Persona con cinta adhesiva en la boca y la palabra "CENSORED" en rojo sobre un fondo rosa.
OPINIÓN

Los censores

Si les hablo de Francesc Vallès y Carmen Pérez, probablemente sus nombres no les dirán nada

Si les hablo de Francesc Vallès y Carmen Pérez, probablemente sus nombres no les dirán nada. Pero si menciono que estas dos personas, al servicio exclusivo de Pedro Sánchez, ganan 122.894,36 y 99.396,82 euros respectivamente, seguramente a más de uno se le subirá la sangre.

Y si además añado que su función principal es censurar y vetar a los medios de comunicación, como ocurría durante el franquismo, todo puede estallar. De hecho, tanto Francesc Vallès como Carmen Pérez podrían haber trabajado bajo las órdenes de Francisco Franco haciendo exactamente lo mismo que hacen ahora.

Dos personas, un hombre y una mujer, en diferentes entornos.

Vallès y Pérez son los máximos responsables de la Secretaría de Estado de Comunicación del Gobierno de España. Uno, político de toda la vida, de Reus, que ha ido acumulando cargos como un fiel perro de Pedro Sánchez.

La otra, periodista con experiencia en Mediaset, sin carnet político —quién lo diría—, que llegó al Palacio de la Moncloa de la mano del predecesor de Vallès, Miguel Ángel Oliver. El político nunca debió ser responsable de comunicación en la Moncloa. La periodista no debió empezar a hacer política.

Hoy les hablo de estos dos personajes: uno que nunca sale de la oficina -excepto para ir a la zona VIP de un partido de la Eurocopa a cargo del Estado- y la otra que se sienta junto a Sánchez en reuniones con líderes internacionales como si fuera alguien importante, cuando no es más que una jefa de prensa, para que ustedes, señores lectores, sepan con qué debemos lidiar diariamente los periodistas que cubrimos la información del Gobierno de España.

A Francesc Vallès, cuando se unió al equipo de Sánchez en el verano de 2021, el presidente le pidió hacer una "comunicación gourmet". Es decir, crear un grupo de periodistas afines —El País, La Ser, InfoLibre, eldiario.es, El Periódico, La Sexta, TVE, RNE, Europa Press, EFE y Telecinco, entre otros— para filtrar lo que Moncloa desea filtrar en cada momento. Creando una comunicación paralela, una comunicación en B, que excluye al resto de medios —muchos con más lectores que algunos de los mencionados—.

Y Vallès ha sabido hacerlo bien. Nunca habíamos tenido un secretario de Estado de Comunicación, como ocurre con la dirección de comunicación del Congreso de los Diputados, que debería estar al servicio de todos, tan sectario, inoperante e inaccesible, como si fuera el dircom del PSOE —del que también hablaré—.

Carmen Pérez, siguiendo las directrices de su superior jerárquico, tiene como misión evitar a los periodistas incómodos —o aquellos que no escriben al dictado de las múltiples mentiras que escupe Vallès en los tradicionales 'corrillos'—, en los viajes internacionales de Pedro Sánchez. Ahora, incluso hemos visto cómo se convoca un viaje oficial, con menos de cinco horas para acreditarse, dos semanas después de pedir a los seleccionados que se vacunen para ir a África. Todo muy propio de una dictadura.

Y antes mencioné que también hablaríamos del dircom del PSOE, Ion Antolín Llorente. El hombre del tuit matutino con un paisaje y un misterioso 'buenos días y buena suerte'. Me da reparo hablar de él, porque no es nadie ni tiene poder —más allá de decidir qué serie ver cada día en su despacho, mientras otros, desde otras instituciones del Estado, como Belén Labadié en el Consejo de Estado o Vallès en la Moncloa, hacen su trabajo con un sueldo pagado por todos—.

Pero si hablamos de censores, también debo mencionar a este personaje que, al igual que Pérez, se cree político. Hasta el punto de pedir a su equipo en Ferraz que le hagan fotos en cada actividad en la que esté presente. Fotos que luego se encarga de difundir a través de sus redes sociales y que, como buen pitbull, también utiliza para amenazar a periodistas.

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