Carles Puigdemont hablando en un micrófono con fondo rosa y marco de líneas discontinuas negras.
OPINIÓN

La ópera buffa de Carles Puigdemont

Las ínfulas megalómanas llegadas desde Waterloo fueron tanto simbólicas como espurias

Ha transcurrido una semana de este funesto 8 de agosto y parece que las aguas se han calmado, por lo que toca revisar la última opera buffa del “Procés”. Por lo alguien pronto podría preguntarse: ¿de qué ha servido este espectáculo dantesco? Lisa y llanamente: de absolutamente nada, o si se prefiere, de nada positivo en términos de país.

La función empezó con una apertura triunfante en Arc de Triomf (ya es sarcástico el sitio, pero valga la redundancia) y duró tan sólo cinco minutos de reloj. Algunos sospechábamos que, esta vez sí, Puigdemont cumpliría con su palabra e iría a la sesión de investidura del flamante nuevo presidente de la Generalitat. Lo tenía todo de cara: unos miles de personas custodiándolo y dispuestas a escoltarlo (incluso un servidor estuvo a punto de bajar a apoyarlo), un camino de pocos minutos hacia el Parlamento y el calor de una gente que, a pesar de todos los “pesares”, volvía a estar allí. Pues ni con la inercia ni el sentido de Estado que era necesario se atrevió a dar el paso.

El razonamiento era bastante sencillo: es difícil detener a una persona cuando hay miles dispuestas a interponerse. Si se producía la detención, lo más probable es que la investidura se hubiera aplazado y la chispa que tanto necesita el independentismo habría vuelto a encenderse provocando una suerte de efecto dominó. Pero esta épica está reservada a las epopeyas y recordémoslo: estamos ante una opera buffa

Cuando todo el mundo estaba buscando en Puigdemont éste volvió a desaparecer (no voy a entrar en especulaciones, sombreros de paja, maleteros y otras historias truculentas). Los acérrimos del presidente han hablado de la última jugada maestra, de la inteligencia y la burla que supone para España todo ello, y me pregunto: ¿Y por los catalanes? 

Recapitulemos: no era la primera vez que mentía a los electores diciendo que "para que vuelva el presidente, hay que votar al presidente" (21D, 2019), o las más recientes, como la entrevista en el ARA con Antoni Bassas diciendo que "Pedro Sánchez no será 1er ministro con los votos de Junts" alegando que no le compraría ni un coche de segunda mano. Estas firmes convicciones, sin embargo, se fueron al garete rápidamente.

Las declaraciones oponiéndose a apoyar a Sánchez son del 17 de julio del 2023, seis días antes de las elecciones generales que decantaron la balanza con una formación de gobierno por la mínima y, contrariamente a lo que había dicho el 130º president, con los votos de Junts, y sí, a cambio de nada.

No es descabellado pensar que, el 8 de agosto, se produjo una conjura con el PSOE y una cierta connivencia con algunas autoridades policiales. Si Puigdemont hubiera sido detenido, ¿cómo explicaría Junts, de cara a su parroquia, que mantendrían al gobierno a Pedro Sánchez?

En uno de los últimos vídeos colgados en Twitter por parte del presidente dice literalmente que el PSOE es igual de represor que el PP, llegados en esa conclusión ¿por qué mantiene a Sánchez en el poder? Tanto monta, monta tanto, ¿no? 

Sea como fuere, han vendido el relato de la astucia del presidente fugarse de toda una operación jaula que solo estorbó a los barceloneses que iban al trabajo, entre otras cosas. Si no se le detuvo fue por falta de voluntad, nadie puede creerse que, anunciando la fecha y la hora con antelación, en medio de un lugar emblemático y céntrico de la ciudad, Puigdemont podía salir adelante. Ni unos son tan tontos, ni otros tan listos.

Al día siguiente, el secretario general de Junts, Jordi Turull, dijo en una entrevista en RAC1 que a ellos les sabía muy mal la imagen de los Mossos deteniendo a Puigdemont porque esto mermaría la percepción de la ciudadanía hacia el cuerpo de policía, aquí rayó el motivo de querer evitarla. Creo que es uno de los episodios de cinismos mayores que he visto jamás. Su razonamiento es que los Mossos, dejando escapar a una persona que, anunciado a bombo y platillo su llegada a tal hora y tal día, quedarían en muy buen lugar si no eran capaces de pillarle después de dar un mitin. Si le hubieran detenido habrían salvado la papeleta con los unionistas, pero al no hacerlo han quedado mal en ese sector y en el independentismo, dado que la sensación es que son unos obtusos incapaces de retener a un señor que estaba hablando en vivo y en directo en televisiones autonómicas y estatales.

Es evidente que todo esto es fruto de la animadversión de Junts hacia ERC. El conseller de Interior tuvo que comparecer al día siguiente, con la plana mayor de los Mossos, explicando lo ocurrido. Visiblemente compungidos y cuyo resentimiento cortaba el aire, se despacharon a gusto con Puigdemont. Este combate fratricida entre dos formaciones independentistas ha llevado al paroxismo: el movimiento de Junts es un castigo hacia los republicanos. Si querían hundirlos no hacía falta todo este show, ya lo habían hecho ellos solitos con el escándalo de los carteles de Maragall y el Alzheimer y con este nuevo tripartito encubierto que, como auguran algunas encuestas, podría liquidarlos definitivamente como organización política (por último sobrevivieron por los pelos -las elecciones del 28 N, 2010, pasaron de 21 diputados a 10-). Estamos expectantes para ver la segunda temporada de "Confidencial.cat".

Sea como fuere, la ley de amnistía, claramente inconstitucional (solo hay que leer el preámbulo y los malabares dialécticos que intentan justificar sus escasos dieciséis artículos o acudir a la última obra al respecto: La amnistía: el caballo de Troya de la democracia, coordinada por Andrés Betancor), ha sido un arma de doble hilo; primero porque se amnistiaron a policías que participaron en el uno de octubre y ulteriormente porque actores secundarios se han salvado jurídicamente, pero la persona a la que estaba destinada esta ley ad hoc tuvo que huir.

Esto teniendo presente el art.1.3 apartado segundo que dice “Los actos cuya realización se hubiera iniciado antes del día 13 de noviembre de 2023 también se entenderán comprendidos en el ámbito de aplicación de la presente ley aunque su ejecución finalizase con posterioridad a esa fecha ”. Por tanto, las personas que empiecen a sufrir las consecuencias jurídicas de presuntos delitos de encubrimiento de la última semana, etc, ya no podrán acogerse a esta ley, especial mención a los policías que colaboraron. 

En conclusión, como dijo Puigdemont RAC1 el 9 de abril de este año, "no puedo hacer política activa si no tengo la responsabilidad de la presidencia", anunciando que si en estos comicios no salía elegido como presidente dejaría la política. Pues bien, todavía no ha dado ninguna señal sobre el tema, pensará que todos somos amnésicos. La función acabó sin grandes aspavientos y con cierta indiferencia respecto a la realidad de la calle y lo que sucedió en el hemiciclo. El “catalán tranquilo” se convirtió en presidente y las ínfulas megalómanas llegadas desde Waterloo fueron tanto simbólicas como espurias. En resumidas cuentas, las opera buffa tienen, generalmente, finales armoniosos y felices (véase Pergolesi o Mozart), no es nuestro caso, salvo que se empiece a pensar en dar un paso al lado.

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