Neoliberalismo, patriarcado y otras excusas para la impunidad
Esta semana se han sobrepasado todos los límites con el caso Errejón
Hace unos meses escribí en este mismo medio “La izquierda woke o el monopolio del insulto”, una especie de relato paródico, pero a la vez bien real de la corrección política absurda que se impone desde la izquierda posmoderna—gracias a la complicidad y a la inoperancia de la derecha, dicho sea de paso. Si bien en ese momento quería reprochar que la incoherencia se había convertido en un emblema, esta semana se han sobrepasado todos los límites con el caso Errejón. Sé que, a los catalanes, esto de Errejón les “pilla lejos”, pero quiero escribir sobre ello porque la incoherencia woke que representa este asunto ha infestado, más que en ningún otro lugar, el panorama político catalán.
Era jueves, tenía una hora libre y, con el café, decidí abrir Twitter. Íñigo Errejón, diputado del Congreso en representación de Sumar, uno de los ideólogos de Podemos y fundador de su escisión Más País, había dimitido. De repente, inocente, pensé que, después de tantos años, simplemente había decidido lo que Gabriel Rufián había dicho que haría cuando hubiera cumplido dieciocho meses en política.
Entonces, decidí leer el comunicado y las alarmas se me encendieron cuando vi estas afirmaciones: “he llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona. Entre una forma de vida neoliberal y ser portavoz de una formación que defiende un mundo nuevo, más justo y más humano”; “Esto genera una subjetividad tóxica que, en el caso de los hombres, el patriarcado multiplica”.
De pronto, diferentes medios se hicieron eco de que el motivo de su renuncia no era este supuesto agotamiento mental, sino una proliferación de denuncias de mujeres que afirmaban que las había acosado o agredido sexualmente. Tras recordar todas las veces que Errejón se había comportado como un auténtico aliado de la causa feminista, no podía creerlo. ¡Pero si era de esos que siempre saludaba!
Los juzgados dictarán sentencia, pero mientras tanto, quien ha quedado más que sentenciado ha sido, por lo menos, el discurso feminista de Podemos, Sumar y Más País. Las reacciones no tardaron, casi todas con contundencia, aunque lo que más me llamaba la atención era que daban a entender que hacía mucho tiempo que todo esto se sabía o, al menos, se sospechaba.
Así como los bomberos no se pisan la manguera, los políticos que compartían la lucha feminista con Errejón no le pararon su manguera descontrolada. Ahora, incluso, en uno de los ridículos más espantosos que se recuerdan, emulando a San Pedro cuando negó tres veces a Jesús antes de que cantara el gallo, desde Sumar y Más Madrid han dicho que ya no conocían a este personaje, que ni siquiera militaba con ellos.
Eso sí, han propuesto que para que no se repita una situación similar, todos los militantes que ocupen cargos públicos, a partir de ahora, tendrán que pasar un curso contra el acoso sexual. Estos cursos mágicos que, de repente, te convierten en una gran persona. Podría ser una de estas porras absurdas que hacemos los seguidores de La Catalunya Woke: nuevamente, la realidad woke supera cualquier ficción.
Contra todo pronóstico, o no, lo que se ha visto es que el feminismo de los hombres militantes de izquierda ya se ha convertido en un escudo perfecto para camuflar unas actitudes execrables. Incluso ahora, ponen la excusa del patriarcado y el neoliberalismo. Por el contrario, sugiero sensatez y respeto del espacio ajeno como medida preventiva, en lugar de pervertir la lectura de Simone de Beauvoir.
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