Orgullo gerundense

Termina la temporada regular de la Primera División española y solo puedo reivindicar más fuerte que nunca el orgullo gerundense que ha representado esta temporada al Girona FC. Hay que felicitar al club ya la plantilla, la hazaña conseguida, logrando la medalla de bronce y un billete para la próxima Champions League.

Quién nos hubiera dicho esto hace quince años, cuando el club militaba en la Tercera División, y estaba inmerso en varios problemas económicos que incluso hacían dudar de su viabilidad. Servidor, cuando estaba asalariado en el Girona Fútbol Club, sufrió un ERE que provocó el despido de una parte importante de los trabajadores.

El éxito conseguido esta temporada por Girona es un éxito compartido fruto de mucha paciencia.  Un triunfo de la ciudad, de la afición y de un club —tanto de los gestores, que lo hacen muy bien, todo sea dicho, como del equipo técnico y una plantilla joven y que siente los colores—. Y que ha desplazado al Barça y al Espanyol como equipo principal para muchos gerundenses. Emociona, ahora, ver por las calles de Madrid a gente con la camisa del Girona. 

Cómo hemos vibrado esta temporada en un Montilivi y cómo lo haremos la próxima temporada. Estoy convencido de que esto no será flor de un día. Y que con la misma constancia, perseverancia y paciencia que hemos llegado hasta aquí, todavía trabajaremos en un proyecto que nos haga seguir soñando. O que no nos despierte de ese sueño.

Pero el club y la ciudad tienen retos pendientes. Muchos. La entidad, sin estirar más el brazo que la manga, ha sabido adaptarse y adoptar una profesionalización clave para el futuro más inmediato que llega después del verano, la competición europea. Y ahora le toca a la ciudad. En el ayuntamiento de la ciudad.

Es necesario que con la llegada de la Champions a Girona, que pondrá la ciudad en todos los mapas a escala mundial, el consistorio —como legítimo propietario del estadio de Montilivi— haga las reformas oportunas sin poner ninguna clase de excusa. Se trata de la imagen de la ciudad —y de cuestiones de seguridad—. 

El Girona FC vive en una casa con más de setenta y cuatro años de historia. A la que se le han hecho pocas modificaciones -innecesarias también por las necesidades del club—. Pero todo ha cambiado y muy rápido. Las 14.624 son insuficientes por una demarcación que se ha hecho suyo el Girona y que no quiere tener que esperar eternamente en una larga lista de espera a una localidad -como si se tratara del Camp Nou y el Barça—. La proximidad, el calor de la afición, son dos de las claves de los éxitos del Girona. Y se debe seguir manteniendo.

No sabemos qué nos va a deparar la siguiente temporada. Ojalá hacemos una gran temporada en la Champions, llegamos a la final y levantamos la copa. Ya he dicho antes de que quiero que nos despierten de ese sueño. O de la bola mágica de Michel. Deberemos escuchar qué vaticinios hace. Pero ahora que ya hemos puesto la cabeza en Europa, queremos seguir jugando con los mejores. Y esto nos obliga a tener un estadio mejor.

He empezado felicitándonos a todos, a la ciudad, a la afición, al club, al equipo técnico, ya los jugadores por la fantástica tercera plaza conseguida en la Primera División española. Diría meritoria, pero no, no es meritoria. El Girona merecía quedar segundo. Pero todos sabemos que no interesaba. 

Por eso, antes de terminar, también quiero felicitar al presidente de La Liga, a Javier Tebas, por haber conseguido su objetivo de hacer quedar segundo en el Barça. Demostrando una vez más que le importa más la cuenta bancaria que el fútbol. Es triste, pero es así. Sin embargo, Tebas nunca podrá borrar de la memoria colectiva una temporada para enmarcar. Y que gente de mi entorno en Madrid, del Real Madrid, hayan reconocido partido tras partido que han disfrutado como llevaba tiempo sin pasar en la liga española viendo jugar a este Girona.