Primer plano del ministro Óscar Puente con la mano tapándose la boca
OPINIÓN

Prohibido hablar de Óscar Puente

Hay que ser cínico para presentarse como víctima desde el Consejo de Ministros a la vez que amenazas y señalas periodistas críticos

Editorial Arnau Borràs

La cuestión sobre los límites de la libertad de expresión es un debate recurrente del cual difícilmente habrá nunca un consenso. 

Algunos, pero, tienen clarísimo. Los límites a la libertad de expresión se tienen que poner cuando lo que se dice no les gusta. También es curioso que, muchos de ellos, son políticos. 

En la mayoría de ocasiones, lo hacen con el comodín del “discurso de odio”, como si no tuvieran que ser los jueces los que determinaran esto. Pocas cosas más peligrosas en esta vida que un político decidiendo qué podemos decir y qué no.

Lo hemos visto, por ejemplo, con Tània Verge (consejera de Igualdad y Feminismos de la Generalitat) multando a Sílvia Orriols con 10.000 euros por dar su opinión sobre los valores del Islam, que la alcaldesa de Ripoll considera que no son compatibles con occidente. Una multa, por cierto, que la dirigente de Junts, Aurora Madaula, aplaudió con las orejas.

Recientemente ha aparecido otro abanderado de la lucha contra la libertad de expresión. El ministro de Transporte, Óscar Puente, lleva días obsesionado señalando medios, periodistas, opinadores e, incluso, gritando a los cuatro vientos que utiliza dinero público para tal cometido.

“Le he encargado un trabajo a mi equipo”, dice. Un equipo que, para los despistados, pagamos todos con nuestros impuestos. “Que cojan todas las columnas de opinión en las que se me insulta. Las críticas no, solo los insultos”, afirmaba en una entrevista con Carlos Alsina en Onda Cero.

Que a Óscar Puente lo insultan y se meten con su físico es evidente. Algo totalmente reprobable. Y más cuando hay tal cantidad de críticas para hacerle a este señor que podríamos pasarnos horas entretenidos ante tal ejercicio. Sin embargo, que destine dinero de todos a recopilar insultos, roza (si no es que sobrepasa) la malversación de fondos públicos.

Pero lo que es intolerable es que, encima, el ministro no solamente persigue y señala a quién le insulta. Es que, además, a diferencia de lo que va pregonando, lo hace con quién simplemente le critica.

A Óscar Puente le bastó que Josep Martí Blanch le llamase “trumpista castizo” y “parroquiano de taberna envalentonado tras la ingesta de la tercera barreja” para señalarle desde su cuenta de X. No sé si se dan cuenta de la gravedad que, ya no solo de que un ministro gaste el dinero de todos en intentar curar su ego herido, sino que encima vaya señalando a periodistas desde su atalaya digital.

Óscar Puente se ha convertido en una especie de matón de instituto que se dedica a hacer bullying, mezclado con una dosis de victimismo. Lo que hace aún más repugnante su postura. Daría risa si no estuviéramos hablando de un señor que hace de ministro cobrando más de 100.000 euros anuales. Hay que ser cínico para presentarse como víctima desde el Consejo de Ministros a la vez que amenazas y señalas periodistas críticos. "Yo puedo criticar, pero a mí que no me critiquen". Hay que tener la cara dura. 

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