
Pedro Sánchez va a Eurovisión
Este fin de semana, Eurovisión se ha convertido en un campo de batalla ideológico donde la realidad y el sentido común han quedado arrinconados

Mientras estábamos ocupados en nuestras cosas, sin meternos con nadie, el Festival de Eurovisión se convirtió no solo en el clímax del petardeo gay continental, sino en el evento geopolítico de temporada. Una versión brilli brilli de la cumbre de Yalta, con baladistas chipriotas y heavy metal noruego. Han pasado ya unos días y no parece que la tormenta se vaya calmando tanto en la prensa generalista, como en las redes sociales.
La insistencia cretinoide de RTVE (ente estrictamente objetivo y neutral al servicio del PSOE) en politizar el evento cuestionando la participación de Israel y haciendo que sus comentaristas se refirieran al conflicto de Gaza, además de añadir un rótulo negro pidiendo “paz y justicia para Palestina”, consiguieron movilizar a la población hastiada de monsergas, de modo que Israel arrasó en el televoto y se llevó la primera posición en voto popular a nivel Europeo y, desde luego, en nuestra pobre y sufrida España.

¿Cuántas son las cosas que no entiende la izquierda? Muchas y muy fundamentales. Una de ellas es que el tema palestino moviliza de manera extraordinariamente mayoritaria a un sector extraordinariamente minoritario de la población. Si ser “sionista” es aceptar la existencia del estado de Israel, así como su derecho a defenderse, entonces son sionistas PSOE, PP, VOX, Junts x Cash y PNV, es decir, 301 diputados de 350, es decir el 86% del Congreso.
Para la mayoría social, el análisis del conflicto es muy sencillo y se limita a estar del lado de quien sea que combata a la escoria demoníaca de Hamás, con sus lapidaciones y latigazos, con sus burkas y sus masacres de civiles indefensos. El ciudadano de a pie ve al colectivo LGTBIQA+ (RD2D-C3PO) ondear la bandera palestina y se maravilla de ver a la presa alabando a su depredador; el estudiante universitario escucha a Irene Montero defendiendo a quienes tratan a la mujer peor que a los perros y comienza a seguir a Santiago Abascal en Instagram.
Ucrania puede participar en Eurovisión porque sufrió una invasión de la que se está defendiendo, pero Israel no puede participar porque sufrió una invasión de la que se está defendiendo. Esta parece ser la lógica de nuestros amados progresistas. A los que dicen que el caso es diferente, porque lo que sucede en Gaza es un ataque militar a población civil indefensa, les podríamos preguntar varias cosas.

¿De qué se han muerto los 400 miembros de las IDF, de un catarro? ¿Y los 7.000 heridos? ¿Quién retiene a los rehenes, algún club de petanca, una asociación de amas de casa, quizás? ¿Quiénes eran los individuos armados con pasamontañas, uniformados y montados en vehículos de asalto, que vimos todos durante el intercambio de prisioneros del mes de febrero? ¿Eran liberados de la UGT, quizás, o eco-activistas amantes del cicloturismo? ¿Quién está bombardeando el norte de Israel de manera incesante, provocando el desplazamiento de cientos de miles ciudadanos desde el inicio del conflicto? Y sobre todo, ¿por qué no apoyan la “noble causa palestina” países musulmanes como Marruecos, Argelia, Egipto, Jordania, Iraq, Arabia Saudí y las monarquías del golfo pérsico?
A Sánchez, no nos engañemos, Palestina le importa un pimiento. Lo único que hace es mantener contentos a los energúmenos que sostienen su gobierno desde la extrema izquierda. Si por él fuera, los palestinos podrían hacerse el harakiri mientras bailan la conga. ¿Ahora hay que hablar de genocidio? Pues se habla, y si mañana hay que hablar de Roland Garros o de las novelas de Tolstoi, pues se habla también.

Es tal el ridículo intelectual de la izquierda que, de hecho, a día de hoy han llegado a un punto en que tienen un único diagnóstico y un único remedio. Sea cual sea la cuestión, el culpable es el fascismo y la solución es pagar más impuestos. Ya sea la vivienda, el clima, la inmigración o los concursos musicales, ellos van a lo suyo: la culpa es del fascismo y la solución es subir los impuestos.
Literalmente, estos señores creen que si llueve (o si no llueve) la culpa es de Abascal y Orriols y la solución es subir los impuestos. La gente, que está harta, ha votado a Israel, pero podían haber votado a Namibia: de lo que se trataba era de tocar las narices. Una sana bofetada a los inútiles que nos gobiernan.
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