Imagen de Trudeau, primer ministro del Canadá, con unas figuras recortadas de papel

OPINIÓN

La nueva dictadura

El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, nunca decepciona, siempre está dispuesto a ir un paso más allá en pro de minorías sociales inexistentes o no oprimidas

El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, nunca decepciona, siempre está dispuesto a ir un paso más allá en pro de minorías sociales inexistentes o no oprimidas, aunque él afirme lo contrario, y avanzar un poco más en el desarrollo del pensamiento único del sistema, de la dictadura de la corrección política.  

No tuvo bastante con la aprobación de leyes absurdas contra la mayoría de la población; con el uso de medidas draconianas contra los camioneros que protestaron frente a sus medidas de Gobierno en 2019, llegando a congelarles las cuentas e incautar camiones; con meter a la cárcel a Robert Hoogland, padre ejemplar, por resistirse a que su hija fuera hormonada e iniciara un cambio de sexo a una pronta edad. 

Justin Trudeau, primer ministro de Canadá en un evento con el Presidente de Slovakia en su visita a Canadá

Todo esto no ha sido suficiente para Trudeau, es el exponente de gobernante pelele y servil a los grandes poderes, nunca pierde una oportunidad para ser el primero en dar el siguiente paso al servicio de sus amos. En esta ocasión ha decidido llevar al siguiente nivel la cancelación, los linchamientos y la criminalización ante el que opina diferente. 

En un acto de demencia fuera incluso de la “normalidad” en las prácticas de este tipo de sujetos infames, ha decidido impulsar una ley para ejercer un control efectivo y total sobre la población canadiense. Si sale adelante cada persona deberá tener sumo cuidado con lo que expone en sus redes sociales, ya sabemos que cualquier afirmación que no case con el discurso oficial e impuesto puede conllevar penas, pero lo que quiere hacer Trudeau pasa al siguiente nivel.

Los canadienses podrán sufrir arresto domiciliario y graves multas si cometen lo que los woke denominan delito de odio. En la práctica, este tipo de “delitos” es cualquier cuestión que no vaya en su línea de pensamiento. En nombre de la supuesta inclusividad y seguridad personal, apuntalan una dictadura que se recrudecerá con el paso del tiempo, hablan de pluralidad, pero nada puede desarrollarse si va en contra de su modo de entender el mundo.

Justin Trudeau, primer ministro de Canadá respondiendo preguntas en una conferencia en Southern Alberta

Lo más polémico de la ley se encuentra en el supuesto de defensa del genocidio, el cual puede acarrear una condena perpetua. Ya sabemos que solo van a reprimir a aquellos defensores de genocidios mal vistos por ellos, dudo mucho que haya condenas por defender a Marruecos y su genocidio contra los saharauis, o al que cometen los israelíes con los palestinos.

Genocidio es solo cuando lo comete alguien con el que no tienen negocios turbios, si hay dinero de por medio no van a condenar a nadie. Esta maniobra no es más que otro intento de dotarse de herramientas para tener a la gente más sojuzgada.

Otro ejemplo similar a Trudeau es su compañero Arif Virani, ministro de Justicia, que se muestra muy preocupado en su Twitter por los niños canadienses, cuando lo que está promoviendo les está robando la libertad y su futuro. Habla de protección, pero solo quiere tenerlos controlados desde la niñez.

El liberalismo libertario del que hablaba Michel Clouscard ha intensificado su actividad, ha seguido desarrollándose y extendiendo sus tentáculos por todo el mundo, disfrazado de progresista y humano, pero siendo la reacción más oscura de todas. Los “avances” de Trudeau no tardarán en llegar a Europa, debemos ir mentalizándonos de que nos va a tocar confrontar si no queremos vivir en el Gran Hermano, si es que no estamos ya en él.

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