
Expertos educativos falaces
Si se prima la calculadora para potenciar el cálculo mental, algo falla en nuestra educación y en nuestra memoria
El viernes 21 de febrero de 2014 en el canal público de Radio Televisión Española (RTVE) La 2, se emitió un debate educativo sobre la no memorización en nuestras aulas. Alberto Royo, profesor de secundaria en Navarra, criticó la no memorización gracias a su experiencia docente. Los otros dos invitados apoyaron la no memorización sin argumentos reales, sólo opiniones de opiniones prohibiendo la retentiva entre nuestros estudiantes. Sebastián Barajas, licenciado en Económicas, defendía que, si pasaran un examen de física a los docentes de humanísticas, estos lo suspenderían, ya que fueron conocimientos innecesarios que no debieron memorizar en su pasado.
Pues claro que suspenderían un examen así, pero antes de decidir qué querían ser, tuvieron que memorizar algunos conocimientos para poder elegir con libertad qué querían estudiar o aprender profesionalmente. La verdad os hará libres, pero este economista insistía en que, para hacer una paella, o pasar el examen de conducir, no hace falta memorizar cosas, sólo practicarlas, algo que paradójicamente conlleva conocimientos memorizados durante mucho tiempo, como saber leer un manual, comprenderlo ampliamente o hasta calcular las proporciones de los ingredientes, todo ello memorizado en el colegio en forma de gramática, sintaxis y matemáticas. Este economista no se daba cuenta de que, para conducir o cocinar, estaba hablando de adultos con conocimientos previos y no de niños que todavía no saben lo que los adultos les pueden enseñar.

La otra tertuliana tenía más miga. Maria Acaso, investigadora de Ciencias de la Educación de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), defendía que los docentes no deben dominar ampliamente su especialidad, que los niños ya saben, pues tienen muchos datos en las redes y que, por tanto, no deben memorizar. Pero lo que corre por las redes no son conocimientos, son aludes de información que el zagal no sabe contrastar ni seleccionar todavía.
También defendía esta investigadora en educación que, para enseñar a los alumnos, hay que ser colegas de los estudiantes y comer con ellos el bocadillo, sin chivarse a los padres si lo tiran a la papelera. Pero lo más falaz era que el aula debía ser una metáfora de lo que ocurre fuera de la misma, ¿guerras incluidas? ¿Y no sería mejor que la escuela no emule la sociedad, sino que mejore su futuro? Dando la razón a Acaso la educación se rendiría ante los defectos de la humanidad.
En fin, ¿qué pintaban en aquel debate de La 2 un economista y una artista frente a un solo profesional en la docencia? Pero lo más flagrante fue que estos tertulianos sólo supieron interrumpir continuamente, que no contraargumentar, al profesor Royo. Si tanta educación predicaban y defendían, ¿cómo no la supieron demostrar? Fue obvio que la televisión pública, y que todos pagamos, seleccionó mal a dos de los tres tertulianos. Y en ello Sebastián Barajas escribió en El País para quejarse de lo que publiqué al respecto de ese debate, pero sin ningún argumento, sólo desagravios y enfados. La política educativa posee muchos tertulianos teóricos, pero pocos docentes doctos.
Vista la no memorización impuesta por estos expertos resulta obvio que haya nuevos maestros que no dominen su disciplina y que en las pruebas PISA nos vaya cada vez peor. Por ejemplo, muchos profesores de matemáticas no saben las tablas de multiplicar, dándole a la calculadora ante los alumnos. Ese maestro desconoce que gran parte del fracaso académico en ciencias y tecnología es la falta de cálculo mental, algo que sólo se puede potenciar de una sola forma: ejercitando el cerebro y no las teclas de una calculadora.

Recuerden que memorizar es fundamental para entrenar y generar una mente maravillosa, pero sobre todo mielinizada. Por desgracia, ese contraste entre defensores de la calculadora en edades muy tempranas y detractores de tal práctica ha implicado situaciones del todo absurdas. En un centro de Cerdanyola, cerca de Barcelona, había una asesora pedagógica que preguntó al claustro cómo potenciaban el cálculo mental entre los estudiantes. El de matemáticas, al sentirse aludido, le respondió.
- Pues sin usar la calculadora en clase. Además, han aprendido a computar raíces cuadradas a mano para ejercitar las cuatro operaciones básicas, la suma, la resta, la multiplicación y la división. La asesora pedagógica le miró con desprecio y le escupió lo siguiente.
- Para computar raíces cuadradas ya existen las calculadoras, a lo que de inmediato respondió.
- Y para sumar y restar también. Así convertiremos a los alumnos en máquinas del futuro.
Fue entonces cuando la asesora pedagógica se convirtió en un auténtico Terminator (el malo de la primera parte), y le dio a entender que mejor se callara. Sayonara baby al de matemáticas y a su raíz cuadrada. Esta asesora argumentaba que, para potenciar el cálculo mental, era muy útil utilizar la calculadora a los 11 años para comprobar los resultados en cada ejercicio, ¿y cómo sabemos que el rapaz no había utilizado a escondidas la maquinita para realizar ya el primer cálculo? Con más de treinta alumnos por grupo, cualquiera sabe.

Hay que admitir que este aparato resulta útil en cursos elevados, pero en primaria y primer ciclo de la ESO parece poco aconsejable pretender facilitar el cálculo mental potenciando el uso de la calculadora en el aula. De hecho, y gracias a nuestra mente, se han diseñado y fabricado los chips y, con ellos, las calculadoras. Hacerlo al revés significaría esperar a que un ordenador ejerciera de docente, y que se sepa, todavía el de matemáticas no estaba en el paro, aunque, si mantuviera sus convicciones, podría pasar que la asesora pedagógica recomendara su cese.
En fin, si se prima la calculadora para potenciar el cálculo mental, algo falla en nuestra educación y memoria. Sólo con firmes nociones en la mente se pueden desarrollar grandes síntesis y construir con ellas teorías válidas y ciertas.
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