Joan Ignasi Elena hablando frente a un micrófono con un teléfono móvil mostrando el logo de TikTok en el fondo.
OPINIÓN

Joan Ignasi Elena, tiktoker

A falta de lugares más estúpidos en los que hacer cosas estúpidas en público, nuestros políticos se han lanzado a TikTok

Imagen del Blog de Octavio Cortés

A falta de lugares más estúpidos en los que hacer cosas estúpidas en público, nuestros políticos se han lanzado a TikTok, en cuyo ambiente de inanidad intelectual sub humana se encuentran, vaya usted a saber por qué, como pez en el agua. Últimamente, por ejemplo, las eurodiputadas Irene Montero e Isa Serra se dedican a publicar videos explicando su vida diaria en Bruselas, con el objetivo de que nos quede claro que son muy amigas. Súper amigas. Súper súper amigas.

Se supone que la clase trabajadora, devorada por la inflación y el precio de la vivienda, encuentra en ello un consuelo inagotable: he de vivir como un perro callejero en Calcuta, pero eh, Irene e Isa son muy amigas, todo va bien. La guerra consume Europa y el paro juvenil está en el 30%, pero Irene e Isa han comido hoy una ensalada de atún y un batido de fresa: no hay de qué preocuparse.

En las cimas de esta constante idiotez tiktokera se ha situado, esta última semana, de improviso, el conseller Joan Ignasi Elena, publicando un video de tomas falsas, en el que se le ve bromeando con sus asesores o haciendo comentarios casuales a las puertas de tal o cual restaurante. La idea vendría a ser que la señora del Eixample o del Poble Nou que tiene que ir a la compra sorteando okupas rabiosos, proxenetas en BMW, carteristas y navajeros, va a sentirse inmediatamente protegida y segura al ver al conseller Elena contando chistes de loros. ¿Violaciones grupales, la noche de San Juan convertida en una película de terror ochentera, con tiroteos y puñaladas? No pasa nada, saldrá un video del conseller Elena haciendo trucos de magia con una baraja y una chistera y la población respirará aliviada.

Joan Ignasi Elena, durante una sesión en el Paralment

La cosa resulta truculenta a causa de la trayectoria personal del conseller Elena, ejemplo primerísimo de como la política puede gestionarse, desde las direcciones de los partidos, con técnicas propias de la ganadería bovina: verdes pastos, dieta de engorde, vida inercial en condiciones de reposo extremo. El hombre lleva décadas en política, medrando en todo tipo de posiciones, cambiando de partido con la gracilidad y ligereza de un cervatillo, elevando las meriendas y almuerzos a categoría de sacramento, acumulando colesterol suficiente como para infartar de una tacada a una manada entera de elefantes.

Ojalá, para mirar de afrontar la crisis de seguridad en las calles catalanas, el ministro comience a publicar Tiktoks de retos virales, como afeitarse las cejas a mordiscos o saltar en parapente desde el Tibidabo. También podría dar consejos alimentarios, legitimado por la manera en que lleva combatiendo la anorexia desde hace años, a base de arroces caldosos, guisos excelsos y profiteroles en vena.

Y si son necesarias medidas más contundentes, incluso podría abrirse un OnlyFans, para fetichistas del eructo y la gastroenteritis. Todo sea por acercar la gestión política a las clases populares, tan necesitadas de liderazgo.

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