Montaje de fotos de primer plano de Pedro Sánchez, con rostro serio, y Alberto Núñez Feijóo, con rostro neutro
OPINIÓN

¿Qué clase de gobierno nos conviene a los ciudadanos de a pie?

De las 50 candidaturas del 23-J, tan solo Pedro Sánchez o Alberto Núñez Feijóo tienen posibilidades de ser el nuevo inquilino de La Moncloa

Doy por sentado que, la inmensa mayoría de personas que leen las columnas que me publican en E-notícies, son buena gente. Hombres y mujeres que se levantan cada mañana para ganar para los suyos un remanso de dignidad y paz; desde donde porfiar por un mañana más justo e igualitario. Es decir, me dirijo a ese sector difuso de la sociedad que llamamos clases medias y clases populares. Para ellos, pues, es esta humilde reflexión.

El próximo 23 de julio, escogeremos, entre todos, unas nuevas Cortes y esas Cortes elegirán, a su vez, un nuevo presidente de Gobierno. Se presentarán, con toda probabilidad, alrededor de 50 candidaturas, pero tan solo Pedro Sánchez o Alberto Núñez Feijóo tienen posibilidades de ser el nuevo inquilino de La Moncloa, el resto de los candidatos serán actores secundarios de ese gran espectáculo que es la política Nacional.

Sobre la acción de Gobierno de Pedro Sánchez y su equipo no me extenderé porque ya la he tratado con cierta amplitud en las semanas anteriores y no quiero ser repetitivo. Todos tenemos memoria y es fácil consultar las hemerotecas.

Quisiera, sin embargo, analizar, con cierto detenimiento, el programa del Partido Popular, pero me temo que no va a ser posible, porque o no tienen proyecto para España, o, lo que es peor, es un proyecto oculto que no quieren que conozcamos.

Hasta el momento, Feijóo solo ha hablado de “Derogar el sanchísmo” o lo que es lo mismo: eliminar el incremento de las pensiones, el salario mínimo, la reforma laboral, las políticas de igualdad, la creación de empleo, el crecimiento de nuestra economía, la bajada de los precios de la energía y todas las políticas de progreso que ha puesto en marcha el actual Ejecutivo. Pero eso no es un programa político.

Los ciudadanos necesitamos que los candidatos den explicaciones concretas y precisas sobre sus planes para este país. Hemos de saber cómo quieren, nuestros gobernantes, que evolucionemos en cuestiones tan sensibles como la economía, la crisis climática, las transformaciones inherentes a la revolución digital, la sanidad, la educación, el envejecimiento de la población o los nuevos derechos sociales derivados de todos estos cambios.

El mundo entero afronta estos desafíos en un momento de transformaciones profundas, y los próximos años serán decisivos. Por consiguiente, los aspirantes a presidir el Gobierno de España, en ese periodo tan trascendental, tienen la obligación de explicarse.

Lo que sí estamos viendo estos días es que los populares no tienen ningún reparo en pactar con Vox y ceder en lo que sea para lograr el poder. El caso más paradigmático es, sin duda, el de Extremadura. “O la palabra o el gobierno”, fue en un momento el dilema de la candidata del PP, María Guardiola, y ha quedado claro que lo que importa es el poder.

En muy pocos días, Guardiola que estaba dispuesta a ir a unas nuevas elecciones, cambió de opinión. Después de rechazar de plano la entrada de Vox en el Ejecutivo extremeño, María, Guardiola dio un giro copernicano al pactar un Gobierno de coalición con los ultras.

La candidata había sentenciado que no regalaría consejerías a la extrema derecha “Yo no puedo dejar entrar en mi Gobierno a aquellos que niegan la violencia machista, a quienes usan el trazo gordo, a quienes están deshumanizando a los inmigrantes, y a quienes despliegan una lona y tiran a una papelera la bandera LGTBI[…]Mi promesa y mi tierra no son moneda de cambio de nada”, sentenció tras dar el portazo a Vox.

Sin embargo, después de “una profunda reflexión” todo lo citado ha quedado en agua de borrajas y cede a los ultras la consejería de Gestión Forestal y Mundo Rural, que asumirá las competencias de infraestructuras rurales, control de incendios, patrimonio natural, caza, pesca y toros.

La gestión de los pactos entre PP y Vox está resultando mucho más desastrosa de lo que se podía suponer. Se está poniendo de manifiesto la falta de un criterio político unificado que no sea el poder a cualquier precio. Las primeras señales de regresión no se han hecho esperar. Ya hemos visto como en las fachadas de algunas Instituciones, donde la ultraderecha tiene poder, prohíben la bandera LGTBI, y esto no ha hecho más que empezar.

Ante esta situación, nos corresponde a los ciudadanos de a pie qué clase de gobierno nos conviene más para los próximos años: Si hay que perseverar en las políticas sociales; es decir, una acción inequívocamente socialdemócrata, basada en la redistribución de riqueza, en plena sintonía con las directrices y posiciones de Bruselas.

Actitud que, por cierto, parece la más adecuada en esta época de fuertes convulsiones económicas ocasionadas primero por la pandemia y después por la guerra en el patio trasero de Europa. O bien, nos conviene replegarnos sobre nosotros mismos y volver a las políticas que ya padecimos de la mano de Mariano Rajoy.

Pase lo que pase el 23 J, el mundo no se va a acabar y la Tierra seguirá girando al rededor del Sol. Ahora bien, con un gobierno de derechas, lo más probable es que los presupuestos para Sanidad, educación y Servicios Sociales mengüen y, por consiguiente, la Atención Primaria tendrá menos recursos y eso se traducirá en menos centros de salud y peor atendidos, más listas de espera para las visitas de especialistas, una atención quirúrgica degradada y una educación de menor calidad para nuestros hijos. O sea, el Estado de bienestar sufrirá recortes y, en paralelo, las libertades se reducirán.

Por todo eso, creo que antes de meter la papeleta en la urna nos conviene hacer una reflexión serena y después tomar la decisión que creamos más adecuada. El 23 J tendremos el futuro en nuestras manos. No nos equivoquemos.

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