Pedro y sus cartas, Pedro y sus monsergas
Róbanos, Pedro, miéntenos, pero no nos tomes por imbéciles
No estábamos preparados para una presidencia epistolar, hay que reconocerlo. Había un acuerdo tácito según el cual los políticos nos mentían por la radio o por la televisión, en mitines o entrevistas, pero no tuiteando cartas de buenas a primeras, un miércoles cualquiera, según la justicia va endosándole nuevas cargas a su señora. Esta es una situación que exige ser revisada.
Es preferible, en cualquier caso, una dosis tradicional de mentiras a tener que soportar estas aperturas emocionales, melindrosas, de postadolescente empardalado. Cuánto daño han hecho los psicólogos de instituto. Estamos viviendo una nueva Era del Destape: hace cuarenta años Nadiuska nos enseñaba las tetas, ahora el presidente nos muestra sus sentimientos.
Cualquiera puede ver que el retroceso, en este sentido, es inmenso. ¿Cómo habrá llegado Sánchez a la conclusión de que sus cuestiones emocionales son de interés público? ¿Dónde han quedado las virtudes del pudor y la reciedumbre?
Lo que Sánchez necesita es, por este orden, un terapeuta, un abogado, un confesor y buenos amigos en República Dominicana. Su situación es insostenible hace tiempo, pero, claro está, todos recordamos el modo en que hace seis años se atornilló a la Secretaría General del PSOE.
Ahora la situación es peor, porque cada vez que Pedro publica una de sus cartas, Almodóvar se pone a llorar como una novicia y las ministras entran en un estado de excitación histérica y zumbona, incompatible con cualquier forma de civilización conocida. La descomposición avanza imparable: Puigdemont amaga y no golpea, el apoyo exterior se reduce a un par de kirchneristas palanganeros y a los camaradas de Hamás, el tito Berni juega al dominó con el tito Ábalos y los violadores excarcelados por el Ministerio de Igualdad hacen sus reservas para el veranito en Benidorm. El presidente se limita a repetir la palabra “fango” y a ver ultraderecha por todas partes.
¿Queremos explicaciones sobre los negocios de Begoña? La verdad, si va a ser en forma de una nueva carta cretinoide, se las puede ahorrar. Este podría ser un mensaje que uniera por una vez al país: no más cartas, por el amor de Dios. Que nos meta en una guerra o que nos venda a Marruecos, que huya del país o que se atrinchere en Moncloa.
Pero ni una cartita más. Róbanos, Pedro, miéntenos, pero no nos tomes por imbéciles.
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