Dos hombres en una imagen con fondo rosa y detalles en negro.
OPINIÓN

La dictadura de Primo de Rivera y el PSOE

El primer tercio del siglo XX tiene al PSOE como uno de sus protagonistas más trascendental de la historia de España

Imagen del Blog de Joaquín Rivera Chamorro

El primer tercio del siglo XX tiene al Partido Socialista Obrero Español como uno de sus protagonistas más trascendentales de la convulsa historia de nuestro país. Es por ello por lo que las profusas divisiones internas sufridas en la organización tuvieron un impacto directo en los acontecimientos que tuvieron lugar antes del inicio de la guerra civil española, e incluso, durante la misma.

El hiperliderazgo de Pablo Iglesias, presidente del partido y de la Unión General de Trabajadores, se fue deteriorando con el implacable peso de la edad. La siguiente generación fue la que asumió las riendas de un carruaje con dos caballos asimétricos y que debió transitar por los convulsos itinerarios de la España de los años 20 y 30.

El anarquismo era el movimiento obrero mayoritario, en una proporción de cinco a uno. En Cataluña y en otros focos industriales, la presencia de los sindicatos únicos representados en la CNT monopolizaba las reivindicaciones de los trabajadores. El espíritu anarcosindicalista estaba impregnado por la lucha permanente, ya fuera a través de los métodos de presión clásicos, como las huelgas, o mediante el uso de la violencia, recurso este que era empleado por algunos sectores de la CNT, pero no por la mayoría.

Un hombre calvo con traje azul y corbata roja, con el nombre

El PSOE, sin embargo, había adoptado otro perfil mucho menos beligerante. Desde principios de siglo abrazaron la táctica intervencionista, defendida por Pablo Iglesias y Francisco Largo Caballero y que se basaba en la plena participación de miembros del partido en las instituciones de la Monarquía, teniendo voz en ayuntamientos, diputaciones e, incluso, en las propias Cortes.

Fue 1905 el año en que los primeros concejales socialistas entraron en la Casa de la Villa: Pablo Iglesias, Largo Caballero y Rafael García Ormaechea. Este último, ya abandonado el PSOE, fue un estrecho colaborador de la dictadura de Primo de Rivera y defendió el bando sublevado durante la Guerra Civil.

Largo Caballero, un joven estuquista de 37 años, dejó para siempre su oficio para dedicarse de pleno a la política y el sindicato, ya que a partir de ese momento pasó a ser subsidiado por la Agrupación Socialista Madrileña con la cantidad de 50 pesetas semanales.

En 1909, tras la agresión de unos rifeños a trabajadores de las minas que se estaban abriendo en las proximidades de la ciudad de Melilla, se inició una guerra que implicó el despliegue de varios miles de reservistas y que originó una contundente revuelta que se hizo especialmente cruenta en la Ciudad Condal. Los socialistas, si bien eran casi irrelevantes en Barcelona, fueron tajantes en la condena a la intervención militar en Marruecos. 

Los partidos republicanos se opusieron de igual modo al envío de tropas y esa coincidencia fue el origen de una conjunción entre el republicanismo burgués y un partido proletario. Huelga decir que se trataba de un matrimonio de conveniencia y que facilitó que Pablo Iglesias fuera elegido, en 1910, como diputado a Cortes, siendo el primer socialista que se sentaba en un escaño del Congreso.

La inmunidad parlamentaria de Iglesias le ofrecía la oportunidad de protestar más y más alto, mientras Largo Caballero era detenido por sus mítines subversivos contra el esfuerzo bélico. 

La Semana Trágica y el fusilamiento de Ferrer i Guardia, un intelectual anarquista, derivó en una protesta internacional organizada por el anarquismo europeo que acabó con el Gobierno del conservador Antonio Maura. La llegada de los liberales y de un prometedor José Canalejas no mejoró en exceso las relaciones entre la conjunción republicano-socialista y los partidos dinásticos.

