Julián Basteiro junto al coronel Casado leyendo el comunicaco por radio

OPINIÓN

Julián Besteiro y la denostación del moderado

La historia no ha hecho de Julián Besteiro una figura popular o recurrente

Imagen del Blog de Joaquín Rivera Chamorro

En tiempos de polarización suelen emerger los mediocres, los que son capaces de repetir un dogma como única verdad indisoluble. Se hacen grandes los que emplean la ignominia, la descalificación y la injuria como recurso alternativo a la falta de discurso y de capacidad de debate. Los sectarios viven del caos y de propiciar la crispación, y si el caos y la inestabilidad no existen, se encargan de crearlos porque es ahí donde mejor desarrollan sus artes. Se elevan a la santidad personajes que abrazan el populismo para culpar a otros de los fracasos, de los males colectivos, de la pobreza, económica o intelectual, de la falta de oportunidades o de la inseguridad.

En tiempos de polarización, los moderados son acusados de pusilánimes, de blandos, incluso, de cobardes. El personaje de hoy podría situarse en el bando de los moderados, a pesar de vivir en una época en la que serlo no propiciaba beneficio alguno, más bien todo lo contrario.

Julián Besteiro Fernández nació en septiembre de 1870, en pleno sexenio democrático. Se educó en la Institución Libre de Enseñanza, aquella alternativa a la formación académica religiosa en la que destacó Francisco Giner de los Ríos y que empleaba la doctrina krausista. 

Estudió Filosofía en la Universidad Central, en la que escuchó a Nicolás Salmerón, el eterno antimonárquico que había sido uno de los cuatro efímeros presidentes del primer experimento republicano. En 1897, con 27 años, su memoria titulada “La Psicofísica” fue premiada en el prestigioso Ateneo de Madrid. Fue en ese año cuando consiguió su ingreso por oposición como profesor de instituto, desempeñando la cátedra de Psicología, lógica y Ética. De esa profesión se ganó el sustento hasta 1912 y con ella estuvo destinado en Orense primero y en Toledo después.

Sus inquietudes políticas circulaban por el republicanismo y en sus juventudes militó. Nicolás Salmerón, su otrora profesor, se convirtió en el líder de la Unión Republicana y muchos de sus alumnos asumieron sus ideas. Julián Besteiro, a los 33 años, se unió a aquel partido. 

La crisis del republicanismo se produjo por un asunto relacionado con Cataluña. Salmerón, ya anciano, unió a los suyos a Solidaridad Catalana en 1907. Muchos republicanos no vieron con buenos ojos la complicidad con la Lliga Regionalista y se produjo un cisma que finalizó con la creación del Partido Republicano Radical, liderado por Alejandro Lerroux, el emperador del paralelo. Besteiro siguió a estos últimos y así fue habitual colaborador de El País, el Intransigente o El Radical, periódicos de conocido corte republicano.

En 1912, con 42 años, dio un giro a la izquierda y se afilió al PSOE y a la UGT, un partido dirigido por Pablo Iglesias Posse, el tipógrafo veterano fundador que aún manejaba los hilos del socialismo español. 

Alejandro Lerroux en 1910

Besteiro escaló de forma rápida, llegando, en apenas tres años, a ser elegido vicepresidente del sindicato. El madrileño aportaba intelectualidad a una formación política donde se llevaba a gala pertenecer a la clase obrera. 

Durante la Huelga General Revolucionaria de 1917, fue detenido junto a sus compañeros Francisco Largo Caballero, Andrés Saborit y Daniel Anguiano. Un tribunal condenó a los cuatro a pasar el resto de la vida en la cárcel. Sin embargo, fueron elegidos diputados en 1918 junto a Pablo Iglesias e Indalecio Prieto. La sentencia se anuló y su paso por prisión fue completamente efímero. 

Durante el cisma del PSOE en 1920 y 1921, que derivaron en las dos escisiones que se acabaron convirtiendo en el PCE, se negó con rotundidad a aceptar la afiliación a la recién nacida Tercera Internacional o Komintern.  

La convivencia del PSOE con la dictadura de Primo de Rivera le permitió continuar con la actividad política y podemos acceder a multitud de conferencias y escritos de Besteiro durante aquellos días.  

La llegada de la Segunda República aupó al ya veterano político a la presidencia de las Cortes Constituyentes, que no se disolvieron hasta septiembre de 1933. Fue precisamente en 1933, con el triunfo de las derechas, cuando el PSOE intensificó sus severas diferencias internas.

