Imagen de Ruben Viñuales, Pedro Sánchez y Salvador Illa en un acto de campaña en Tarragona

OPINIÓN

Premio y castigo

En Cataluña la “desinflamación” ha sido comprendida y agradecida

Aclaro que uso los términos Cataluña y España en sentido genérico, no en contraposición.


Probablemente, el mayor reproche, difuso pero implícito, que le han hecho a Pedro Sánchez los electores de las autonomías y municipios donde el PSOE ha retrocedido habrá sido su política respecto a Cataluña.


Eso de la “desinflamación” con los indultos y las reformas del Código Penal como “medicamentos” no ha sido comprendido. Y se entiende que el tratamiento no hay sido comprendido fuera de Cataluña. 


En Sevilla, Cáceres, Valladolid o Zaragoza no se vivió la atmósfera tensa y agobiante del procés. En cambio, sin negacionismo ciego o interesado hay que reconocer que en Cataluña aquella atmósfera se ha disipado, el color amarillo, la fiebre de la “inflación”, ha bajado, hasta prácticamente desaparecer del espacio público. 


El PSC, partido hermano del PSOE, y Salvador Illa, muy en la línea socialdemócrata de Pedro Sánchez, han sido premiados en toda Cataluña, incluso en feudos con tanto “amarillo” como en Girona.


Habría que traer a colación, adaptado, un “Es la ideología…”, porque la interpretación ideológica de la política de Pedro Sánchez ha primado por encima de la interpretación social. 


El Gobierno de España de coalición ha hecho una política social en las dos crisis sucesivas con las que ha tenido que apechugar, la pandemia y la guerra de Putin en Ucrania, que han evitado el desastre total y han ahorrado muchas penalidades a los más desfavorecidos. 


Pero, paradoja que afecta especialmente a la izquierda de aquí y de fuera, esos desfavorecidos, “favorecidos” por las políticas del gobierno de coalición, no votan, y, más paradoja aun, en parte no votan porque son sensibles a la ideología, que tan bien maneja la derecha conservadora y la de VOX. Lo de “Sánchez vende a España” ha tenido más repercusión que “Sánchez crea un escudo social”, cuando lo primero era falso, pura ideología, y lo segundo real, materialmente tangible.


Y donde la izquierda pierde la batalla ideológica es en sectores de la clase media (media “media” y media “alta”), que sí que vota.

 
En Cataluña la “desinflamación” ha sido comprendida y agradecida. En el resto de España era difícil de explicar solo con argumentos, teniendo además la emoción en contra. Aquí la emoción de ver desaparecer el amarillo ha secundado la razón para muchos. 


De cara a las elecciones generales, la batalla ideológica de la izquierda tendrá que consistir en explicar qué se ha hecho desde el Gobierno de España en lo económico y social. El PP y Vox, envalentonados, repetirán estrategia, taparán de nuevo lo hecho con la ideología “trumpista” de Ayuso y de VOX -“miente, que algo queda”- y la aquiescencia entre timorata e interesada -le hacen el trabajo sucio- de Feijó. 


La batalla merecerá ser seguida atentamente, pues será ilustrativa del papel de la ideología en política. Me propongo hacerlo e intentar transmitirles una interpretación lo más objetiva posible.