Laura Vilagrà o el Principio de Peter
Laura Vilagrà no cuenta con actividad profesional más allá de la política
Si se molestan en consultar el currículum oficial de la consejera de Presidencia, Laura Vilagrà, verán que no hay actividad profesional más allá de la política.
Concejal de Esquerra en Santpedor -patria chica de Guardiola- entre 1999 y el 2003, alcaldesa del 2003 al 2015, y diputada al Parlament entre el 2006 y el 2011.
Lo dejó en el 2011.
Todos los políticos que conozco que han dejado la actividad política por voluntad propia los han acabado recolocando luego en un sitio u otro.
Con Laura Vilagrà pasó lo mismo.
Hace años me la encontré tras un acto oficial.
La habían nombrado ya delegada del Govern en la Catalunya Central (2016-2017).
- ¿Y qué haces como delegada?, le pregunté
- Acerco la Administración al ciudadano me contestó.
¿En la época de internet? Pensé.
¿Estos querían gobernar por skype?
Manresa está a una hora de coche de Barcelona. Eso sí, por una autopista carísima. De la Generalitat, por cierto.
Luego hizo una carrera fulgurante.
¿Saben por qué fue de número dos en las elecciones de febrero del 2021? Vamos a ser sinceros: porque era mujer.
Tras la aplicación del 155, otras dirigentes del partido habían huido o se habían quemado. Había que echar mano de alguien.
De ahí a la consejería de Presidencia, algo así como la vicepresidenta, fue un paso.
En la última Diada, en las inmediaciones del monumento a Rafael Casanova, tras la ofrenda del Govern me saludó a distancia porque hacía tiempo que no nos veíamos.
Me hice el despistado. Me niego a saludar a un miembro de un gobierno que me ha dicho “racista” y “machista” en rueda de prensa, en sede institucional y sin siquiera estar yo presente para poder defenderme.
Además, la portavoz, Patrícia Plaja, depende de ella.
Pero, dejando aparte consideraciones personales, ¿qué podía salir mal en el fiasco de las oposiciones?
Tendría que haber dimitido aunque prefirieron sacrificar a una directora general, Marta Martorell, que ni siquiera había contratado a la empresa en cuestión.
Como era otra recolocada aceptó el sacrificio.
El líder del PP catalán, Alejandro Fernández, recordaba en la sesión de control del miércoles que “perdió la alcaldía” de Tiana en el 2022 “en medio de graves acusaciones por su gestión”. O sea que ya no presagiaba nada bueno.
Aunque, como mínimo, tendría que haber dimitido Alícia Corral, anterior directora general y ahora secretaria de la Función Pública.
En fin, Laura Vilagrà se defendió en el Parlament como pudo. Hasta la CUP pidió su dimisión.
Pero ya no le quedan argumentos. De hecho, cometió el error de comparecer en rueda de prensa el día anterior para intentar atajar la polémica antes de hacerlo en la cámara.
Como la reprochó la diputada de Junts Glòria Freixa los hechos son “extremadamente graves” y lamentó que compareciera “antes en los medios que de comunicación que ante los representantes del pueblo”.
Aunque, desde luego, el que se llevó la palma fue el de Esquerra, Jordi Albert, que en su defensa dijo que habían hecho un trabajo “excepcional”.
Y que la consejera “está plenamente capacitada para continuar en su puesto de trabajo”. Señal inequívoca de que no.
Jordi Albert (1978) no se acordará porque tenía 17 años cuando ocurrieron los hechos, pero su intervención me recordó la de CiU a mediados de los 90 tras el gran incendio que asoló precisamente en la Cataluña central.
Fue tan grave que incluso se creó una comisión de investigación en el Parlament, pero como tenían mayoría absoluta acabaron felicitándose por la gestión. Pues lo mismo.
Pero déjenme decir una cosa: la primera norma de la política es que si tienes que dimitir cuanto antes mejor.
Por el bien del país, del gobierno y de tu partido.
Y una sospecha final: si salió mal es porque tenían prisa para hacer unas oposiciones complejas -73 procesos y 13.000 aspirantes- a menos de un mes de unas elecciones.
Aunque fuesen municipales. Las prisas no son nunca buenas consejeras.
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