Mejorar la lectura entre los adolescentes
Aquellos alumnos que escriben correctamente suelen alcanzar buenas notas al saber expresar sus conocimientos
PISA pone de manifiesto que los países con mayor dominio del idioma, mejores resultados obtienen. Un factor fundamental responsable de nuestro fracaso escolar es la falta de vocabulario y su redacción deficiente.
De hecho, aquellos alumnos que escriben correctamente suelen alcanzar buenas notas al saber expresar sus conocimientos. En este sentido existen estudios en donde se ha visto lo que mencionaba el pedagogo Gregorio Luri, el efecto Mateo.
Quién tenga heredará, y quién no tenga lo perderá
Me contaba este pedagogo que los alumnos que en preescolar dominan menos de 700 palabras fracasan en primaria, algo que solo se corrige con más horas de clase escuchando a educadores que dominen correctamente el idioma. Igualmente, las familias que han invertido tiempo en estimular y atender a sus zagales bajo un amplio y buen dominio del idioma, o idiomas, logran que estos superen las 700 palabras, un contexto que impulsa un aprendizaje rápido y exponencial durante la primaria de estos rapaces. En fin, la buena lectura regala extensa cultura.
Infundir, por tanto, el manejo de cuentos y canciones ya en edad temprana resulta fundamental para alcanzar la máxima comprensión y el óptimo aprendizaje. Simple, si un alumno ha leído en calidad, cantidad y atención, aprenderá a redactar con elegancia, corrección y orden. El problema actual es la ausencia de calidad.
Algunos expertos piensan que El Lazarillo de Tormes, La Celestina y otros clásicos deben ser relegados de la lista de lecturas aconsejadas. Argumentan que tales escritos son sexistas, racistas o clasistas, aunque contengan la historia del pasado más una calidad y variedad de vocabulario excelso. Vaya, que según esta regla de tres también habría que derrumbar las pirámides de Egipto al haber estado construidas bajo el sexismo, el racismo y el clasismo.
Para substituir las lecturas anteriormente derogadas, se proponen textos cortos redactados por ellos mismos o afines, pero no por literatos expertos, antiguos o modernos. Estos pasajes, por ellos recomendados, van cargados de actitudes emocionales, evitando con sumo cuidado caer en sexismos, racismos o clasismos, es decir, sin jamás utilizar la literatura real y de calidad. En esta es donde se aprenden dos cosas: hechos históricos, sexistas o no, y a leer con calidad para adquirir un vocabulario excelso.
Entre los libros recomendados por estos expertos, un negro no puede ser un gran deportista para diluir racismos; una mujer no puede acompañar a sus hijos al colegio al promover el sexismo; un banquero no puede ser más inteligente que un barrendero al exaltar el clasismo; y un homosexual no puede ser un pérfido delincuente para no alimentar la homofobia. Todo ello es abrumadoramente paradójico, ya que estos mismos expertos defienden la imaginación y la creatividad en la educación, pero la prohíben en la literatura.
Resulta más que obvio que la homofobia, el machismo o el racismo son chacras de nuestra historia, pero como tales han existido y deben enseñarse para no repetirse. Sin embargo, petulantes expertos en educación, pretenden olvidar toda la narrativa de calidad pretérita y actual, con el añadido de promover una censura que ya sufrimos en este país.
Sin abogar por la lectura del Quijote en la ESO, pero pasando de estos expertos a lo Fahrenheit 451, simplemente cabe incentivar la lectura de calidad entre los púberes. Para ello hay que optar por algo innato en los humanos, la curiosidad. Como primates emparentados con bonobos y chimpancés, nosotros somos altamente curiosos.
Comentar libros en clase sin relación aparente con la materia en cuestión, sorprende a los adolescentes, y es que el factor sorpresa de lo ilógico llama la atención de muchos púberes y les enciende la curiosidad por aquellos libros. Que los lean ya es otra cosa.
Una argucia para promover la lectura es leer en voz alta parte de un texto para dejar el final pendiente. Sus, venga profe, delatan su curiosidad no saciada. En igual sentido, cabe comentar la trama de un libro, pero dejarles el final colgado, algo que enciende otra vez su indignación. O dejar una novela sobre la mesa, pero con la portada a espaldas de la vista.
Muchos alumnos al pasar por allí giran el libro por la simple curiosidad de saber de qué va. Otra manera es comentar alguna obra con la coletilla que bueno, que no es para su edad, que ellos son demasiado jóvenes todavía, todo un reto para unos adolescentes ansiosos por demostrar su madurez. Y más todavía, prohibirles un libro y luego dejarlo olvidado encima de la mesa es toda una afrenta hacia un púber.
Pero los adultos debemos leer ante los chavales y que ellos nos crean un referente. De muy infantes es harto comprobado que aprender canciones les entrena a leer, algo que potencia su concentración y mejora sus redacciones. De forma similar leerles cuentos y dejarlos a medias anima a lo mismo. Hay que entender que aprender a leer es algo chocante, muy a menudo rechazado y hasta frustrante para los alumnos.
Aprender a leer puede ser de todo menos algo natural. Por tanto, y desde pequeños, los progenitores deben tomar conciencia que acompañar a los hijos a la biblioteca resulta un estímulo primordial para la lectura.
Pero, y para que esta aflore entre nuestros chavales, debe existir un entorno que lo permita. Tanto en el hogar como en clase debe existir mucho silencio y mucha calma. Todo ello, y de cumplirse, potenciará la lectura de calidad, regalando al zagal gran estabilidad emocional. Leer puede ofrecerles todo lo necesario para evitar el abandono académico, aunque aprender a leer bien requiere obligatoriedad.
La lectura periódica en uno, dos o más idiomas, regala vocabulario, fluidez en el habla, mayor soltura en la escritura y en muchos casos, hasta conocimientos. Leer de todo es fundamental para crear una sociedad crítica y que no sea voluble ante los intereses de los dirigentes, leer es básico para crear individuos a quienes no se les pueda vender la moto.
La prueba de todo lo anterior la hallamos en el aplaudido modelo de Estonia, un sistema con una auténtica pasión por la lectura y que lleva la delantera del éxito escolar por toda Europa.
Por ejemplo, y si el abandono escolar español oscilaba entre un 30 y un 25 por ciento, en Estonia se mantuvo a menos de la mitad del nuestro, cerca del 9 por ciento, mientras que la media de la Unión Europea rondaba el 14 por ciento. Y eso que los niños de Estonia comienzan la escolarización obligatoria más tarde que aquí, a los siete años.
A pesar de ello, y con solo dos años de escolarización, sus niveles de comprensión lectora a los nueve años son homogéneos y por encima de la media europea. Mientras, en España, con más años de colegio, se está en la cola y con enormes diferencias entre todos sus centros, con el añadido del progresivo empeoramiento en Ciencias y Matemáticas. Véanse al respecto los distintos estudios IEA de la TIMSS, o los PISA de la OCDE en igual sentido, y es que los ibéricos seguimos huyendo de la literatura excelsa.
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