El ocaso de Yolanda: algunas verdades
En las pasadas elecciones europeas, la realidad le dio a Yolanda la bofetada que venía necesitando hace tiempo
Hay momentos en que la vida se bifurca ante nosotros, instantes en que vemos la historia fluir, como un río poderoso, bajo el puente que cruzamos. El otro día tuvimos uno de esos destellos: Yolanda Díaz comenzó, de manera inconcreta e inexplicable, a hablar de sí misma en tercera persona.
En principio, solo se refieren a sí mismos en tercera persona los raperos de Detroit, los narcos de Tijuana y algunos gurús californianos. ¿Qué le pasó a Yolanda?
La izquierda renunció, en algún momento de la década de los 90, a la transformación del modelo económico para dedicarse a ponerle parches al capitalismo (en vez de cuestionarlo) y lanzarse a un frenesí de narrativa delirante sobre hielos que se derriten y hombres embarazados. Yolanda, como producto perfecto de esta época estúpida, ha llevado esta neo-izquierda a nuevas cotas de desastre y calamidad: al mismo tiempo que besa a los banqueros como una exnovia psicótica, se manifiesta el 1 de mayo por las calles, gritando consignas rimadas, como si ella no fuera ministra de Trabajo, todo ello aderezado con un torrente incesante de tonterías sobre abrazos, cariños, cuidados y mimos.
En las pasadas elecciones europeas, la realidad (que por lo general se maneja con majestuosa indiferencia respecto de nuestras magias ideológicas proyectivas) le dio a Yolanda la bofetada que venía necesitando hace tiempo. Algo se rompió ahí y la mujer, en un estado de entumecimiento moral, comenzó a hablar de sí misma en tercera persona: “todo el mundo puede estar tranquilo, Yolanda Díaz no se va”.
Por supuesto que no se va. Sigue agarrada a su escaño y a su ministerio y seguirá besando a Pedro como si lo estuviera esculpiendo en un barro prometeico y basal, como si tuviera que insuflarle vida mediante una extraña forma de Devoción Fricativa.
Deja tras de sí un rosario de partidos escabechados y sin norte: los Comuns de Ada la Navegante, los hippies BMW de Más Madrid, los gandules de Compromís, los camaradas del PCE, además de haber perdido el acceso al búnker de Galapagar. Será vicepresidenta, no se sabe en nombre de quién, seguirá abrazando a los banqueros y dirigiéndose a los ciudadanos con ese enervante tono suyo de parvulario de monjas progres: podemos estar tranquilos. Seguirá riendo y dando saltitos.
Esperemos que se afilie rápido al PSOE y lo hunda en el caos y el cisma en un par de meses, según su costumbre. Destrozada la izquierda, habrá cumplido su función y la podremos jubilar en paz.
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