Laura Vilagrà: recompensar la mediocridad
Pere Aragonès premia a alguien que en la empresa privada no duraría ni dos días. Por eso, seguramente, lleva 25 años viviendo de la política
Pere Aragonès ha hecho cambios en el Govern. Cualquiera podría pensar que es algo lógico. Con la delincuencia en aumento, las enfermeras en huelga, el sistema sanitario colapsado, la incapacidad de tener alternativas a la sequía o el desastre del sistema educativo, sería normal que hubiera ajustes en el ejecutivo.
Pero no. El president de la Generalitat ha considerado oportuno mantener a los responsables de las consejerías que hacen aguas por todos los lados y simplemente premiar a Laura Vilagrà y a Sergi Sabrià. Premiar con una operación de maquillaje porque él mismo admitió que seguirán haciendo lo que estaban haciendo, pero con un cargo que parece más importante.
El caso de Laura Vilagrà es especialmente curioso. Como este Govern va de desastre en desastre, el escándalo de las oposiciones parece ya prehistoria política. Quizás los más jóvenes no lo recordarán, pero hace medio año, la Generalitat tuvo que repetir unas oposiciones por el caos organizativo que supusieron. Esto nos costó casi 1 millón de euros en indemnizaciones que pagaron con dinero del bolsillo de todos los catalanes.
Laura Vilagrà era la responsable de todo ello. ¿Dimitió? No, buscaron una cabeza de turco, aunque a quien cesaron fue a Marta Martorell, directora general, que ni siquiera había contratado a la empresa que organizó ese caos.
Laura Vilagrà también fue la responsable de la candidatura de los Juegos Olímpicos de Invierno. Otro fracaso más de este Govern que representó cientos de miles de euros públicos despilfarrados para terminar renunciando el proyecto. ¿El premio por todo este currículum? Nombrarla vicepresidencia. Ser la mano derecha del president debe tener alguna recompensa.
Pedro Sánchez ya marcó el camino. Nombró como ministros a Óscar Puente y a Mónica García tras perder las elecciones en Valladolid y la Comunidad de Madrid. Sin contar a Francina Armengol, nombrada presidenta del Congreso después de perder en las urnas unas semanas antes. Ahora, Pere Aragonès hace lo mismo: premiar la mediocridad. En este caso, premiar a alguien que en la empresa privada no duraría ni dos días. Por eso, seguramente, lleva 25 años viviendo de la política.
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