No es solo la sequía
La sequía no es lo único. En Cataluña, estamos pagando el desbarajuste de más de una década de malos gobiernos
Aquellos polvos nos han traído estos lodos. Ahora, en Cataluña, estamos pagando el desbarajuste de más de una década de malos gobiernos.
En diciembre de 2023 saltó la primera alarma: según el informe PISA, Cataluña registró unos resultados “catastróficos” y se situó a la cola de España. Los alumnos catalanes de 4º de ESO fueron los que más puntos perdieron en matemáticas desde 2018. También suspendimos por inclusión, el alumnado de origen migratorio va dos cursos por detrás respecto al nativo.
El pasado 1 de febrero los 202 municipios que forman parte del sistema Ter-Llobregat entraron en emergencia por sequía. Esta situación afecta a más de seis millones de personas. La medida se tomó porque los embalses de esa cuenca están con un caudal por debajo del 16%, y esa situación, como indica el Plan de Sequía, implica una reducción del uso del agua.
Desde ese momento, 239 municipios se encuentran en escenario de emergencia (los 202 del sistema Ter Llobregat, 22 del acuífero del Fluvià Muga, 12 del embalse de Darnius Boadella, 2 de Riudecanyes y Vallirana). En cambio, los municipios que dependen del Consorcio de Aguas de Tarragona han pasado de alerta a prealerta, al mejorar el estado del embalse de Mequinenza.
Es cierto que en los últimos tres años prácticamente no ha llovido y eso nos ha llevado a la sequía más severa desde que se tienen registros. De todas formas, situaciones como esa no deberían cogernos por sorpresa.
Hace tiempo que los científicos avisan de que el cambio climático es un hecho. Año tras año se baten récords de temperatura, primero en verano y ahora también en invierno.
En el Mediterráneo los episodios de sequía no son nuevos. En el siglo XX sucedieron con relativa frecuencia, pero en las últimas décadas cada vez son más habituales. Tuvimos sequía en 1985-86, también en 1988-90, que dejó la reserva de agua del pantano de Sau en el 5,7%, y entre 1999 y 2003 se tuvieron que emitir hasta tres decretos de sequía.
La falta de previsión y de inversiones en los últimos años, han hecho que más de dos tercios de la población catalana esté en una grave situación de falta de agua. Esa circunstancia nos ha llevado a la imposición de restricciones a su consumo y la búsqueda a de medidas alternativas para intentar paliar un problema que se veía venir desde hace tiempo.
La solución que se ha encontrado es que, de persistir la situación, a finales de primavera se traiga agua procedente de Valencia. En concreto, desde la planta desalinizadora de Sagunto. Eso sí, con la inestimable colaboración económica de papá Estado. Al final va a resultar que el opresor Estado español y una autonomía gobernada por PP y VOX nos va a sacar del atolladero en que nos han metido nuestros gobernantes con su falta de previsión.
La Comunidad Valenciana cuenta en la actualidad con el triple de plantas desalinizadora (un total de seis) que Cataluña (tan solo dos). Y, por consiguiente, con una capacidad mucho mayor de obtener agua por esta vía. Así, mientras las dos de Cataluña solo pueden llegar a generar un total de 80 hectómetros cúbicos al año, la capacidad de producción valenciana es de más del doble: hasta unos 200 hectómetros cúbicos anuales.
De las dos desalinizadoras existentes en Cataluña, la última de ellas se acabó de construir en 2009, cuando gobernaba el segundo Tripartit, presidido por José Montilla. O sea, hace ya 15 años, y desde entonces, tanto Artur Mas, como Carles Puigdemont, como Quim Torra y, en la actualidad, Pere Aragonès han ido postergando los proyectos que se podían haber desarrollado, seguramente porque para ellos la política de las cosas era —y es— poco importante.
Eso sí, grandilocuencia y arrogancia no faltan. Si entramos en la página web de la Agència Catalana de l'Aigua (ACA), el ente encargado de la planificación y la gestión del ciclo del agua en Cataluña, nos explican que disponemos de la desalinizadora “más grande de Europa para el abastecimiento urbano” y eso “ha permitido incrementar la garantía y la disponibilidad de agua” en Barcelona, su área metropolitana y comarca, así como también las del Penedès, Baix Llobregat, Anoia, Garraf, Maresme y Vallès. Ni un ápice de autocrítica.
También nos dicen que la segunda desalinizadora de Cataluña, y primera que se construyó en 2002, fue la de La Tordera. Ubicada en el municipio gerundense de Blanes, su objetivo, según el Govern, es “satisfacer la demanda de la zona”. Sin embargo, en ningún momento se menciona que en 2022 se perdió casi el 25% de agua potable por la mala conservación de las tuberías de distribución.
El origen de esta sequía hay que buscarlo en nuestra ubicación geográfica y en el cambio climático. Cierto y hay poco o nada podemos hacer. Ahora bien. La desidia y/o la falta de capacidad de los sucesivos gobiernos de la Generalitat son los causantes de esta lamentable situación de escasez; dramática para sectores como la agricultura o la ganadería.
Por eso, la realidad nos pone de nuevo frente al espejo y, como ciudadano de a pie, siento vergüenza ajena por lo mal que se han gestionado nuestros recursos en los últimos años. Algún día alguien tendrá que explicar que hemos ganado y que hemos perdido en ese viaje a ninguna parte que iniciamos hace más de 10 años sin norte y sin brújula.
Pero es que no solo es la sequía. Como me comentaba, días atrás, un viejo luchador con muchas experiencias sociopolíticas acumuladas, ¿qué podemos esperar de un Govern que es incapaz de mandar un mensaje de pésame a la familia de un servidor público, nacido en Cataluña, que ha perdido su vida, a manos del narco, intentando protegernos a todos? Ciertamente, nada.
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