antisistema de la CUP que de los herederos de CDC. Quim Torra y Laura Borràs han parasitado Junts y han radicalizado a la gente tranquila.

Porque sí. Sin ninguna duda. Lo que hicieron los dirigentes de Junts, algunos expresidentes de la Generalitat y el presidente del Parlament, no se diferenciaba mucho de lo que hicieron los trumpistas en Estados Unidos cuando trataron de asaltar el Capitolio.

Hay muchas maneras de socavar una democracia. De dificultar la aplicación de la voluntad popular. Y tratar de torpedear el pleno de investidura del ganador de unas elecciones es una de ellas.

Hombre con gafas y traje oscuro en un entorno natural con montañas al fondo.

Dicho todo esto, hay que celebrar que Cataluña pueda empezar una nueva etapa sin populistas ni humoristas al frente de las instituciones catalanas. Sin personas que prometan helado de postre cada día ni hacer a Cataluña independiente para luego incumplir.

Y, sobre todo, que respeten las leyes y sean leales a los funcionarios públicos, como los Mossos d'Esquadra. Que no los pongan a los pies de los caballos ni ayuden a proyectar una imagen internacional nefasta de la policía de la Generalitat.

Carles Puigdemont ha perdido el poco crédito que le quedaba. Y qué queréis que os diga, por el aprecio que le tengo, esto me entristece. No me gusta verlo en prisión.

Como tampoco me gustaba ver allí a Oriol, a Josep, a Jordi, a Quim, a Dolors, a Carme, a Raül, a Sánchez y a Cuixart. Pero había muchas maneras de intentar evitar la prisión sin hacer el ridículo ni comprometer nuestras instituciones.

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