Imagen de Oriol Junqueras en primer plano con la figura de Pedro Sánchez de fondo
OPINIÓN

Hacerse un Sánchez

A Oriol Junqueras le tocará volver a hacer pedagogía a los suyos si quiere volver a engañar a la militancia


Oriol Junqueras ha decidido hacerse un Pedro Sánchez. Es decir, marcharse para volver. Con más fuerza si cabe. Con mayor poder. Con el aval, como él dice, de la militancia. Algo que le permita para realizar un borrado total de su (cuestionada) gestión, para presentarse como sabia nueva.

La diferencia entre él y Sánchez, por muy estudioso e inteligente que sea el presidente de ERC, es que carece de un manual de resistencia. Y el junquerismo que es amor, no lo aguanta todo.

Junqueras pondrá punto y final a más de trece años de liderazgo ininterrumpido en Esquerra el 10 de junio. Tras las elecciones europeas. A diferencia de Pere Aragonès, Sergi Sabrià o Marta Rovira, a quien su decisión de dejar paso a nuevas generaciones les honra, ya que en la política catalana estamos más acostumbrados a aferrarse al poder como hace Oriol, Junqueras dice que marcha, pero que en realidad no quiere irse.

Primer plano de Oriol Junqueras mirando al suelo con cara de circunstancias

Básicamente quiere sentirse deseado. Que le digan “quédate, por favor”. Y eso quizá no ocurra.

Las bases de ERC son complicadas. Quizás las más complicadas de entre los partidos catalanes. Y ese afán de sentirse deseado, de notar el calor de la militancia, suplicándole que no lo deje todo —aunque a diferencia de Sánchez, su reflexión no sea por amor— se le puede girar en contra. Los hay, como avanzó OKDIARIO el pasado sábado, que ya se están empezando a mover.

Es el caso de Roger Torrent, que no le perdona haberle dejado fuera de las listas en el Parlament. Muy pronto, si hay Gobierno, perderá su trabajo y su sueldo. Y debe buscarse la vida. Relevante a Oriol Junqueras sería una forma de buscársela.

ERC, después de estas elecciones, está obligada a tomar una de las decisiones más difíciles de su historia. Tras conseguir llegar más lejos que nunca en el camino hacia la independencia y ostentar, por primera vez, la presidencia de la Generalitat, una serie de errores de cálculo y estrategia les obligará a decidir si ponen fin por completo al proceso, facilitando un gobierno españolista del PSC, si permiten gobernar a Junts para seguir el procesismo pese a que suponga hacer presidente a su enemigo Carles Puigdemont o cargar con el fallecimiento de una repetición electoral que les puede hundir aún más.

Primer plano de Oriol Junqueras y Gabriel Rufián

En Calabria 66 hay debate. Marta Rovira, nombrada negociadora jefe, defiende rehacer puentes con Junts. Gabriel Rufián, Duran y Lleida de esta década, quiere pactar con el PSOE pensando que el socialismo algún día le agradecerá los servicios prestados con alguna silla en el Ibex —mucho del PSOE, eso, de paso, sea dicho—. Y Junqueras, más allá de la tirria con Puigdemont, no sabemos qué piensa. Por eso se marcha. Por no tener que cargar con la decisión.

A Oriol Junqueras, ahora, le tocará volver a hacer pedagogía a los suyos si quiere volver a engañar a la militancia para que le permitan seguir ejerciendo el poder. Para que le permitan seguir soñando que, algún día, puede convertirse en el segundo presidente republicano de la democracia después de Aragonès el breve.

Avezado a discursos largos y vacíos, estoy convencido de que a algunos les conseguirá convencer. Lo que no tengo tan claro es si lo hará con los suficientes para conseguir la meta que en 2016 logró Pedro Sánchez, defenestrando a toda una Susana Díaz. Sin ‘Manual de Resistencia’, el junquerismo deberá estirar el amor.

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