Hacer un Charles De Gaulle
La política española hace un tiempo que se ha desestabilizado hasta puntos impensables en periodos políticos anteriores
La política española hace un tiempo que se ha desestabilizado hasta puntos impensables en periodos políticos anteriores. Sánchez ha conseguido polarizar la sociedad española en torno a una falsa dicotomía entre rojos y azules, una especie de guerra civil, pero en la que no hay fascistas ni comunistas.
En estos últimos días, hemos visto a Sánchez jugar la carta de la emoción. Se ha presentado a la opinión pública como un mártir, como la principal víctima de una campaña de una extrema derecha imaginaria que le ha convertido, sin él presuntamente quererlo, en un faro de luz para la nación.
Ha intentado presentarse como una especie de Charles de Gaulle, que se muestra ante el pueblo como la única opción contra el desorden, por la democracia, como un hombre que ha liderado a la resistencia francesa contra la ocupación nazi y ha reunificado al país para sacarlo adelante. No le ha salido bien.
Ni vivimos una ocupación nazi, ni ha liderado ninguna resistencia, ni, por supuesto, ha demostrado capacidad de liderazgo, carisma o templanza ante las dificultades. Es sin duda una parodia barata, un mal truco para dar la excusa a Tezanos para falsear encuestas y hacer creer que la movilización del PSOE ha hecho que se dé un vuelco a la política española.
Sánchez cree que tiene un destino manifiesto, y lo tiene, pero no el que él piensa, su lugar no está en el olimpo de los políticos de casta, de los grandes estrategas, está en el vertedero de la historia.
Para más inri, están hablando desde la izquierda más sistémica de gran movilización ciudadana; sin embargo, y a pesar de fletar autobuses, apenas consiguieron juntar a 12.500 personas, lo cual es una cifra irrisoria teniendo en cuenta que han convocado con toda su capacidad los partidos del Gobierno y aquellos grupúsculos y sindicatos a su servicio.
El PSOE sabe que si Pedro Sánchez cae van a necesitar una refundación, que tendrán que volver al barro y luchar de forma desesperada por poder salir de él. No están dispuestos a permitirlo, y se defienden como gato panza arriba por su propia supervivencia. No les importa retorcer leyes, presionar a jueces y fiscales o realizar guerra sucia contra sus opositores políticos mientras se quejan de que usen sus propios métodos contra ellos.
No tienen escrúpulos, ya han regalado Navarra a los nacionalistas vascos y sus amigos de corte filoetarra. Ahora le llega el turno a Cataluña.
Sus socios, aunque en realidad son sus amos, aprietan la correa exigiendo lo imposible a cambio de garantizar que el Gobierno de Sánchez no caiga. Están dispuestos a vender a España con tal de seguir un poco más en el poder.
Con este cometido, sus perros de presa mediáticos se han recorrido todos los platós de televisión y radio exigiendo que se tomen medidas e incluso que se cierren todos los medios que difunden, en su opinión, bulos y mentiras; es decir, los que no apoyen al Gobierno de forma rastrera, los que no sigan a pie juntillas lo que dicta el pensamiento único del sistema.
Si esto ocurriera al revés, y esto lo dijera alguien que no pertenezca a la izquierda woke, dirían que es fascismo y que se persigue la libertad de expresión. Aplican de forma permanente una doble vara de medir; si les bien a ellos, todo está perfecto; si les viene mal, todo es fascismo. La hipocresía es una de las mejores armas del PSOE.
Hemos podido observar como una vicepresidenta del Gobierno vertía mentiras sobre la mujer de Feijóo para defender a su líder. Si hubiera sido al revés, se hablaría de machismo y fascismo. Son incapaces de afrontar un problema de una forma que no sea caer en el “y tú más”.
El nivel de la bancada del Gobierno no puede ser más bajo. Han decidido una huida hacia delante en vez de afrontar que en su partido hay una corrupción generalizada y estructural. Han hecho del tráfico de influencias una columna vertical de sus actividades.
Como nación no podemos permitir que sigan haciendo lo que quieran, este Gobierno debe caer, pero la alternancia con el PP no es la solución a nada. El problema que tenemos, en primer lugar, es el propio régimen del 78. Sin hacerlo caer y sin establecer un nuevo proceso constituyente que nos dote de las herramientas para poder solucionar los problemas que tiene España, no iremos a ninguna parte.
Seguirá el círculo vicioso de alternancia entre la izquierda y la derecha, los rojos y los azules, la Guerra Civil. La polarización y el falso relato seguirán ocultando los verdaderos problemas de los españoles, y todo seguirá atado y bien atado.
Con la partitocracia actual no hay cambio posible. Es necesario elevar la conciencia de la gente y que sean capaces de ver quiénes son los verdaderos enemigos.
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