Miguel Primo de Rivera en 1929
OPINIÓN

Primo de Rivera

Se cumplen 100 años del Golpe de Estado de Primo de Rivera

Imagen del Blog de Joaquín Rivera Chamorro

Hoy, 13 de septiembre de 2023, se cumple un siglo del Golpe de Estado del capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera. Prácticamente, nadie movió un dedo en contra del levantamiento militar e, incluso, fue aupado por parte de la sociedad española, harta de un sistema que había nacido en 1876 y que llevaba varios años dando síntomas de agotamiento.

Los resortes caciquiles de la Restauración y un sistema democrático manipulado habían funcionado con cierto éxito en sus inicios, pero al morir sus dos principales valedores, Antonio Cánovas del Castillo y Práxedes Mateo Sagasta; comenzaron los problemas internos dentro de los dos partidos dinásticos. Tanto conservadores como liberales se dividieron a su vez en otras facciones y tras la triple crisis de 1917 todo se volvió inestable.

El movimiento obrero era cada vez más fuerte, los socialistas, que colaboraban con el sistema, conseguían 6 diputados en 1918 y no hacían más que crecer. Los anarquistas combatían activamente al Gobierno de turno y lo hacían pacíficamente unas veces, y violentamente otras. La violencia se hizo especialmente virulenta al inicio de los años 20 y Barcelona se convirtió en escenario de una auténtica guerra civil entre los anarquistas y los sindicatos libres. Estos últimos, obreros católicos al inicio, se fueron convirtiendo en una suerte de pistoleros a sueldo de los patronos o, incluso, de la Gobernación Civil de Barcelona, dirigida por el general Severiano Martínez Anido, quien, con métodos fuera de los límites de la legalidad, consiguió paliar el problema y recibió el apoyo de la burguesía catalana.

El terrorismo anarquista había acabado con la vida de tres presidentes del Consejo de Ministros: Cánovas del Castillo en 1897, José Canalejas en 1912 y Eduardo Dato en 1921. 

Al mismo tiempo, en el protectorado español en África, se producía uno de los mayores desastres de la historia militar de España. No tanto por el número de bajas que ni siquiera igualaban a las de una mañana soleada en Verdún, sino por la forma en la que se produjo y el enemigo contra el que colapsó la Comandancia General de Melilla.

Los militares acusaron a los políticos y estos a los uniformados. La desconfianza entre ambos comenzó a crecer y en medio de aquella disputa el prestigio de unos y otros se fue deteriorando a los ojos de la opinión pública.

Los republicanos aprovecharon la crisis para señalar directamente al Monarca como principal adalid del desastre y en agosto se fijó una comisión que, basándose en el escrupuloso informe del general Picasso, depurara responsabilidades entre la cúpula militar. No había duda de que Indalecio Prieto, socialista de la comisión, trataría de poner el foco en el rey.

Rey Alfonso XIII en 1915

Además, a todos estos ingredientes para un mal cocido, había que añadir la polémica reunión que el 11 de septiembre, durante la celebración de la Diada, hacían los líderes de las organizaciones nacionalistas de Cataluña, el País Vasco y Galicia; llegando a una declaración conjunta en un engendro que se llamó GALEUSCA, aunando así las ansias independentistas de sus formaciones políticas más combativas.

Primo de Rivera contaba con la práctica adhesión de la guarnición militar de Barcelona y con cinco generales clave en Madrid. Los cuatro que ocupaban puestos de relevancia en el Estado Mayor Central, entre los que se encontraban el laureado general Cavalcanti, Federico Berenguer, hermano de Dámaso Berenguer; Antonio Dabán y Leopoldo Saro. Los cuatro conformaron lo que se conoció popularmente como el cuadrilátero. A ellos se unió también el general O’Donell, Gobernado militar de la provincia de Madrid

Nadie, ni civil ni militar, movió un dedo cuando Primo de Rivera dictó su manifiesto en el que prometía salvar a España de “los profesionales de la política”. De hecho, fue despedido en la estación de Barcelona por una buena representación del Foment del Treball. El Gobierno de García Prieto, al darse cuenta de la complicidad del rey Alfonso XIII con el golpe, dimitió en pleno la madrugada del día 14 y el capitán general de Cataluña se convirtió en presidente de un Directorio Militar.

