Oriol Junqueras frente a un fondo de ciencia ficción con naves espaciales y un marco rosa.
OPINIÓN

Oriol y sus candidaturas: el imperio contraataca

Hemos asistido, con incredulidad, a la transformación de Oriol Junqueras en la fuerza política transformadora

Imagen del Blog de Octavio Cortés

Este fin de semana hemos asistido, entre espasmos de incredulidad, a la transformación de Oriol Junqueras en fuerza política renovadora. La misma persona que lleva al mando de Esquerra Republicana del Califato desde 2011 ahora se presenta como adalid de los nuevos tiempos, las nuevas caras, las nuevas políticas.

El procesismo, ahogado en su propio espacio de histeria simbólica y mentiras compulsivas, hace tiempo que se convirtió en un estercolero intelectual. Pero incluso para estas cosas tendría que haber un límite. Dice Junqueras que lo que él quiere es "devolver el partido a la militancia". Hombre, si el partido ha sido hurtado a la militancia, algo tendrá él que ver en el asunto, que lleva trece años al mando.

También asegura que no sabía nada de los carteles del Alzheimer ni de los muñecos ahorcados. Es decir, que bajo su mandato, mientras él escribía cuentos infantiles y comentaba pasajes del Evangelio, se creó una estructura estable de desinformación y agitprop y él no se enteró. Casi es peor, porque demuestra su total desconexión de la realidad.

Primer plano de Oriol Junqueras en un mítin con cara de enfado

Como segunda de a bordo, Junqueras ha escogido a la inefable Elisenda Alemany, otra que ahora sí que tiene la solución. Durante todos estos años ha ido pululando por la política catalana, optando por distintas siglas y discursos. Ha sido partícipe del estropicio general, pero ahora sí, tiene las claves para un futuro luminoso. Renovación, lo llaman.

Junqueras lleva desde la primavera viviendo una extraña vida bucólico-pastoral, haciendo lo que los procesistas llaman "pisar el territorio" (como si los demás pisáramos las nubes); publicando videos en los que se le ve hablando con una vaca o disertando al atardecer, desde alguna colina florida, en presencia de pequeños grupitos de personas máximamente incómodas. La campaña de las europeas, en este sentido, nos regaló estampas memorables. Hubo un momento en que, si alguien hubiera anunciado que Oriol se iba a vivir a una cueva, para vivir como San Francisco de Asís, comiendo moras silvestres y haciendo el rezo de Laudes con los halcones, lo hubiéramos creído sin problemas.

En realidad, son todo buenas noticias, porque si Junqueras no hunde el partido, lo hundirán los bledistas, los rovirianos, el sector kleenex. Y si ellos fallan, está por ahí Alfred Bosch para hacer de enterrador. En todos los escenarios, la izquierda islamista colapsa y regresa a la insignificancia de donde nunca debió salir. Quizás llegue pronto la hora de Najat Drouech y los ayatollahs. Sería lo más lógico.

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