Dos hombres en traje, uno en color y otro en blanco y negro, con fondo rosa y gesticulando con las manos.
OPINIÓN

Lamento por Alejandro Fernández

Somos muchos los que nos preguntamos por qué Alejandro Fernández malgasta su talento en un partido como el PP

Imagen del Blog de Octavio Cortés

Cada época tiene aquello que en la jerga de los memes se denomina unsung heroes: los héroes sin canto, sin poema propio, aún no celebrados de manera justa. Se trata de figuras que, por algún motivo, no están destinadas a la apoteosis, sino a un tipo de dignidad sencilla, en la que la ejemplaridad se mezcla con una cierta tendencia al segundo plano. En la Catalunya post-procés, caótica y desfibrada, encontramos el caso del bueno de Alejandro Fernández.

Con su aspecto clerical y su mirada traviesa, Fernández apareció como un soplo de aire fresco: un político escandalosamente decente, capaz de argumentar desde la amabilidad, maestro de la ironía retórica, capaz de enarbolar un discurso coherente y no polarizador. Hasta a sus detractores les cae bien: no resulta difícil encontrar en las redes sociales comentarios de la parroquia indepe diciendo "qué lástima que este hombre no sea de los nuestros".

Un hombre con barba y gafas está hablando en un podio de madera con un fondo decorativo.

Sobre todo, Alejandro Fernández tiene una cualidad rarísima en política: es divertido. El mismo día que optó por no ser estridente, optó por unas ciertas maneras de prestidigitador de cena de verano y se ocupa siempre de que un tono humorístico recorra sus intervenciones públicas. Como es persona de buenos modales, sabe que de vez en cuando hay que ponerse serio, pero que la solemnidad es cosa de pedantes.

Dicho todo lo cual, somos muchos los que nos preguntamos por qué el Altísimo, en su infinita sabiduría, permite que figuras como la de Fernández malgasten sus talentos en un cenagal de mediocridad e hipocresía como el PP. Recuérdese que estamos hablando del PP de Núñez Feijóo, langostino cocido, embajador del sopor en Europa. ¿Cómo puede ser que una mente lúcida como la suya insista en el reformismo, sin darse cuenta de que estamos asistiendo al colapso general del sistema? Se trata de alcanzar los botes salvavidas, no de poner parches al Titanic.

Alberto Núñez Feijóo en el plató del 'cara a cara' de Atresmedia con rostro serio

El PP de Albiol era una cosa briosa, de medio centro y patada a seguir; Alejandro Fernández es un Modrić en un Madrid en decadencia, un fino estilista perdido en un equipo desnortado. Cómo desearíamos poder hablar con él, algún día, sin que tuviera que rendir obediencia a cláusulas partidistas y argumentarios de baratillo. Porque no hay duda de que a Alejandro Fernández le mueve la voluntad de servicio civil en el sentido más honesto del término: poner sus talentos al servicio de la comunidad, en pos del bien común. ¿En qué momento se le ocurrió que la mejor plataforma para su misión era el birrioso PP de Feijóo, muestrario de todos los vicios de la decadencia política española?

Qué buen vasallo, si hubiera buen señor, se decía del Cid Campeador. En este caso diríamos: qué buen político, si fuera por libre, lejos de obediencias debidas e hiciera política desde donde la hacen los espíritus libres, es decir, desde los márgenes, desde la elegancia intelectual, desde los espacios de encuentro civilizados, desde el sarcasmo sanador. Nada queda por hacer en la sala de máquinas del Titanic, Alejandro, únete a la rebelión.

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