El Rey Alfonso XIII con el directorio militar en 1923

El general era un militar de tradición y familia. Su tío, Fernando Primo de Rivera y Sobremonte, había conseguido el marquesado de Estella de manos del rey Alfonso XII por su comportamiento contra los carlistas.  Fue uno de los últimos capitanes generales de Filipinas, además de ministro de la Guerra en tres gobiernos conservadores. El último de ellos en 1917. 

Miguel había sido condecorado con la máxima recompensa militar, la cruz laureada de San Fernando, por una acción en el Fuerte melillense de Cabrerizas Altas durante la breve Guerra del Margallo, en 1893. A partir de ahí viajó por Cuba, Filipinas y consiguió varios ascensos por méritos de guerra. En 1909, durante la Campaña de Melilla, volvió a vestir el rayadillo para mandar una media Brigada contra los rifeños. Heredó el marquesado de Estella de su tío en 1921 al fallecer este.

El coronel Primo de Rivera junto a otros oficiales y periodistas en 1909, embarcados rumbo a Melilla

Su familia, que no precisaba vestir el uniforme para ganarse la vida, ya que poseía vastas tierras y propiedades en la provincia de Cádiz, siguió la tradición. Además de Miguel, su hermano, Fernando Primo de Rivera y Orbaneja llegó a teniente coronel de Caballería. Mandó las famosas cargas del Regimiento Alcántara en el cauce del río Igan, en las que el Regimiento se sacrificó para proteger el repliegue de lo que quedaba de Annual. Fernando encontró la muerte pocos días después en Monte Arruit. 

Primo de Rivera se había casado con la donostiarra Casilda Saínz de Heredia, hija de un magistrado destinado en Cuba. La esposa falleció tras dar a luz en seis ocasiones, dejando seis niños y teniendo el mayor tan solo siete años. Del matrimonio llegaron cinco hijos a la edad adulta. El primogénito, José Antonio Primo de Rivera, se decidió por la abogacía, aunque fue oficial de complemento del Arma de Caballería. Miguel, el segundo hijo, siguió los pasos de su hermano mayor, tanto en la carrera de derecho como en la decisión de ser oficial de complemento. El más joven de ellos, Fernando, fue militar profesional y llegó al empleo de capitán. Tanto José Antonio como Fernando fueron fusilados durante la Guerra Civil Española. Miguel fue el único superviviente masculino. 

En cuanto a las mujeres, María del Carmen, la mayor, fue la que pasó más desapercibida de toda la prole. La siguiente, Pilar, destacó durante la Guerra Civil y la dictadura posterior como líder de la Sección Femenina de Falange Española Tradicionalista y de las JONS.

El general y sus cinco hijos

La Dictadura de Primo de Rivera apenas duró seis años y medio. Durante la misma se consiguió alinear a una parte del PSOE y se produjeron progresos económicos y de infraestructuras. El país progresaba favorecido por los prósperos años 20 y su dulce situación internacional. En África se consiguió la pacificación del protectorado con la exitosa operación conjunto-combinada del Desembarco de Alhucemas, en el que, con un mínimo de ayuda francesa, se realizó un desembarco ejemplar. Parecía mentira que el mismo Ejército que fue masacrado en julio de 1921 fuera capaz de planear y ejecutar algo tan complejo. 

Fue poco hábil con las aspiraciones de los catalanistas moderados (los independentistas los tenía radicalmente en contra) cargándose la Mancomunidad y dejando la lengua catalana al ámbito doméstico, lo que le granjeó no pocas críticas. Incluso, de escritores monárquicos del resto de España, como el propio Pedro Saínz Rodríguez, que escribieron un manifiesto de solidaridad con sus homólogos catalanes. 

Miguel Primo de Rivera en 1929

Los últimos tres años se caracterizaron por las divergencias con sus propios compañeros de armas. Tuvo que hacer frente a no pocas conspiraciones en las que se confabulaban veteranos políticos de la Restauración, como el Conde de Romanones o José Sánchez Guerra, con generales contrarios a sus decisiones, como López de Ochoa o Queipo de Llano.

En 1930, enfermo de diabetes y abandonado por casi todos, incluido el propio rey, dimitió y se exilió en Francia, donde murió seis semanas después.

Sus hijos nunca perdonaron el trato que se dio a su progenitor antes y después de la proclamación de la República. José Antonio Primo de Rivera justificó su entrada en política en 1931 con el único objetivo de la defensa de la memoria de su padre por el que sentía devoción. 

Pero esa es otra historia digna de ser contada.

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