Las huelgas en el periodo de Canalejas fueron más y más violentas y la UGT, que ya era una organización con más de 100.000 afiliados, asumió un papel protagonista. Vizcaya y Madrid eran los puntos más fuertes de los ugetistas y los únicos lugares donde podían estar por encima de los anarquistas de la CNT que seguían en su rechazo a incorporarse a cualquier institución del régimen. 

La llegada de la Guerra Mundial trajo una época de grandes oportunidades económicas para las empresas españolas. Los beligerantes necesitaban de todo y sus cadenas de producción estaban paradas porque sus trabajadores se encontraban en el frente. Los empresarios de todo el país, pero sobre todo de Cataluña, aprovecharon la coyuntura para vender sus productos a muy buen precio, sin mirar en demasía a qué bando de la contienda representaban.

El apetitoso mercado extranjero aumentó exponencialmente las exportaciones, pero la derivada fue una enorme carestía en España, donde los precios subieron desorbitadamente, algo que los salarios no pudieron compensar. La enorme inflación fue una de las razones de la triple crisis de 1917, que se inició con una revuelta militar liderada por las Juntas de Defensa del Arma de Infantería y que prosiguió con una huelga general revolucionaria que acabó con varios socialistas en prisión: Francisco Largo Caballero, Julián Besteiro, Anguiano y Saborit. Los cuatro se acogieron a la amnistía del año siguiente y fueron elegidos en las elecciones de 1918 junto a su líder Pablo Iglesias y al periodista Indalecio Prieto.

Un grupo de seis hombres vestidos formalmente posan para una fotografía en blanco y negro coloreada.

El inicio de la década de los 20 trajo graves desafíos para el PSOE y la UGT. La creación de la Tercera Internacional, la comunista, dirigida desde Moscú, puso en el comprometido dilema a los líderes socialistas.

Las juventudes clamaban por la incorporación inmediata, los líderes pedían prudencia y recabar más información, enviando a Rusia a algunos célebres afiliados, como Anguiano y el profesor Fernando de los Ríos. Uno vino encantado y el rondeño regresó completamente alarmado tras hablar con Lenin y contestarle este la famosa frase: ¿Libertad, para qué?

Los congresos de 1920 y 21 fueron especialmente convulsos, generando dos escisiones que se transformaron en las bases del Partido Comunista de España y llevándose en ellas al propio Anguiano, aunque el resto de los líderes significativos continuó en el PSOE.

El Desastre de Annual de 1921 puso de nuevo la guerra en la picota y al PSOE como principal adalid de su rechazo. Indalecio Prieto se convirtió por unas semanas en corresponsal de guerra, publicando artículos diarios en el Liberal de Bilbao y aprovechando el desgraciado resultado del colapso de la Comandancia General de Melilla en un ariete para abrir brecha en los deteriorados portones del castillo monárquico.

Durante todo este tiempo los diputados socialistas participaron en los debates, en las comisiones y en la vida política en general y utilizando, como el resto de las fuerzas, el muy político recurso de la demagogia para erosionar a un régimen que estaba herido de muerte. Se extendieron bulos y se acusó directamente al rey de ser el responsable último de la pérdida de más de 8.000 vidas en los ásperos riscos y peñas del Rif.

Para salvar los muebles, entre otras cosas, el 13 de septiembre de 1923, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, dio un golpe de Estado incruento contra el que nadie movió un dedo. Se abría entonces un debate en el seno del PSOE sobre la actitud a tomar. ¿Debía el partido continuar en su línea intervencionista o, por el contrario, oponerse completamente a ella?

Se produjeron debates existenciales en los que destacaron, como voces más significativas de los dos bandos enfrentados, las de Indalecio Prieto, contrario a cualquier colaboración con la dictadura y propenso al entendimiento con las fuerzas republicanas, y Largo Caballero, secretario general de la UGT y en línea con Julián Besteiro que abogaban por el intervencionismo. 

