Una imagen en blanco y negro de un hombre y una niña, con un fondo rosa y un marco de líneas negras.
OPINIÓN

La Leyenda Negra y Julián Juderías, el políglota sin calle

Julián Juderías alzó la voz contra la Leyenda Negra, criticando sus exageraciones, omisiones y falsedades

Imagen del Blog de Joaquín Rivera Chamorro

El asunto de la Leyenda Negra española se ha puesto especialmente de moda durante las últimas dos décadas. Existe, incluso, una corriente hispanoamericana que ha comenzado a reivindicar la herencia española en América y a rechazar de plano un discurso de catástrofe, asesinato y destrucción que los nacionalismos de algunos estados-nación, surgidos tras los procesos independentistas de inicios del siglo XIX, han esgrimido recientemente.

La denuncia de esa leyenda y sus orígenes son mucho más longevos y se remontan al propio siglo XVII. Francisco de Quevedo se empeñó en acusar a los enemigos del Imperio como creadores de bulos y falacias para desacreditar a la que era primera potencia mundial en ese momento.

No cabe duda de que la denuncia de una Leyenda Negra intencionadamente difundida para generar descrédito no debe llevar implícita la exoneración de las posibles maldades, errores y abusos que fueron cometidos durante la existencia de la América Española. La esclavitud, las encomiendas o el sometimiento de algunos pueblos y la alianza con otros fueron recurrentes, sobre todo al inicio de la conquista. Pero también es cierto que las leyes promulgadas por la Monarquía Hispánica comenzaron desde muy temprano a proteger a los indígenas, incluyendo el mestizaje y el casamiento entre los conquistadores y los supuestos conquistados.

Un hombre con traje azul y corbata roja sostiene a una niña pequeña con vestido blanco y cabello rizado, ambos mirando hacia la cámara con una expresión seria.

También es cierto que España llevó a América Grecia y Roma, sus leyes, sus valores y costumbres. Creó ciudades, generó infraestructuras, catedrales y universidades y se replicó a sí misma en otro continente. El pago de impuestos era del quinto real, porque las otras cuatro partes del oro o la plata que se extraían se empleaban en los gastos del Nuevo Mundo. El Quinto Real encuentra su equivalente en el 21% del IVA con el que se gravan la mayoría de los productos en la actualidad.

En la época contemporánea y sobre todo a principios del siglo XIX, espoleados por la pérdida de las últimas migajas de lo que había sido un imperio ultramarino, surgieron voces que buscaron la verdad y la defensa de ella y que trataron de contrapesar una idea muy instalada en el relato anglosajón y centroeuropeo.

Julián Juderías Loyot

Julián Juderías constituye, sin lugar a duda, la voz más elocuente y erudita de cuantas se alzaron tras el desastre. Su libro La Leyenda Legra: Estudios acerca del concepto de España en el extranjero examina de manera exhaustiva y crítica la percepción distorsionada y negativa de España en la historia europea. Se publicó inicialmente en 1914 y la obra se presenta como una respuesta a las difamaciones e injusticias históricas que, según el autor, se han propagado sobre el carácter y la obra de España en el mundo.

Juderías justificó que la Leyenda Negra era una construcción histórica compuesta por exageraciones, omisiones y falsedades que, desde el siglo XVI, habían forjado una imagen de España como una nación brutal, fanática, y atrasada. Estas acusaciones, a menudo promovidas por potencias extranjeras y repetidas sin crítica en diversos medios intelectuales, constituyeron un obstáculo tanto para la apreciación justa de la contribución española a la civilización occidental como para la autoestima del propio pueblo español.

Lo cierto es que en España se asimilaron estas acusaciones como válidas y fueron esgrimidas, con tanto ahínco como las había difundido el propio Guillermo de Orange, por algunos nacionalistas centrífugos como razonamiento de la separación de sus compatriotas más pobres, asilvestrados y berebizados de la Meseta o Andalucía. Lean las lindezas del doctor Robers o de Pompeu Giner, ya presentados en estos artículos, para entender a que nos referimos.

