
La memoria en el aula
El esfuerzo, la memoria y la disciplina son clave para el profundo aprendizaje y la formación de un pensamiento crítico y creativo
Retener conocimientos y valores básicos permite barajarlos para luego construir análisis, razones y actitudes críticas. Sin memoria no hay conceptos y sin conceptos no existen argumentos. Intente pensar sin palabras, sin imágenes y sin conceptos. Entonces, ¿qué ocurre? Que se queda en blanco.
Desgraciadamente, las leyes educativas, junto con las pedagogías teóricas, abogan por la reducción de la memorización y que los alumnos deben forjar sus conocimientos bajo la deducción propia y no con la retentiva, es el llamado alumnocentrismo. Es decir, que los estudiantes no están en el colegio para aprender lo que saben los maestros, sino que están en el centro para jugar a aprender a aprender.

Ahora los docentes no necesitan saber tanto de su especialidad bajo su profecentrismo, solo deben guiar a sus alumnos para que aprendan por ellos mismos. Además, el deber de un alumno ya no es esforzarse para entender lo explicado, ya que no es necesario que este aprenda lo que no sabe.
Ante tal cúmulo de sandeces, veo normal los resultados que obtenemos en PISA año tras año. Si aprender canciones, o poesías, estimula el recuerdo en la mente, ahora el alumno debería escribir y cantar hasta que, por deducción, o por azar, un zagal redacte un soneto de Quevedo, así aprendiendo, aprendería, aunque desaprendiendo a desaprender. La neurobiología hace tiempo que ha demostrado que sin conceptos previos resulta inviable deducir nuevas estrategias, ¿cómo se puede deducir el cálculo de una raíz cuadrada sin saber antes el concepto de potencia?
O pongamos, por ejemplo, que deseamos que nuestros hijos comprendan un texto. Para ello siempre se necesitaron dos cosas, la concentración en el aula y la memorización de las palabras necesarias. Ello implica fijar conceptos en la memoria y no convertirse en un artista bohemio y soñador. Y cabe insistir que por falta de buena memoria, los alumnos españoles presentaron los peores resultados de la UE en los diversos informes PISA, y ello no fue por falta de creatividad, sino por ausencia de concentración, léxico y estudio.
La creatividad y la imaginación siempre surgieron de la combinación y modificación de conceptos previos y aprendidos. Isaac Asimov nos deleitó con su imaginación en muchas novelas, pero no hay que olvidar que escribía con alto conocimiento de causa, era físico, y no por revelación divina, sino por esfuerzo personal y adiestramiento universitario.

Bach fue muy innovador, pero partió de Vivaldi para así mejorarle, no solo cambiarle. El filósofo francés André Comte-Sponville escribió que solo mediante la trasmisión del pasado a los hijos les permitimos inventar su futuro. Vaya, que sin dominar toda la tradición anterior, Bach jamás habría revolucionado la música moderna. La creatividad artística es algo propio de los humanos, pero esta no deviene innata. Necesitamos muchos conocimientos para poder pensar bien y desarrollar grandes avances. Para descubrir cosas nuevas hay que partir de otras aprendidas, ¿cómo si no pretenderíamos formar personas solo con cabezas vacías?, ¿cómo avanzó sino la investigación?, ¿acaso cada teoría científica partía de cero sin tener en cuenta todas sus anteriores? Como decía George Steiner, la memoria siempre fue el marcapasos de la inteligencia.
La neurobiología ha demostrado que la memorización se fija en nuestras neuronas gracias a una sustancia que recubre el axón de estas células, la mielina. Ello se acelera a partir de los dos o tres años y progresa mejor a más esfuerzo mental del individuo. De hecho, los neurobiólogos Douglas Fields y Mariano Sigman han demostrado que el cerebro humano adquiría mayor potencial de aprendizaje si desde pequeño uno se esforzaba. Cuando nacemos nuestras células cerebrales se hallan poco mielinizadas. El ritmo y crecimiento de esta sustancia alrededor de los axones influye en el aprendizaje, la memorización y la inteligencia.

Lo más curioso del caso es que el recubrimiento de mielina es mayor en individuos que desde pequeños fueron estimulados y educados bajo el esfuerzo y la memorización. Es decir, la perseverancia, el orden y los límites expanden nuestra mente y aumentan nuestro cociente intelectual. Estudiando y memorizando es como aprende nuestro cerebro a aprender. Es más, sin esfuerzo estudiantil se debilitan las capacidades cognitivas y futuras del escolar, las neuronas no se mielinizan y el potencial memorístico queda malogrado por mucho que se juegue al aprender a aprender. En fin, que un buen docente no es quien se lo da más fácil a sus alumnos, sino quien los hace mejores. Por desgracia, la pedagogía teórica pugna para que se impartan menos conocimientos.
Hoy la política educativa sigue ciega a la realidad pensando que la no memorización es una innovación educativa. Desgraciadamente, poco tiene de innovador esta, ya que fue planteada a principios del siglo XX por John Dewey, posteriormente introducida por escuela de La República en los treinta, reflejada en la escuela franquista en los sesenta (ministerio de Villar Palasí), y hoy en día escrita en nuestras leyes educativas (LOE del 2007 hasta la LOMLOE de 2020). Y todo ello con la paradoja que el mismo Dewey planteaba ya por 1929, que lo que está mal es tomar una teoría y convertirla en ley. En fin, que la no memorización lleva tiempo entre nosotros, y claro está, sea de la izquierda o de la derecha, muchos no se acuerdan.
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