¿Nos podemos fiar de los estudios científicos sobre cambio climático?
La creciente politización de las revistas científicas elitistas está mermando la credibilidad, pero no la calidad, de la ciencia
El mes pasado saltó la liebre. Patrick Brown, un investigador norteamericano, reconoció haber omitido detalles importantes para publicar un artículo en la revista científica Nature. Su artículo mostraba como el cambio climático está avivando la creciente virulencia de los incendios en California. Se trata de un mensaje sencillo, llamativo y, según él, atractivo para abrirse paso ante los cancerberos editoriales de Nature. Pero había un pequeño problema: era una historia a medias, que omitía detalles sustanciales.
La importancia del calentamiento global, como catalizador y acelerador de los grandes incendios actuales, es indiscutible. Pero también lo es que las llamas se alimentan en California, al igual que aquí, del abandono que sufren los montes y de la gran cantidad de vegetación, o combustible, que acumulan. Brown consideró que si hubiera abordado la complejidad real del problema, incluyendo también a los factores no climáticos, hubiese resultado más difícil que Nature aceptara su artículo. Es decir, que Nature prefiere una historia limpia, donde nada haga sombra al fulgor del catastrofismo climático.
Este ejemplo parece indicar que la ciencia climática está politizada. Y es que, si los editores científicos realmente prefieren los estudios que magnifican la crisis climática, frente a los que son verdad, estamos fastidiados. Pero, ¿hasta qué punto es cierta la visión de Brown? ¿Se trata de una excepción, o de un fenómeno generalizado? Veamos primero la influencia que ejerce Nature sobre la agenda investigadora y política, para entender la verdadera magnitud del problema.
Nature y Science: la meca de la investigación mediática
Nature, junto con Science, constituyen la meca de las publicaciones científicas. Publicar en estas revistas es una especie de seguro de vida para cualquier investigador: le asegura un buen trabajo al novel, y la obtención de más fondos al sénior.
Además, se trata de las revistas más influyentes a nivel mediático y político. Miles de periodistas de todo el mundo reciben un adelanto con los artículos que verán la luz durante esa semana, y redactan las noticias sobre aquellos que consideran más relevantes. Los artículos que ahí se publican han servido como base, en ocasiones, para el desarrollo de políticas ambientales globales.
Los artículos en Nature y Science (NyS de aquí en adelante) son los más influyentes sobre la agenda política e investigadora. Se podría decir que NyS desempeñan en la actualidad el papel que jugaron los enciclopedistas franceses durante la ilustración: son quienes deciden qué es importante para el saber, y qué no. Pero en lugar de estar auspiciados por personas como Diderot o Rousseau, su motivación no es otra que vender revistas. En consecuencia, su influencia en muchas ocasiones ha sido negativa y, en otras, ha rozado lo catastrófico, como ya hemos detallado en otras ocasiones.
El procedimiento
Cuando se envía un artículo a estas revistas, el consejo editorial lo evalúa en base a si considera que puede generar un titular lo suficientemente llamativo como para vender. Un compañero de la Universidad de California calificaba a este tamiz editorial como de “sexy filter”. Una vez pasado el filtro, el artículo es revisado por pares. Es decir, por investigadores de otras instituciones, que identificarán los problemas y las limitaciones que presenta el trabajo.
En principio, la revisión es robusta, porque la realizan otros investigadores que están compitiendo con el autor del artículo por ser líderes en su campo de investigación. Siempre que puedan sacar faltas, por tanto, lo harán. Sin embargo, es el editor, un asalariado de la revista, quien tiene la última palabra sobre qué se publica.
Reglas para publicar en Nature
Muchos investigadores se imponen una especie de autocensura, de manera que envían artículos que han sido meticulosa y minuciosamente preparados con un único adjetivo: ser publicados en NyS. No siempre se trata de trabajos que busquen avanzar la ciencia o resolver problemas. Estamos hablando de obras motivadas principalmente por la consecución de laureles académicos, o la influencia en el ámbito político. Se trata de unos fines lógicamente legítimos, pero conviene realizar una distinción importante: la ciencia no es lo mismo que la academia. Escribir y publicar artículos es un ejercicio académico, pero no necesariamente algo que avance la ciencia.
En el año 2020, por ejemplo, Nature publicó un artículo que argumentaba, en base a datos de satélites, que la Unión Europea había aumentado sobremanera la corta de árboles desde el año 2015. Lo que el artículo omitía es que ese año hubo un cambio en los sensores que habían empleado en el estudio, lo que aumentó su resolución. El artículo, por tanto, contenía errores metodológicos importantes, como demostraron artículos posteriores.
Otra razón que de facto imposibilita publicar un estudio completo en Nature es que solo se admiten artículos de 2 500 palabras. Considerando esta limitación de espacio, y los intereses comerciales de las revistas para generar titulares jugosos, resulta fácil entender por qué Brown decidió omitir la información sobre la gestión forestal. Es mucho más fácil centrarse únicamente en el cambio climático.
Cómo revertir la situación
Llegados a este punto, me gustaría aclarar a los posibles negacionistas que lean estas líneas, que no deberían frotarse las manos. Lo que aquí estamos plasmando no pretende ser, ni puede entenderse como, una crítica a la ciencia del cambio climático. Simplemente, estamos denunciando fallos en el sistema académico actual. Un sistema repleto de incentivos perversos, donde en ocasiones se prioriza a los estudios llamativos frente a los útiles. Incluso Nature publicó este año un artículo reconociendo como su creciente politización está mermando cada vez más su credibilidad.
Lógicamente, no todos los artículos publicados en NyS adolecen de este tipo de problemas. Y también son muchos los científicos honestos, quienes prefieren los trabajos sólidos, y que no se dejan seducir por los cantos de sirenas de las altas esferas académicas. Una suerte de héroes, si se quiere, que prefieren solucionar problemas antes que generar ruido mediático.
Más noticias: