Un niño escribiendo en una hoja de papel con un bolígrafo negro enmarcado por un diseño gráfico en tonos rosados.
OPINIÓN

Pantallas o caligrafía

Cuando se habla de cómo enseñar en el aula, algunos aseguran que las clases con un ordenador por alumno son el futuro

Cuando se habla de cómo enseñar en el aula, hay quienes aseguran que las clases con un ordenador por alumno son la vanguardia y el futuro, que no hay vuelta atrás. Cierto que las nuevas tecnologías invaden nuestro progreso, pero no por ello se justifica la digitalización total de nuestra enseñanza.

Nuestro cerebro sigue idéntico al de nuestros antepasados del Paleolítico, al de los primeros sapiens de hace más de 300.000 años. Lo único que ha cambiado no es nuestra inteligencia, es nuestra tecnología. Un asno sigue siendo un asno por más pantallas que tenga a su alrededor. Por tanto, y primera premisa, inteligencia y tecnología no son lo mismo.

Un niño estudiando en un escritorio con un libro abierto y tomando notas en un cuaderno.

La segunda nos la ofrece la neurobiología, que sí utiliza potentes ordenadores en sus investigaciones. Aun así, esta ciencia no cree oportuno que cada alumno viva embaucado ante una pantalla personal en el aula. Gracias a la neurobiología sabemos que la mano ocupa un volumen de neuronas enorme en nuestro cerebro, más que piernas y tronco juntos.

Cuando un alumno anota lo escuchado, copia un esquema o pasa unos apuntes a mano, estimula un número tal de neuronas que sin darse cuenta razona, piensa y memoriza lo que está observando, algo que un clic en el ordenador no desarrolla. Este hecho tan simple y demoledor ha chocado con muchos expertos en educación. Durante una conversación que mantuve el 23 de noviembre de 2011 en el Parlament de Catalunya con el consejero de educación de la Generalitat de Catalunya, el señor Ernest Maragall, se vio claro lo que ocurría.

Maragall defendía a ultranza el proyecto de un ordenador por alumno, el llamado 1x1, en donde Maragall confundía la sociedad de la información con la del conocimiento. La información crece cada día exponencialmente por Internet, pero la capacidad de conocimiento de un individuo no lo puede hacer así. El exceso de información sin criterio se convierte en un basurero de mentiras.

Además, un alumno, por muy bien informado que esté, puede ser un auténtico ignorante si se cree todo lo que lee por la red. Internet nos ofrece una gran posibilidad educativa, sí, pero también una gigantesca oferta deseducativa. Las TIC no educan automáticamente a los alumnos, sino que los docentes educados son los expertos en ello.

Una persona sentada en el suelo revisando su teléfono móvil mientras está rodeada de otras personas en un espacio público.

Si lo que queremos es la igualdad entre todos los alumnos, inmigrantes o no, lo que debemos hacer es que todos sepan tanto como los docentes para que la escuela devenga un ascensor social real. En caso contrario, y dejándoles libres con su portátil, se enfrentarán a informaciones sin criterio, sin prestar atención a quien sí poseía información contrastada, el docente. La igualdad de la que Maragall hablaba quedó extirpada, ya que los conocimientos del profesor jamás eran transmitidos a sus escolares, y sin conocimientos las pruebas PISA siguieron bajando.

El pedagogo Gregorio Luri escribió, una vez en su blog, que las grandes empresas de nuevas tecnologías tienen intereses comerciales en la educación, es obvio, pero eso no significa que tengan intereses educativos.

Quizás lo más perverso del 1x1, y que Maragall no quiso aceptar, fue que no existía ningún país que hubiera aplicado tal tecnología con éxito, a lo sumo había un par de experiencias locales que al final demostraron ser fallidas. Una lo fue en un centro de Suecia por los años noventa y la otra en el High School of Liverpool de Nueva York en 2007. Ambas fueron abandonadas por falta de resultados positivos y por la abrumadora fuerza de los negativos, los alumnos se distraían demasiado con su propio ordenador.

Las TIC, o nuevas tecnologías, deben ser una herramienta auxiliar, sí, pero no lo fundamental en la educación. En octubre de 2016 el psiquiatra Manfred Spitzer, quien investigaba los efectos de las tecnologías digitales en la educación, declaraba ante los medios que los móviles y los ordenadores dificultaban claramente la enseñanza. Bajo evidencias científicas, y no opiniones, el doctor Spitzer demostraba que el uso de aparatos digitales retrasaba la madurez de niños y adolescentes al impedirles concentrarse y aprender.

Un teléfono móvil y un guante sobre una mesa con personas sentadas alrededor.

A pesar de ello, la LOMLOE de 2020 siguió defendiendo la digitalización del aula. En palabras de la ministra de educación, Isabel Celaá, y en un tuit del 23 de noviembre de 2020, dijo que la digitalización facilitaría el cambio de paradigma educativo, transformando los espacios en hiperaulas interactivas, abiertas y diáfanas.

Spitzer, y tras años de recoger pruebas, demostró que la introducción de la tecnología digital perjudicaba gravemente el aprendizaje escolar. La psicóloga Aino Saarinen decía que la digitalización del sistema educativo en Finlandia estaba causando el declive de sus resultados en PISA. Y finalmente, el pedagogo Gregorio Luri, en su libro La Escuela no es un Parque de Atracciones, demostraba que el proyecto 1x1 estaba detrás de los resultados negativos en catalán, inglés, español y matemáticas.

Y cabe añadir un estudio del MIT en donde los alumnos que usaban ordenador en clase obtenían peores resultados en sus exámenes. La mejor forma de adquirir conocimientos no es a través de las herramientas digitales, sino a través de la redacción de anotaciones, del trabajo con un profesor docto y de la lectura de calidad.

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