El origen de la Leyenda Negra

Julián Juderías señaló que los primeros rumores negativos sobre España emergen en el contexto de las guerras de religión en el siglo XVI. La potencia más importante de Europa defendía el catolicismo en un mundo donde los protestantes ganaban terreno. Las narrativas antiespañolas, que fueron difundiéndose por los líderes protestantes, pintaron a los españoles como opresores despiadados y fanáticos religiosos, especialmente en su labor de colonización en América.

Retrato de un hombre con bigote, vestido con un traje verde y corbata azul, sobre un fondo claro.

A lo largo del siglo XVII, estas ideas se consolidaron en la literatura de países rivales, como Inglaterra y los Países Bajos, que vieron en la difamación de España una manera de justificar sus propios proyectos coloniales y políticos. Juderías argumenta que muchos de los textos que denunciaban la brutalidad española, como las acusaciones sobre la Inquisición o la explotación de los pueblos indígenas en América, se basaban en hechos distorsionados o simplemente falsos. Así, España fue presentada como un ejemplo negativo en la historia de Europa, mientras que otros países, con historias mucho más duras de violencia y dominación, escapaban de semejantes críticas. Solo hay que comprobar el modelo inglés y posterior norteamericano en los Estados Unidos y hacer un conteo de indios supervivientes para disponer de ejemplos empíricos de ello.

En la segunda parte del libro, y para mí la más interesante, Juderías aborda cómo los extranjeros, a lo largo de los siglos, han creado una imagen distorsionada de los españoles como vagos de solemnidad, fanáticos, y crueles sin escrúpulos. Los relatos populares y académicos en países como Francia, Inglaterra y Alemania contribuían a esta imagen, muchas veces haciendo generalizaciones basadas en experiencias limitadas o en prejuicios arraigados.

No se puede por menos que dar la razón a Juderías porque, aún hoy, la mayoría de los trabajos científicos en inglés, tienen mucha más divulgación que los textos en español. Los investigadores, al no dominar la lengua hispana, renuncian a las fuentes primarias escritas en la lengua de Cervantes y solo se nutren de las escritas en inglés, contribuyendo a la continuación del descrédito y la falta de una visión equilibrada de las fuentes.

Juderías recuerda en su libro a escritores de la Ilustración, como Voltaire y Montesquieu, que también ayudaron a consolidar este imaginario negativo. Mientras que estos intelectuales criticaban con razón ciertos aspectos de la sociedad y política española, su visión era desproporcionadamente severa y, en muchos casos, simplificadora. España era vista como el ejemplo antitético de lo que Europa debía ser: un país cerrado al progreso, dominado por la superstición religiosa y la barbarie política.

Una de las cosas que llama la atención al pasear por las calles de ciudades neerlandesas de tradición protestante es que uno puede ver al habitante de un inmueble en pijama, viendo la televisión, cenando o leyendo un libro porque la ventana carece de persianas, cortinas u otro elemento que ofrezca privacidad. A pesar de llevar más de tres años viviendo en Países Bajos, tengo que reconocer que aún giro la cabeza para ver los decorados y ordenación de los salones, propios de fotos de Instagram. Los neerlandeses esgrimen que tienen todo a la vista porque no tienen nada que esconder. En fin, son aspectos culturales diferentes, pero que proceden de tradiciones seculares. A mí, póngame usted una cortina que la casa es un rincón sagrado para hacer lo que a uno le venga en gana sin someterse al escrutinio de cualquier paseante.

España y la civilización

Una de las tesis fundamentales del políglota Juderías es que España, lejos de ser un país incivilizado, ha hecho contribuciones invaluables a la civilización europea y global, contribuciones que han sido ignoradas y menospreciadas por la Leyenda Negra. Son interesantes las puntualizaciones sobre los logros españoles en áreas como la política, la literatura, la ciencia, y el arte, destacando figuras prominentes como Miguel de Cervantes, Francisco de Vitoria, y Diego Velázquez.

