Lluís Llach sonriente con una camiseta que dice "Fem + Curt El Cami" sostiene un micrófono frente a un escenario de concierto con una multitud y un fondo rosa.
OPINIÓN

Lluís Llach en el Canet Rock: camisetas invencibles

¿Qué es lo que hacía falta, en estos tiempos de zozobra y confusión, más que una nueva camiseta de la ANC?

Imagen del Blog de Octavio Cortés

La mejor manera de entender el procesismo consiste en categorizarlo no como movimiento político, sino como ópera bufa. La obstinada mezcla de Incompetencia y Épica de Telenotícies ha dado lugar a un sinfín de situaciones de una comicidad máxima, enteramente satisfactorias, que todos podemos recordar con agrado en estas horas estivales de inercia y gintonics. 

En la nueva temporada, los procesistas parecen haber apostado por renovar el reparto con rostros juveniles, frescos, llenos de dinamismo. En Erc se disputan el cortijo Junqueras y Vilalta / Rovira, los de Junts consiguen que se afilien al partido los expresidents Mas y Pujol (el prior de Montserrat no estaba disponible) y la ANC se pone en manos de Lluís Llach, quien realizó una aparición en el Canet Rock digna de figurar en los anales de “fites históriques” de la “revolució del somriures”.

En concreto, el divino Llach ofreció a los asistentes la primicia más esperada: la nueva camiseta de la ANC para la manifestación de la Diada. El público estalló en gritos de “in, inde, independencia” y ondearon las esteladas al viento de la historia. No era para menos.

Lluís Llach y el vocalista del grupo Els Catarres cantando en un escenario con micrófonos en la mano y luces de colores en el fondo.

¿Qué es lo que hacía falta, en estos tiempos de zozobra y confusión, más que una nueva camiseta de la ANC? ¿Podrá el malvado españolismo fascista reponerse de semejante golpe? El pánico debió extenderse por el Tribunal Supremo y el TSJC, viendo el embate colosal del cantautor, quien, no contento con esa primera y formidable andanada, regaló a la eternidad una versión poppy de Que tinguem sort, también por aquello de ir refrescando el repertorio musical.

Pujol y Lluís Llach ya estaban enredando a principios de los setenta, uno con flequillo y otro sin, pero más o menos tan pesados como ahora. El procesismo va camino de convertirse en un subproducto para geriátricos y cruceros de viudas por los fiordos noruegos. Lluís Llach primero participó del destrozo de Junts pel Sí, luego del destrozo del Consell Per la República, luego del destrozo del Forum Constituent (el magno legado del añorado Quim Torra) y ahora parece decidido a convertir la ANC en una mezcla de karaoke de campamento y urinario intelectual.

Ojalá veamos pronto una gira de Llach junto a Raimon, Maria del Mar Bonet y Antoni Basses con una mandolina y una botella de Anís del Mono. Una última llamarada de una generación de plastas antes de perderse en una eternidad de olvido. 

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