La hora de la islamización
Silvia Orriols, alcaldesa de Ripoll, ha sido multada por la Generalitat por emitir una opinión sobre el Islam
Una vez se ha confirmado que la Generalitat multa a una alcaldesa y diputada electa por emitir una opinión (en concreto, que el Islam es incompatible con la civilización occidental, cosa sabida hace siglos) llega el momento de hacer algunas reflexiones.
- ¿Tenemos, como sociedad, que asistir como meros espectadores pasivos al proceso de islamización? ¿Tenemos que admitir el espectáculo de mujeres con burka, de lapidaciones, de acuchillamientos en masa, de fanatización extrema de la juventud, de legitimación del terrorismo más atroz?
- ¿Tenemos que renunciar a nuestras tradiciones para que tradiciones foráneas y demenciales ocupen con total tranquilidad un espacio en nuestra convivencia?
- ¿Tenemos que renunciar a la más sencilla libertad de expresión para que cuatro energúmenos no tengan que “ofenderse”? ¿Tenemos que considerar como odio las opiniones críticas?
- ¿Tenemos que contemplar como la izquierda de tradición teóricamente laica se lanza a abrazar el Islam, llenando los parlamentos de feministas con velo, reivindicando a Hamás como “resistencia anticolonial” y defendiendo los ataques del 7 de octubre?
Estas preguntas son, a día de hoy, impostergables, y no podemos dejar que quienes las planteen sean inmediatamente encasillados en la “extrema derecha” o reprimidos a base de multas o incluso encarcelamientos (como está pasando en Inglaterra). En los últimos 200 años el Islam no ha producido más que barbarie, polvo y sufrimiento, mientras la “malvada cultura Occidental” producía la física cuántica, los Beatles y la democracia.
No se trata de considerar que una cultura es superior a otra, sino de no ser imbéciles y saber diferenciar entre civilización y barbarie, porque a esto se reduce todo en última instancia. Desde los antiguos griegos sabemos que la civilización requiere unos ciertos trabajos de mantenimiento: el mantener a raya a los bárbaros. El progresismo, como forma suprema de la Estupidez Humana, ha olvidado este pequeño detalle y, por ejemplo, sostiene que tenemos que librarnos de los turistas, pero dejar entrar las pateras, de manera que acabemos convirtiendo nuestras ciudades en una versión acelerada del universo Mad Max.
¿Que nos intentan para con multas? Nuestra tarea será dejarles claro que ni con multas ni con sermones nos van a parar. El futuro de nuestros hijos está en juego.
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