En el terreno de la política, Juderías pone de relieve el papel de España en la construcción de un imperio global que, pese a sus errores y abusos, llevó a cabo una obra civilizadora en América y en otras partes del mundo. España, argumenta el autor, no fue peor que otras potencias coloniales, y en muchos aspectos fue más avanzada en términos de derechos y protección de los pueblos indígenas, como se evidencia en las Leyes de Indias.

También da espacio a la ciencia y la cultura, lamentando que el esplendor cultural del Siglo de Oro español haya sido eclipsado por las críticas extranjeras. La literatura española, con autores como Cervantes y Lope de Vega, y el arte, con maestros como Velázquez y Murillo, han dejado una huella indeleble en la historia universal, aunque a menudo se ignora o se minimiza su impacto.

La Leyenda Negra en el interior de España

Un aspecto especialmente lamentable de la Leyenda Negra, según Juderías, es su internalización por parte de los propios españoles. A lo largo del libro, el autor expresa su frustración por la tendencia de muchos intelectuales y políticos españoles a adoptar las críticas extranjeras sin analizarlas pormenorizadamente. Esto dio origen a una especie de auto-desprecio que habría minado la confianza de España en su propia capacidad para progresar y modernizarse.

Juderías señala cómo, desde el siglo XIX, los españoles han sido especialmente propensos a aceptar las narrativas extranjeras sobre su país, lo que ha contribuido a un pesimismo cultural que ha dificultado las reformas internas. Incluso en los debates políticos y académicos dentro de las fronteras españolas, la Leyenda negra ha tenido una influencia significativa, creando divisiones y desconfianza.

El romanticismo generó una profunda confusión sobre el legado histórico. Se banalizaron e idealizaron algunos sucesos, tanto en el aspecto positivo como negativo. Se hicieron lecturas nacionalistas y anti-nacionalistas argumentando con las entrañas en lugar que con la serenidad, el estudio y la investigación.

Juderías no fue el primero en denunciar el trato injusto a la actuación española en América. De hecho, el autor subrayó en su libro que hubo esfuerzos por parte de algunos historiadores y pensadores españoles para combatir esta narrativa distorsionada. Marcelino Menéndez Pelayo, quien en el siglo XIX se empeñó en reivindicar el pasado español y presentar una visión más equilibrada de la historia del país, es uno de los mencionados.

Juderías clamaba por un renacimiento del orgullo español, basado no en la negación de los errores del pasado, sino en una apreciación justa y equilibrada de los logros y contribuciones del país. «España debe ser juzgada por los mismos estándares que se aplican a otras naciones, y no ser objeto de una campaña de difamación continua».

Juderías no acomodaba las características propias de un historiador de posadera archivista y nula experiencia vital. Muy al contrario, había vivido en Rusia, donde realizó varios e interesantes ensayos de conciencia social, sobre los obreros y el Imperio de los zares. Su dominio de varias lenguas le hacía un individuo especialmente singular en una época en la que solo los más cultos chapurreaban el francés y el inglés estaba reservado para algunos nobles que tenían alguna relación con las islas británicas.

Fue tan destacado historiador como sociólogo y sus trabajos han envejecido extraordinariamente bien, siendo perfectamente homologables hoy en día. Evidentemente hay que aproximarse a ellos asumiendo las dioptrías del contexto histórico, cultural y social de su época, pero, aun así, sorprende la frescura, la contundencia de sus tesis y una visión que se empeña en la denuncia de una injusticia sin caer en leyendas rosas o negaciones de errores y miserias.

Una temprana muerte, cuando acababa de cumplir cuarenta años, nos privó de un hombre multidisciplinar, coherente y muy capaz.

Javier Santamarta pidió hace un año una calle para Julián Juderías en Madrid, lugar de nacimiento del historiador. Podría ser un buen lugar para llevarlo a cabo, constituyendo un reconocimiento merecido y que contribuiría a que su figura fuera más conocida.

Una calle para Julián Juderías Loyot.

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