Juan de la Cierva posando sonriente, entrajado, delante de su autogiro

OPINIÓN

Juan de la Cierva y la venganza del presente

Juan de la Cierva había nacido en una familia estrechamente ligada a la Monarquía, es lógico que apoyara el regreso de la misma

El 21 de septiembre de 1928, la revista Nuevo Mundo contaba como, a bordo de un autogiro de su invención, Juan de la Cierva y Codorniú había cruzado el Canal de la Mancha. El aparato partió desde el Aeródromo de Croydon y voló hasta las afueras de París. Allí, en el aeropuerto de Le Bourget, descendió sobre la vertical de su ingeniosa creación para posarse con suavidad sobre la superficie ante la mirada atónita de quienes habían acudido a recibirlo.

Hace unos meses tuve el privilegio de entrevistar a su nieto, el doctor Fernando de la Cierva Bento, un otorrino que dirige el Hospital General Universitario Reina Sofía en la ciudad de Murcia, ciudad de la que era originario su abuelo. D. Fernando, que además de dedicarse a la medicina es también un conocido escritor, contaba las peripecias de su abuelo y enumeraba los numerosos premios y reconocimientos que había recibido Juan de la Cierva fuera de nuestras fronteras. Lógicamente, le costaba entender por qué en la actualidad su figura había sido vilipendiada por una posible implicación en la adquisición del avión Dragon Rapide que transportó al general jefe de la Comandancia Militar de Canarias, Francisco Franco, hasta Tetuán, capital del Protectorado Español en Marruecos, en julio de 1936.

Recorte de prensa de 1928 donde aparece Juan de la Cierva

La vida de Juan de la Cierva había sido mucho más fácil que la de la mayoría de los jóvenes de su época. El nacimiento en una familia acomodada, su padre era el conocido político monárquico Juan de la Cierva y Peñafiel, le permitía acceder a una educación superior. No obstante, no eligió un camino sencillo y tras seis años de duro estudio consiguió llegar a ser Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos.

El joven Juan mostró inquietud por desafiar el campo gravitatorio desde muy temprana edad. Académicamente, era un estudiante muy brillante. Madrid fue su ciudad de acogida cuando su padre tuvo que hacerse cargo de sus responsabilidades políticas en la capital de España. Allí pudo acudir a la primera exhibición aérea al Sur de los Pirineos. Sucedió en 1910, cuando De la Cierva era un adolescente de 15 años. A partir de entonces, junto a un par de amigos, no paró de inventar, diseñar, fabricar e intentar elevarse del suelo con improvisados planeadores.

Al acabar la carrera su padre le empujó a la carrera política, convirtiéndose en diputado con poco más de 20 años, aprovechándose de los resortes caciquiles murcianos. Se mantuvo en su escaño hasta el 13 de septiembre de 1923, momento en el que Primo de Rivera se hizo cargo del Directorio Militar con el auspicio del rey Alfonso XIII.

Juan de la Cierva compaginó su vida parlamentaria con la investigación, la innovación y la puesta en práctica de su invento más importante; el Autogiro. En octubre de 1920, ya había construido el primer modelo, el C1. Este era un aparato con dos rotores superpuestos que giraban en direcciones opuestas. Los primeros modelos no consiguieron elevarse del suelo. El éxito llegó, por su pertinaz y constante perseverancia, en enero de 1923. Un año después el autogiro no solo se elevaba del suelo, también salvaba pequeñas distancias entre Madrid y Getafe.

Juan de la Cierva posando sonriente y muy abrigado en Londres

El viaje con el que comenzamos el artículo, el de 1928 cruzando el Canal de la Mancha, le proporcionó un prestigio internacional que hizo despertar el interés desde los Estados Unidos. Cada vez más naciones se fijaron en el invento de Juan de la Cierva, aunque en su propio país no conseguía el éxito que anhelaba.

Cada vez pasaba menos tiempo en España y su residencia se trasladó a Londres. Desde allí participó en la asignación del avión que debía emplear Francisco Franco como se ha citado anteriormente.

Su colaboración con la sublevación de 1936 ha hecho cuestionar su prestigio en España en los últimos años, prestigio, por otra parte, que tiene bien ganado fuera de nuestras fronteras donde no se plantea su actividad política.

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En Londres continuó trabajando, preocupado por la situación en Madrid, donde su padre se había refugiado en la embajada de Noruega para evitar su procesamiento como había pasado con otros políticos monárquicos de la época de la restauración o líderes de partidos de derechas durante la República.

El inventor del autogiro, no obstante, no pudo volver a abrazar a su padre. Falleció en diciembre de 1936 mientras se dirigía a Alemania en un DC2. El objeto de su viaje podría estar relacionado con acuerdos para adquisición de armas por el bando sublevado tras el primer intento de ofensiva a la capital de España que se saldó con la defensa de las tropas del general Miaja.

Juan de la Cierva mirando hacia el horizonte con unas gafas apoyadas en la frente y una persona al lado

La visión de la historia, apoyada con los valores adquiridos en la modernidad, es injusta y desconsiderada. Con los ojos del presente, Antonio Machado sería un pederasta al seducir a una niña de 15 años; Miguel Hernández o Alberti hacían apología de la dictadura del proletariado. Sin embargo, es la ausencia de presentismo a esos hechos la que nos permite no juzgar sus acciones y enriquecernos con sus versos.

Juan de la Cierva había nacido en una familia estrechamente ligada a la Monarquía, es lógico que apoyara el regreso de la misma y cuando se inició la sublevación de julio de 1936, ninguno de los bandos era homogéneo. Si en un lado se situaban republicanos de izquierdas, socialistas, comunistas, anarquistas y otros partidos obreros; en el otro se mezclaron falangistas, carlistas, monárquicos, conservadores, agrarios, etc.

Lo que de verdad hay que poner en valor son sus logros en ingeniería aeronáutica. Sus aportaciones a la ciencia y a la tecnología o su contribución al avance de la sociedad.

Wernher von Braun había participado en el diseño de las bombas volantes alemanas que caían sobre Londres cuando finalizaba la Segunda Guerra Mundial. Nadie cuestionó ese hecho cuando se dedicó al diseño del Saturno V, el cohete que llevó al primer hombre a la Luna. Fue el descubrimiento de haber consentido la muerte de prisioneros en las fábricas donde se construían las bombas, lo que puso en entredicho su legado.

La participación de Juan de la Cierva fue meramente logística, aún así, se ha puesto en cuestión su pasado y se ha dejado de lado su mayor logro vital. Pero eso es otra historia digna de ser contada.