De profesor autoritario a adoctrinador
De la autoridad al autoritarismo solo hay un paso, y hoy en día un mal paso.
De la autoridad al autoritarismo solo hay un paso, y hoy en día un mal paso. Actualmente, no está de moda pasarse al autoritarismo. De hecho, los expertos lo ven mal y las familias lo denuncian, y es que si un educador se pasa de la dicta blanda a la dicta dura, nos hallamos ante un docente autoritario, algo que hoy en día crea más problemas de los que soluciona.
A menudo el imponente da sus clases a espaldas del grupo invadiendo la pizarra con mil trazos de tiza que los alumnos deben anotar atropelladamente, ¿se imaginan lo que ven los escolares durante ese momento? Pues algo muy sórdido, ven la rabada de su docente enmarcada por el futuro oscuro de la pizarra, un futuro muy negro. Ahora, con las pizarras digitales, el futuro se vuelve más claro.
Quizás pase que un buen maestro no es el que espera que le teman, sino quien desea que le superen. Los alumnos están en el colegio para ser autónomos en la vida y destetarse a la larga de sus padres. Un profesor solo imponente, poco logrará potenciar su autonomía, solo les llenará la cabeza con sus ideas, con el riesgo de estar equivocadas.
Mejor inducirles a ser críticos y contrastar toda la información disponible, incluida la del docente. El filósofo Bertrand Russell hacía una broma de sí mismo en este sentido, en el de ser crítico.
Si una vez muerto toda mi obra desapareciera, ¿a quién preferiría para que hablara de mí? ¿A un discípulo estúpido o a un enemigo listo? Pues mejor un enemigo listo, ya que el primero no me habría entendido. En cambio, el segundo, a pesar de criticarme, me cuestionaría correctamente
Y cabe recordar que el buen educador debe provocar que sus escolares sean críticos con conocimiento de causa. De esta manera se suma peso hacia la reducción del fracaso escolar.
Un profesor imponente poco suscita la opinión crítica contrastada, y menos si impone sus ideas, algo que la ley prohíbe. Hacer apología de una ideología entre los alumnos, o adoctrinar, resulta, pues, inmoral e ilegal. En fin, quien politice a sus estudiantes comete una falta muy grave.
Hay también profesores que sin ser imponentes adoctrinan a sus alumnos bajo el manto del colega. Un profesor de historia en Gavà criticaba el capitalismo en pro del comunismo. Luego se definía ante sus alumnos como anarquista, y finalmente insinuaba estar a favor de los porros.
Tal alud de mezclas ideológicas podría parecer muy progresista, pero los estudiantes necesitan más hechos contrastables que creencias cuestionables. Adoctrinar a nuestros alumnos en favor del capitalismo, del comunismo u otra ideología es ilegal e inmoral. Lo mejor es contrastar esos adoctrinamientos y que nuestros estudiantes elaboren, con tiempo y criterio, su posición.
Si leemos a Smith o a Marx convendremos que ambas teorías parecen correctas, pero que su aplicación social ha conllevado problemas. En el capitalismo, la posibilidad de la usura especulativa, y en el comunismo, la de la negligencia laboral, han devenido parte de sus chacras. Y es que el egoísmo humano mancilla toda buena intención teórica.
Por tanto, y en el aula, se debe informar educando que no manipular mintiendo. Pero para aquel profesor de historia en Gavà la cosa no fue así. Él defendía el adoctrinamiento, ya que toda educación lo conlleva, y así les insistía a los chavales que los porros no eran malos, que no enganchaban, que su hija los había fumado y que nada malo le había ocurrido.
Añadía que el hachís no era el camino a otras drogas duras. Durante las excursiones, si los alumnos fumaban marihuana, él miraba hacia otra parte. Además, su forma de evaluar el bachillerato era del todo progre, que no con progreso, ya que solo exigía trabajos sin examen, dedicando gran parte de las clases solo a ver películas tendenciosas.
Así se proclamaba a sí mismo anarquista, aunque votara a otros partidos y defendiera el comunismo ante sus alumnos, algo nada objetivo en sus clases de historia. Su afán de protagonismo entre sus estudiantes le llevaba a mantener amistad con sus jóvenes adolescentes. Su perfil colega y cercano le llevó a liarse con una de sus alumnas veinte años más joven, ahora su mujer.
En fin, que por huir del autoritarismo arcaico escolar se llegó al otro extremo de la balanza sin quedarse en el término medio, la autoridad docta y objetiva. Sus redundancias, año tras año, fueron un ajo para los estudiantes que costó tiempo dispersar de sus mentes, y es que los docentes ajo también existen.
Más noticias: