Imagen de un niño con las manos en la cabeza en actitud de estudiar

OPINIÓN

Los supereducadores

A nivel académico son de una constancia y perseverancia impresionantes, hasta de una inteligencia envidiable gracias al estudio esforzado dirigido por sus padres

¿Qué hay más allá del Polo Norte? Pues alguien anduvo mucho y lo averiguó, el Polo Sur. Ir más allá de lo establecido nos lleva muy lejos, nos puede transportar al otro extremo de lo buscado, a lo contrario. A las morales estrictas les pasa algo parecido, invierten los polos de los demás.

Las férreas convicciones religiosas, sociales, políticas o de otro estandarte provocan la repulsa de sus contrarios. Una educación bajo ese influjo roza la perfección, tanto que puede que el mundo del adolescente pegue la vuelta, el Norte se nos vuelva Sur.

La pubertad se caracteriza por cuestionar todo lo que los adultos impusieron. Cambiar las cosas, e incluso dirigirse a los extremos, suele suceder durante esta etapa de la vida. Quizás la pubertad exista como una adaptación biológica para que se produzca el progreso cultural en nuestra especie, aunque dudo mucho que esto sirva de consuelo a quienes padecen púberes recalcitrantes por casa.

Estudiantes esperan a que comience un examen de la convocatoria extraordinaria de la Evaluación para el Acceso a la Universidad (EvAU), en el exterior de la Facultad de Farmacia de la UCM,

Quizás haya que comprender que una moral demasiado estricta da unos frutos educativos relucientes y muy maduros, pero puede que la adolescencia y su giro de polos los eche a perder, es decir, que lo muy maduro se pudra. Cuando eso ocurre puede que estemos delante de unos supereducadores, padres muy controladores del entorno, amistades y actividades del retoño. Entre ellos no suelen discrepar ante el zagal, ya que el frente está muy unido bajo una misma moral o creencia.

Tampoco justifican a su prole ante los demás ni les ríen las gracias. En cuanto al tiempo con sus hijos compartiendo juegos, amor y disciplina, es de alta calidad. Visto lo anterior, no suelen ser amigos de sus hijos, pero sí sus fieles educadores. En fin, que son todo un ejemplo que seguir. Entonces, ¿cuál puede resultar el problema? Pues el excesivo aislamiento del alumno y la creación prematura de un adulto artificial.

En fin, un escolar con un ego muy fuerte, sujeto a los preceptos inculcados y con pocas experiencias sociales. Cuando llegan a la pubertad, y curiosean el mundo que les rodea, son una bomba de relojería si caen en malas manos.

De todas formas, estos zagales son ejemplares, en muchos aspectos, con una humilde autoestima, no exigen muchos caprichos a sus padres. Orgullosos, que no provocativos, presentan un riesgo de fracasar casi nulo, a no ser que su polo Norte se dirija al Sur. A nivel académico son de una constancia y perseverancia impresionantes, hasta de una inteligencia envidiable gracias al estudio esforzado dirigido por sus padres.

La verdad es que los supereducadores realizan prodigios con sus hijos gracias a una gran dedicación y a un buen ideario moral. A tenor de esto hay que admitir que la genética no siempre es la razón de la inteligencia, ya que la mayoría de los jóvenes brillantes no nacen, se hacen, algo que choca con nuestra concepción determinista del tan de moda genoma humano. Ahora todo parece contenido en nuestros genes, aunque es la cultura quien amasa el barro de nuestras capacidades innatas.

Una clase de niños sentados con una profesora levantada

Cierto es que heredamos potenciales gracias a nuestros cromosomas y que bajo un buen influjo estos llegan a fructificar como deben, pero la inteligencia de los hijos de los supereducadores, y según los últimos descubrimientos en neurobiología y psicología, surge claramente más del influjo familiar, con el estudio esforzado, que no del genoma heredado. Obviamente, cuando un zagal padece unas limitaciones clínicas severas, no hay que pedir peras al olmo, solo un diagnóstico y terapia en infantil.

Para promover más supereducadores, algunos pedagogos y sociólogos ya están hablando de una innovación, la educación híbrida, y no, no se trata de que hibriden y se mezclen los alumnos, sino de tenerlos en casa y que los docentes impartan clase a cientos de ellos por la red, un ahorro de colegios y aulas a lo Thatcher.

El problema es que ello, y como en tantas ocasiones anteriores, no es ninguna innovación, sino que lleva tiempo con nosotros. Es la escuela en casa defendida por John Holt durante la década de los sesenta del siglo pasado, es decir, la idea ya lleva con nosotros unos sesenta años. En ello los padres se niegan a escolarizar a sus hijos en infantil y primaria con argumentos bastante sólidos. Estos progenitores suelen ser familias de buen nivel adquisitivo y cultural.

Ellos mismos se responsabilizan de formar a sus chavales en ciencias, humanidades y valores humanos. El problema es la socialización de estos hijos. Poseemos un cerebro paleolítico, es decir, una mente que no ha cambiado demasiado durante los últimos 300.000 años.

Pese a ello, esta lleva millones de años adaptándose a lo que todos los primates superiores hacemos, vivir en sociedad. Lo más natural desde la aparición de nuestro ancestral encéfalo, que no estúpido, es que los zagales vivan en contacto los unos con los otros, que se socialicen y que las contradicciones sirvan para aprender a elegir.

Un estudiante durante un examen de la convocatoria extraordinaria de la Evaluación para el Acceso a la Universidad (EvAU), en la Facultad de Farmacia de la UCM

La escuela en casa defendida por John Holt (1923-1985) puede acarrear problemas de socialización si los padres lo hacen mal. Holt defendía que la culpa del fracaso escolar era de los maestros en infantil y primaria, por ello proponía que la escuela, que no el instituto, fuera en casa. En teoría, y en la práctica también, el éxito de los niños así educados no resulta malo.

En Estados Unidos un 3 por ciento de la población infantil así se les prepara y sus niveles son mejores que los del colegio público. Es decir, que estos padres saben enseñar y socializar correctamente a sus hijos. De hecho, imparten un buen nivel de lingüística, aritmética y demás especialidades que las pedagogías teóricas han denostado. Bien llevada, por tanto, la niñez en casa no resulta nociva.

El problema es tener tiempo y recursos, más su ilegalidad en España ante la escolarización obligatoria en infantil y primaria.