Aliança Catalana y el populismo de andar por casa
Tanto las expresiones de Aliança Catalana como las reacciones que provoca son propias de un populismo estándar
Cuando surgió Podemos hubo un consenso implícito y bastante amplio en interpretar el nuevo partido como populista. Esto sin perjuicio de que hubiera algunos que insistieran en que aquello era directamente el comunismo y los gulags en la estepa castellana.
En cierta manera se podía dar un mínimo recorrido a la idea de que eran comunistas porque, de un tiempo a esta parte, las ideas comunistas habían adoptado la estrategia de la infiltración. Esta estrategia también se ha mostrado fallida e incluso paródica. Ahí está la CUP, que ha llevado al preciosismo la idea de tonto útil. En el CNI deben tener sus fotos colgadas de la pared.
En cualquier caso, prevaleció la interpretación de que Podemos era populismo. Hubo dos fases.
Una primera fase en la que Podemos ejercía el populismo que habían cebado en la universidad: no pagaremos la deuda, pondremos una renta mínima y todo lo pagarán los ricos, que, además de ricos, también eran gilipollas, lo suficiente como para no aprovechar la aldea global e irse al país de al lado.
La segunda fase fue la caída de toda esta monserga.
Cuando los ánimos se calmaron, se hizo patente que esta gente había apostado por un asalto que o salía bien a la primera o nada. El populismo eran las escaleras que pusieron sobre las murallas. Lo relevante es que esta segunda fase trajo la explicitación. Incluso ellos mismos explicitaron toda la mugrienta teoría populista que traían de casa y que se resume en que el mundo no existe y solo hay palabras.
En fin, unos iluminados que sirvieron para darle gasolina a la partitocracia.
A su manera, Podemos hizo más estable al sistema. Es como aquellos informáticos que se dedican a buscarle el fallo a un programa, que en realidad lo hacen para que sea más sólido. Pues algo parecido con Podemos. Convenientemente tentados por el pecado de soberbia que acompaña al mal estudioso, creyeron que las partes eran más grandes que el todo.
Con la derecha, en cambio, no ocurre esto.
De nazis para arriba
El mismo consenso implícito y amplio se apuntó después al uso morboso de los adverbios y las fantasmadas, abdicando así de cualquier compromiso analítico. Cuando se trata de Vox o Aliança Catalana, de nazis para arriba. Hubo una época incluso en la que comparaban a Albert Rivera con Benito Mussolini. Esade, la nueva Stasi.
El caso es que a nadie se le ocurre aplicar también a la derecha la tesis del populismo. De entre toda la galaxia podemita, creo que solo Jorge Verstrynge dijo por activa y por pasiva que Vox es populismo de derechas y ya está.
Las patinadas cavernarias que puedan tener gente de Vox son solo la cuota de frikis que anida en cualquier partido. Seguro que en Podemos también hubo gente que lo flipaba con Stalin y esas cosas.
El caso es que podemos aprovechar toda esta historia reciente de la partitocracia española para analizar la irrupción de Aliança Catalana. Además, la minusvalía que acompaña al ejercicio realista de la política en Cataluña nos permite verlo todo como en una combinación de déjà vu y cámara lenta.
Se dice que Aliança Catalana es el Vox catalán y esto pone nerviosos a los primeros porque no les gusta. Es comprensible porque los ejes nacionales lo cambian todo. Pero también es innegable que es una analogía bastante iluminadora. Dejando ahora de lado la primera coincidencia entre ambos (el tratamiento mediático nazi-satánico), veamos la sustancia.
Populismo a la catalana
Aliança Catalana es fundamentalmente populismo. Y lo es por razones objetivas que no admiten el odioso matiz moralista al estilo tribuna boomer de El País. De hecho, hay una sola razón objetiva para que AC sea populismo, y es que es un partido que ha nacido al margen del famoso establishment. En este caso, el establishment catalán-procesista, que para el que no lo conozca mejor, porque es una élite de una mediocridad perturbadora.
Esta condición ajena a la élite establecida toma la forma de una doble caricatura: de la élite hacia AC y de AC hacia la élite. Por en medio, están los ademanes populistas, que en caso de AC son monísimos: nosotros vamos a salvar a Cataluña de la élite decadente, Sílvia Orriols no ha vivido de la política, además coge el tren, etc.
Es el problema de tener un discurso negativo. Si aquello que niegas es un flan de mediocridad como el procés, tú también adquieres una textura como de flan.
¿Pero cómo va a levantar Orriols la demografía? ¿Cómo va a montar una política industrial así pim-pam? ¿Cómo va a organizar una moratoria en inmigración? ¿Cómo pagará las pensiones?
El populista se cree su propia negatividad y la traduce en ilusión. Nosotros sí. Por esto comprendo a la élite, porque desde el puente de mando ha visto el panorama.
Un automatiz
Ahora bien, a diferencia de Jorge Verstrynge, aquí pensamos que la tesis populista no es completamente formal, o sea, aplicable a izquierda y derecha por igual.
Por el contrario, los contenidos políticos de uno y otro populismo afectan al propio populismo. En el caso de la izquierda, que cree que el mundo no existe, el populismo sí es puramente formal y, por lo tanto, inofensivo. El caso de la derecha tal vez sea distinto.
Aunque sean ideas, palabras como inmigración, tierra o nación tienen de suyo mucha mayor vinculación con la realidad. Más todavía si, como ocurre en el caso catalán, son palabras que andan en retirada. Ya dicen que no es prudente negarle la salida a un gato.
Por entendernos: Orriols sí estaría dispuesta a ir hasta el límite si tuviera la oportunidad de arañar la independencia. Otra cosa es que se den las condiciones para que esto ocurra.
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