El Papa León XIV vestido con vestimenta religiosa levanta la mano en señal de saludo, con un fondo de figuras religiosas en tonos rojos y un diseño gráfico en rosa.
OPINIÓN

¡Que Dios nos pille confesados!

Cuando se ordena la confesión de los pecados, la izquierda ya está pensando en qué privilegio blanco debe citar

Siempre me ha gustado el dicho, quien no está acostumbrado a ir a misa, se arrodilla en el portal. Me hace pensar en cuando era pequeña y me llevaban a misa, que no sabía muy bien cuándo tenía que sentarme y cuándo tenía que ponerme de pie. Sinceramente, mis oraciones normalmente consistían en pedir que ya llegara el momento de acomodarse.

Una de las pocas cosas que me gustaban de misa era que te enterabas de quién era el papa y el obispo: yo me quedé en Juan Pablo II y Teodoro Úbeda. En cambio, nunca me ha dicho nada todo esto de los cónclaves, las fumatas blancas y negras, menos aún cuando escucho que el nuevo pontífice lo elige el Espíritu Santo. Curiosamente, antes de cada elección, se conocen todos los detalles sobre la ideología política de los aspirantes. Así, supongo, el Espíritu puede decidir mejor qué le conviene al mundo en cada momento.

A estas alturas, ya no se engaña a nadie: la Iglesia también es política y para nada democrática. A pesar de todo, la izquierda más extrema se ha deshecho con el mandato del difunto Francisco I. No han ido a misa, pero su discurso se ha convertido en dogma de fe.

Un líder religioso sentado en una ceremonia mientras interactúa con un cardenal que sostiene un documento, acompañado por asistentes en vestimenta litúrgica.

¡Oremos! Cuando se ordena la confesión de los pecados, no saben bien qué privilegio blanco deben citar: si la compra que han hecho en Amazon, la huella de carbono de sus viajes furtivos o los chapuzones que cada verano pegan en los lavaderos de sus chalés.

El sermón ha sido sustituido por una alocución de Greta Thunberg desde la flotilla: proclamas antisionistas en ecos del perfidis Judaeis, reciclados de los Viernes Santo de antes de los setenta. Eso sí, después, como buenos cristianos, se dan la paz de manera coreografiada, mientras suena Imagine de John Lennon. Imagina, un mundo en paz, en el que los fachas y sionistas no se pueden defender. El paradigma cristiano de poner la otra mejilla solo funciona con el prójimo.

El infierno es la cancelación, pero ni siquiera con la hostia consagrada –ahora sorbos de kombucha– expías este pecado original. No hay redención posible para los que se han desviado, represalias inquisitoriales, árbitros que nos dicen lo que podemos pensar y expresar. ¿Hasta cuándo durará la broma? No veo llegar el péndulo prometido. Como cuando era pequeña, solo espero el amén. Por favor, que alguien nos deje sentarnos.

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