El anarquismo y el comunismo fueron profusamente perseguidos, mientras que el socialismo convivió durante los primeros meses sin excesivos sobresaltos. Por fin, el 15 de octubre de 1924, un año después del golpe de Estado y 100 años antes de que servidor escriba estas letras; Francisco Largo Caballero fue nombrado, a propuesta del jefe del Gobierno, presidente del Directorio Militar, Consejero de Estado para el bienio 1924-1926, cargo que renovó hasta 1930. 

Un hombre mayor con cabello canoso y traje formal, mirando a la cámara con una expresión seria.

En el Consejo de Estado estaban todos los ministros, el jefe del Estado Mayor Central del Ejército y el de la Armada, consejeros de Instrucción pública, sanidad, fomento y dos consejeros de trabajo, el representante de la patronal, José Gavilán, y el del elemento obrero, Francisco Largo Caballero. 

El Partido tenía algo más de 10.000 afiliados y la UGT casi llegaba a los 200.000. El anarquismo quintuplicaba a los sindicalistas de Largo Caballero, pero como hemos citado más arriba, fueron duramente reprimidos.

Se celebró, el 28 de octubre, una reunión de la Comisión Ejecutiva del PSOE porque Indalecio Prieto, inconforme con la inclusión de su compañero en el Consejo de Estado, había decidido dimitir. La repercusión de la discrepancia se hizo notar en la prensa de la época y el partido publicó una nota oficiosa en la que se limitaban a lavarse las manos, porque el PSOE no había intervenido en el nombramiento de Largo Caballero y dejaban todo el “marrón” a la UGT, de la que mencionaban, había adoptado tan controvertida decisión por unanimidad. 

A Prieto solo le quedaba el pataleo e intentar publicitar, en la medida de lo posible, su gesto quijotesco, de modo que, una vez se enfrió el asunto, escribió una carta a la Agrupación Socialista de Bilbao, de la que era dirigente, pero que iba dirigida a todos los que quisieran leer que era un tipo con firmes convicciones:

«En primer término, y antes de examinar los argumentos capitales de la Ejecutiva, conviene dilucidar una cuestión a cuenta de la cual se está agitando el equívoco. No ahora, con el poder del Directorio militar, sino con un Gobierno de tipo constitucional, sería muy discutible que un socialista pudiese formar parte de ese Cuerpo, al que, en su nueva organización, pertenece el Gobierno en pleno.

Es el actual el primer caso en que un militante del partido socialista acepta un cargo político por nombramiento de la Corona, no se encontrará en las colecciones de la Gaceta ningún otro decreto como el del 13 de octubre último en el que, con la firma del Rey, aparezcan designaciones de camaradas nuestros para cargos análogos».

Retrato de un hombre con uniforme militar oscuro y condecoraciones.

En 1930, el PSOE abandonó cualquier colaboración con la dictadura y pasó a conspirar junto al Comité Revolucionario que formaban republicanos y militares. El tiempo llevó a Prieto y Largo Caballero a liderar facciones fuertemente enfrentadas en el seno del PSOE y que raras veces encontraron puntos de coincidencia. El partido se habría escindido en dos partes irreconciliables si el 18 de julio de 1936 no hubiera hecho de elemento aglutinador de ambas sensibilidades.

Largo se radicalizó a partir de 1933, fue el líder del movimiento subversivo de 1934 y la Agrupación Socialista Madrileña sentó las bases de abril de 1936 por las que se pedía la disolución del Ejército y su sustitución por milicias, la dictadura del Proletariado, la abolición de los partidos burgueses y la autodeterminación de los pueblos.

Por otra parte, Indalecio Prieto, vencedor de una especie de primarias en junio de 1936, estaba a punto de ser nombrado como presidente del Gobierno cuando la Guerra Civil dio al traste con sus aspiraciones.

Lo que son las cosas, Prieto colaboró con Juan de Borbón para instaurar una Monarquía Parlamentaria en España en los años 40, posibilidad que fracasó. Muchos cargos electos socialistas fueron nombrados con la firma de un rey tras la muerte de Francisco Franco, pero esa es otra historia digna de ser contada. 

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