Francesc Macià, Julián Besteiro e Indalecio Prieto en 1931

Tras varios gobiernos del Partido Republicano Radical, en octubre de 1934 se decidió incluir tres ministros de la formación política más votada en las elecciones de noviembre de 1933, la CEDA. Eso derivó en una sublevación dirigida por líderes del PSOE, entre los que se encontraban Indalecio Prieto y Francisco Largo Caballero. Saborit escribió años más tarde que aquello fue una iniciativa de los dos rivales dentro del partido y que si se hubiera sometido al Comité Federal no habría salido adelante. Besteiro consideró la huelga general revolucionaria como una barbaridad sin paliativos y el resultado fueron centenares de muertos, sobre todo en Asturias, León y Palencia, lugares donde el movimiento triunfó parcialmente. 

El mismo día 6 de octubre, un grupo de afiliados de las Juventudes Socialistas intentó asaltar el domicilio particular de Julián Besteiro que estaba situado en los altos del Hipódromo, en Madrid

Besteiro era catedrático y académico, un intelectual al servicio de su partido que, en plena lucha interna, cada vez alejaba más a quien había recogido el relevo de Pablo Iglesias. La victoria del Frente Popular, en febrero de 1936, desveló poco después las intenciones de Francisco Largo Caballero. Este pretendía romper la alianza con los republicanos y generar una unión de los partidos proletarios para tomar el poder e instaurar la dictadura del proletariado, paso previo a la República Socialista. Indalecio Prieto y sus afines, por otra parte, pretendían validar la alianza con los republicanos de centroizquierda. Según Prieto, España no estaba preparada para una revolución de esas características. La pugna entre los dos socialistas llegó a su máxima intensidad a partir de mayo de 1936.

Besteiro se mantuvo al margen de aquellas luchas. Su visión era mucho más pragmática y estaba alejada de aventuras “caballerescas”. 

Julián Besteiro en 1933

Durante la Guerra Civil, los republicanos dejaron paso a los partidos proletarios para que estos ocuparan el Consejo de Ministros. Así, Largo Caballero primero y Juan Negrín después, tomaron las riendas de Gobiernos en los que convivían ministros republicanos, socialistas, anarquistas y comunistas. Besteiro se mantuvo al margen de ellos y solo participó en actos protocolarios por encargo del presidente de la República, Manuel Azaña, como el que le llevó a Londres durante la coronación del rey Jorge VI y que en realidad tenía como misión la de buscar una salida honrosa para la guerra en ciernes. Tristemente, no lo consiguió al faltarle apoyos tanto dentro como fuera de España. 

En marzo de 1939, con Cataluña en manos de las tropas nacionales y con el Ejército Republicano en las últimas, tomó partido junto al coronel Casado para, en contra de Negrín y los comunistas, pactar una rendición honrosa que acabara con el baño de sangre entre españoles. Su encorvada imagen, de un hombre enjuto y envejecido, en los sótanos de Radio Madrid, leyendo una locución a los españoles el 5 de marzo; anunciaba la constitución de un Consejo Nacional de Defensa que se negó a presidir, y en el que fue consejero de Estado sin representación de partido u organización alguna. Intervino decididamente para conseguir la paz, prestándose, incluso, a ir a Burgos para ello. Fue en la capital del bando nacional donde rechazaron el ofrecimiento. 

Mientras todos los líderes del bando republicano se exiliaban, Besteiro permaneció en la capital de España junto al recién nombrado alcalde de Madrid, el anarquista y salvador de miles de vidas, Melchor Rodríguez, el “Ángel rojo”.

Julián Basteiro junto al coronel Casado leyendo el comunicaco por radio

El moderado Besteiro mostró su dignidad permaneciendo en su puesto. Por supuesto, fue tachado de golpista al rebelarse contra el Gobierno del doctor Negrín, pero su decisión tenía como objeto salvar vidas. En julio fue condenado en Consejo de Guerra a reclusión perpetua. Las malas condiciones de la improvisada prisión de Carmona, en la provincia de Sevilla, le llevaron a la muerte el 27 de septiembre de 1940, hace 77 años.

Julián Besteiro nunca renunció al marxismo, el PSOE no lo hizo hasta que los jóvenes Felipe González y Alfonso Guerra se impusieron a Llopis en Suresnes en 1974. No obstante, del marxismo dijo que no era un sistema perfecto de verdades eternas. Su conferencia en el cincuentenario de la muerte de Carlos Marx demuestra que Besteiro estaba muy lejos de ser un dogmático. Criticaba el “socialismo con un énfasis místico, como si cada una de sus palabras le precediese el brillo de las zarzas que ardían en el Sinaí”.

La historia no ha hecho de Julián Besteiro una figura popular o recurrente. En épocas de crispación y polarización, los moderados no merecen mucha atención. Incluso el recuerdo, se vuelve dogmático y ensalza o condena con firmeza a los que no fueron moderados… Pero, esa es otra historia digna de ser contada.