Montaje Mickey Mouse enfadado con Santiago Abascal

OPINIÓN

Mickey Mouse y la Bauhaus contra VOX

La lista de rechazos es tan larga que se puede subsumir en un rechazo que los engloba a todos

Cuando hicimos un viaje en coche con los niños a Berlín Oriental aún bajo el régimen de Pankow, nos advirtieron de que no lleváramos tebeos de Mickey Mouse en el coche. No los llevamos. ¿Qué tiene eso que ver con Vox? Mucho.

En España hay dos derechas grandes, el PP y Vox. Se distinguen por el grado de intensidad de sus propuestas, que básicamente son reactivas respecto a los logros del Gobierno de España de la coalición PSOE y Unidas Podemos. El PP se queda mayormente en los “ajustes” -dice que solo derogaría las leyes de Memoria Democrática, Vivienda, “Trans” y garantía de derechos a los LGTBI-, Vox va a los rechazos totales, un grado más que el PP, por eso Vox es un partido de ultraderecha.

No todas las derechas europeas se distinguen solo por el grado. La democracia cristiana alemana de la CDU y la ultraderecha de la AFD, además del grado en determinadas coincidencias, pocas, se distinguen por el concepto, la CDU no rechaza la Bauhaus ni tendría por enemigo a Mickey Mouse, la AFD sí.

Las propuestas de Vox pivotan sobre rechazos, rechaza la inmigración, el feminismo, el cambio climático, la Unión Europea, el aborto, la eutanasia, la reforma laboral, la Bauhaus, etc. La lista de rechazos es tan larga que se puede subsumir en un rechazo que los engloba a todos: el “rechazo del presente”, y lo rechaza porque no lo entiende, y al no entenderlo lo teme y prefiere el pasado, lo tiene por mejor y más seguro, por eso Vox, regresando al pasado, es un partido reaccionario. 

Hay rechazos que fácilmente se comprenden, por ejemplo, el rechazo del feminismo. Vox teme la igualdad social del hombre y la mujer, quiere restablecer una indiscutible superioridad de género, la del macho sobre la hembra, así de primitivo, por eso Vox es un partido primario.

Pero hay rechazos que a la primera no se comprenden, por ejemplo, el de las publicaciones infantiles Camacuc y Cavall Fort -en el fondo, lo de la lengua es una excusa-, como tampoco se comprendía el rechazo de Mickey Mouse por los nazis de Berlín y por los (falsos) comunistas de Pankow, hasta comprender, demasiado tarde entonces -ahora, esperemos haberlo comprendido a tiempo- que se rechazan porque son “arte degenerado”, ya que el único arte virtuoso sería el que ensalza los valores nacionales y cuenta las gestas de los héroes propios para solaz e imitación de pequeños y mayores. 

¿Y por qué Vox en un subapartado “cultura” de su programa electoral rechaza expresamente “el estilo arquitectónico” de la Bauhaus?

La Bauhaus fue, en efecto, un movimiento arquitectónico, pero fue mucho más. Surgida en la República de Weimar en 1919 su propósito era la reconstrucción de la Alemania arruinada y destruida moralmente por la guerra, construyendo una sociedad más civilizada, más justa, más humana, el estilo arquitectónico de la sencillez y la funcionalidad representaba y reflejaba esa aspiración.

Estas características son las que exhibe el pabellón Mies Van der Rohe de Barcelona, que expresa aquel ideal de limpia, luminosa modernidad.

Si Vox cuando manda retira dos inocentes publicaciones infantiles, si pudiera, presumiblemente, retiraría el pabellón Mies Van der Rohe, lo anticipa su rechazo de la Bauhaus. Es su manera de defenderse de los que toma por enemigos. 

Todo liga, forma parte de la misma concepción: el rechazo del presente, incluso a través del rechazo de un pasado brillante, hoy intencionalmente recuperado por la Comisión Europea al crear en 2021 la Nueva Bauhaus Europea “con el fin de explorar y descubrir (como su antecesora) nuevas soluciones de viviendas estéticas, sostenibles e inclusivas y de contribuir al cumplimiento del Pacto Verde Europeo”.

Vox tiene la virtud de ligar los rechazos, el de la Bauhaus con el del cambio climático por la práctica, el suyo de publicaciones infantiles actuales con el del viejo Mickey Mouse por los totalitarios históricos por la intención. 

Votar a favor de esos rechazos puede resultar tan peligroso como lo fue votar a los que, en Alemania, en los años treinta del siglo XX, rechazaban Mickey Mouse y la Bauhaus. Vox solo no gobernará, solo puede gobernar en coalición con el PP, por lo tanto, votar PP es también votar Vox.