¿Qué ha de hacer el PP catalán?
El PP necesita encontrar la manera de hacer ver al electorado catalán que el PSC es un caballo de Troya del separatismo
Graciano Palomo presentó hace unos días en Barcelona su último libro, el imprescindible Éxodo y poder, en el que repasa la Transición a partir de la historia del centro-derecha, desde Alianza Popular al actual Partido Popular. En el acto estaba presente Manuel Milián Mestre, uno de los hombres claves en la configuración de lo que es ahora el espacio político del PP. Tanto Milián en el acto, como Palomo en su libro, han destacado la gran importancia de Cataluña en la creación del embrión de Alianza Popular, siendo clave la financiación aportada por empresarios catalanes. Hasta Jordi Pujol aportó dinero.
De este papel jugado por parte de las elites de Cataluña en la formación de lo que es el PP, hasta el pasado 23 de julio, en el que la movilización de importantes capas del electorado catalán volcadas con el PSC acabaron con las esperanzas de Feijóo de llegar a La Moncloa, han pasado muchas cosas. Han sido demasiadas veces las que el Partido Popular no ha alcanzado el poder al chocar contra la realidad electoral de Cataluña. Le pregunté a Palomo qué debería hacer el PP catalán para contrarrestar a un Salvador Illa que, formalmente, respeta a los símbolos nacionales como el Rey, pero a la hora de hacer política sigue ejecutando la salvaje política lingüística de ERC de exclusión del castellano. O impulsa la red de 'embajadas' de la Generalitat, dedicadas a vender las bondades del secesionismo. O apoya a una TV3 convertida en una herramienta de propaganda independentista.
La respuesta de Palomo era lógica, y de manual: "Soy periodista, no consultor". No somos los comunicadores los que tenemos que jugar a aprendiz de brujo y decirle a Alejandro Fernández o a Alberto Núñez Feijóo lo que han de hacer para conseguir que el electorado catalán vea lo que es evidente: que el PSC es un caballo de Troya del separatismo, y que no se puede apoyar la continuidad de Cataluña como región leal al resto de España dando mayorías a las formaciones que quieren convertir nuestra nación en una especie de Confederación Ibérica integrada por los Països Catalans, la Gran Euskadi y otras regiones por ahí pululando.
¿Ha de jugar el PP catalán al enésimo intento de crear un espacio parecido al de Unió Democràtica, y ser una formación bien vista por el Cercle d'Economia, el Cercle del Liceu, Foment y el resto de elites que fueron los grandes culpables, por acción o inacción, de la eclosión del 'procés'? ¿O ha de intentar ser un partido duro y firme, sin una sola concesión ni a los separatistas de nueva hornada del PSC o a los 'pata negra' como Junts o ERC? ¿O una opción intermedia? La primera vía está copada por el PSC. Es Salvador Illa el que ha rescatado los restos de Unió, con Ramón Espadaler y Albert Batlle, y el que reivindica continuamente la importancia histórica del defraudador fiscal Jordi Pujol. El PSC se ha convertido en la formación preferida por los buenos burguesitos catalanes, que quieren hacer negocios alternando la 'senyera' o la 'estelada', según convenga.
¿Dureza? A muchos nos gusta, y los resultados electorales de este camino están ahí. Los quince diputados que ahora tiene el PP en el Parlament, más los once que consiguió VOX, indican que este espacio, lejos de achicarse, aumenta. ¿Hay que renunciar entonces a intentar pescar entre los votantes más 'templados', en una especie de 'tercera vía'? Nunca hay que rendirse a la hora de luchar para conseguir nuevos apoyos, pero no me atrevo a aconsejar cómo hacerlo. Porque el PP no puede renunciar a una firme defensa de los catalanes castellanoparlantes, cuyos derechos civiles están siendo violados cada día por la política lingüística totalitaria de exclusión del castellano de PSC, ERC, Junts, Comunes, CUP y Alianza Catalana. Y la propaganda separatista ha conseguido que se imponga el marco mental de defensa del catalán como marchamo para conseguir 'la catalanidad' de una fuerza política. Este es el gran muro que el PP ha de derribar: conseguir que la buena convivencia entre catalán y el castellano sea el tema central de la conversación política para atraer a muchos votantes a la sensatez política y alejarles del maximalismo de PSC y Junts, y a su falso discurso de la 'desaparición' del catalán.
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