Dos mujeres con expresiones serias en un fondo con banderas de colores y un diseño gráfico en tonos rosados y naranjas.
OPINIÓN

La izquierda y la biología

Soy partidario de apoyar que la izquierda invierta caudales de fuerza y energía en causas perdidas de antemano

Imagen del Blog de Octavio Cortés

La política moderna, nacida con las revoluciones del XVIII, siempre ha tendido a favorecer el bipartidismo. Las dos democracias más longevas, la americana y la inglesa, son literalmente artefactos diseñados para una política de dos opciones; los sistemas electorales que favorecen el multipartidismo (como el italiano o el español), acaban al final conformando una dinámica parlamentaria de dos bloques.

Esto ha creado una cierta tradición de definir las ideologías en función de aquello a lo que se oponen: los conservadores se oponen al relativismo moral y la economía estatal, los liberales se oponen a la regulación del mercado, los socialistas se oponen a la desigualdad, etc. En este sentido, la izquierda postmoderna surgida después del fin de la URSS ha ido a parar a un planteamiento nuevo y enteramente estúpida: oponerse a la realidad, oponerse a la biología.

El feminismo clásico fue el primero en alertar de la situación. La publicación del libro de Helen Joyce Trans: when ideology meets reality fue el primer toque de atención. La izquierda ya no se presentaba a los viejos combates contra la precariedad laboral, los sueldos dignos, la vivienda o el reparto de rentas. Ahora declaraba la guerra a la realidad. Claro está, para ello tenía que combatir, sin disimulos, las bases más sencillas y obvias de la biología.

Plano medio de varios manifestantes en una protesta contra la ley Trans, con una de ellas llevando una pancarta en la que se lee la frase 'ser mujer no es un sentimiento'

Después del fallo del Tribunal Supremo de UK la semana pasada, en el que se declaraba que el término mujer se refería a las mujeres con útero y cromosomas XX (oh, sorpresa), la izquierda se ha quitado ya todas las máscaras y está apuntando los cañones contra los biólogos, colectivo famoso por su fascismo transfóbico. En el diario Público la jefa de opinión, Noelia Adánez, publicaba un artículo delirante en el que se podía leer: "Yo me pregunto atónita cómo puede celebrarse que se invoque la biología en un texto jurídico, cómo puede anotarse nadie como un éxito que una cosa tan inaprensible e inestable como la biología aterrice en el ámbito jurídico".

Ayer, la secretaria general de Podemos, doña Ione Belarra, realizó una de sus comparecencias vomitivas, a puerta cerrada (si convocan ruedas de prensa, no va nadie, de modo que se filman a sí mismos cuanto tienen un ratito libre) en la que se puso a hablar de médicos victorianos que decían que las mujeres tenían el cerebro de gorila. No es una broma, literalmente dijo eso.

Claro, uno puede triunfar si decide luchar contra la monarquía o contra el Real Madrid o contra la inmigración. La cosa será más o menos difícil o larga, pero en principio la victoria es posible. Pero solo a un completo imbécil se le ocurriría luchar contra la Realidad, porque lo propio de la realidad es que te la tienes que comer con patatas.

¿Nos gustaría ser capaces de volar como Supermán, o viajar en el tiempo, o ser todos tan guapos como Brad Pitt? Puede ser, pero más o menos a los siete u ocho años uno aprende a distinguir entre realidad y fantasía y pasa a aceptar que hay determinadas cosas que no está en nuestra mano cambiar. Pues bien ahora estamos en un punto en que importantes actores políticos y sociales están acusando a la realidad misma de ser fascista.

Primer plano de Ione Belarra sonriendo y mirando a cámara

¿Cómo enfocar el tema desde una perspectiva saludable? Napoleón decía que cuando el enemigo se equivoca, lo primero es no distraerle. En este sentido, hay que apoyar que la izquierda invierta caudales de fuerza y energía en causas perdidas de antemano. Que insistan, que se manifiesten, que griten y pataleen, que hagan huelgas de hambre, lo que haga falta. Si el adversario insiste en ir solo hacia el precipicio, pongámosle una alfombra para que haga el camino sin mayor problema.

El tema de las mujeres con pene ya no se lo traga nadie, salvo cuatro fanáticos enfermos de disonancia cognitiva. Las tres potencias mundiales, EE.UU., Rusia y China, han zanjado el tema y ya están dedicándose a otras cosas. En Europa la cosa ha comenzado por UK y tardará un tiempo a llegar a España, porque Pedro Sánchez mientras necesite votos es capaz de defender que las mujeres tienen branquias y escamas como los caimanes. Pero, gracias a Dios, es solo ya cuestión de tiempo.

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