
Orce y el pozo de los errores
El controvertido hallazgo de Josep Gibert en Orce, que rompió el paradigma sobre la llegada de los Homo a Europa, sigue siendo clave en la paleoantropología
A mediados del siglo XX se pensaba que la llegada de los primeros humanos a Europa occidental había sido muy reciente. Es decir, nadie estaba preparado para lo que iba a suceder. Fue un joven doctorando en paleontología quien, bajo la dirección del Dr. Miquel Crusafont, director del Instituto de Paleontología de Sabadell, quiso desafiar a la comunidad científica. Un inquieto Josep Gibert encontró pruebas de los primeros Homo en Europa occidental más allá del medio millón de años.
Durante la década de los 70 se pensaba que el Homo había llegado a Europa a partir del medio millón de años. El matrimonio De Lumley y sus trabajos en Tautavel confirmaban esto. Los Homo heidelbergensis, de ahora en adelante, fueron los protagonistas de este y otros yacimientos europeos. Desafortunadamente, esos 500,000 años se habían afianzado como un paradigma monolítico. Pero todo eso cambió cuando el joven Gibert le propuso a su director buscar vertebrados fósiles en el Pleistoceno de Granada. Con ello, buscaba hallar paleo-humanos en la península ibérica. Gibert conocía un lugar idóneo para tal fin: la cuenca granadina de Guadix. Esta región había sido un extenso humedal con lagos y pantanos durante el Pleistoceno. Crusafont aceptó, y en 1976 Gibert y otros colaboradores realizaron una extensa e intensa prospección en la región.
Gibert pensó que el mejor lugar para encontrar vertebrados fósiles era el límite de ese antiguo humedal. Así que bordeó los cientos de kilómetros del lago y encontró lo que buscaba. De ahí surgieron, entre otros, los yacimientos de Venta Micena y Barranco León, cerca de la localidad de Orce. Excavaciones posteriores dieron grandes frutos, y en 1982 un fragmento craneal hallado en Venta Micena fue atribuido a un joven Homo. Los datos moleculares del cráneo y el hallazgo de líticos y un molar en Barranco León demostraron que los humanos habían llegado a la península hacía más de un millón de años. En definitiva, Josep Gibert había roto el prejuicio de los 500.000 años.
Pero la muerte en 1983 de su mentor, Miquel Crusafont, alteró todo aquello. En 1984, cuando se limpió la parte interna del fragmento craneal de Orce, se observó una pequeña cresta que el matrimonio De Lumley, que había identificado el espécimen como Homo, atribuyó ahora a un équido. Durante mayo de 1984, la noticia fue comunicada por la Junta de Andalucía. Los titulares de prensa fueron sensacionalistas al sentenciar que el hombre de Orce era un asno, e incluso uno llevaba el título de “Hombre o Burro”. De repente, Gibert pasó de la gloria al infierno sin poder detener el tsunami que lo arrasaba.
Posteriormente, más voces surgieron en contra de Gibert, especialmente entre algunos miembros de la Universidad de Granada y de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Aquí se sumaron catedráticos de paleontología de Barcelona y Valencia aconsejando a Gibert que fuera más riguroso. En esos días ya se experimentaba lo que rodeaba a Gibert. Fue durante las campañas de 1984 y 1985 cuando excavé en Venta Micena.
En 1995, para defenderse de tantos ataques, Gibert buscó el reconocimiento internacional. Así, él y sus colaboradores organizaron un congreso en la propia localidad de Orce. En esos momentos, la pugna entre los yacimientos de Atapuerca y Orce ya había comenzado. De hecho, ambos competían por los fondos estatales destinados a las excavaciones paleontológicas. En ese contexto, el congreso de Orce tensó la situación. El gran éxito que tuvo, tanto a nivel de asistentes como de ponentes, reveló a Orce como un gran yacimiento europeo.
Relevantes personajes de la paleoantropología mundial asistieron a ese congreso, y hasta el National Geographic bautizó a Orce como el Olduvai de Europa. Al final, parte de la comunidad científica aceptó los restos de Orce como humanos, lo que despertó otros intereses. Según el hijo de Gibert, aquello suscitó el temor entre los responsables de Atapuerca. Si Orce se convertía en el Olduvai de Europa, ¿de dónde obtendría Atapuerca los fondos gubernamentales? Al cabo de un año, y bajo diferentes ofertas laborales, el equipo de Orce se dispersó, y Gibert quedó aislado. Aquí se unieron diferentes factores: por un lado, el descrédito de Gibert, y por otro, la falta de financiación del equipo. Hoy día, muchos de sus antiguos colaboradores trabajan para el grupo de Atapuerca.
Pasaron dos años, y en 1997 los dirigentes de Atapuerca recibieron el Premio Príncipe de Asturias. Precisamente durante ese 1997, El País publicó un artículo afirmando que el hombre de Orce era un simple caballo, justo cuando Gibert solicitaba que se le concediera un permiso de excavación en Venta Micena. Poniendo dinero de su propio bolsillo, continuó trabajando en la búsqueda de más pruebas de su hombre de Orce. Así, en 2003 comenzó a preparar el terreno para encontrarse con una denuncia de la Junta de Andalucía.
Según el hijo de Gibert, se les acusó de haber destruido el yacimiento al rebajar dos metros un terraplén para acceder al nivel objeto de la excavación. Finalmente, en 2004, la Junta de Andalucía impuso una multa a Gibert y sus colaboradores. Él, su hijo y un técnico debían pagar unos 450,000 euros. Gibert, para depurar responsabilidades, asumió únicamente él todo el deudor. Para ello se hipotecó y casi perdió su vivienda familiar. Según su hijo, a partir de ese momento, su padre se enfermó, y tres años después falleció.
Ante tanta polémica científica, cabe preguntarse: ¿qué error cometió Gibert? Según su amigo, el inmunólogo García Olivares, Gibert cometió varias equivocaciones. En primer lugar, no supo ganarse el apoyo de la mayoría de los paleontólogos del país. En segundo lugar, y durante 1983, publicó prematuramente el fragmento craneal de Orce. Y en tercer lugar, lo hizo en una revista menor, la de su Instituto de Paleontología de Sabadell.
Cuando conocí a Gibert en 1984, y después de varias conversaciones con él, diría que su error fue su entusiasmo, su imaginación y su imprudencia. Todo esto proyectaba una imagen de sí mismo que muchos consideraban excéntrica, desordenada y visionaria. Hoy día, los opositores de Gibert copan la prensa con declaraciones igualmente imaginativas, apasionadas y entusiastas, pero no por eso se les desacredita. Decía Jules Verne que la ciencia se compone de muchos errores que son el paso hacia la verdad. En este sentido, los errores de Gibert encajaron perfectamente con lo predicho por Verne, ya que esas equivocaciones nos mostraron que el paradigma europeo de los 500,000 años resultó erróneo. Gibert, con sus errores, nos regaló algo que aún perdura: que en Europa occidental, y contra todo pronóstico, los Homo llegaron hace más de un millón de años.
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