Montaje con Macron, Von der Leyen, Juliana y Kamala Harris, posan frente a un fondo rosa con un diseño geométrico.
OPINIÓN

Hablamos del establishment ¡Cojones ya!

Ponle IRPF de nombre a tu hijo y no te pierdas las hojas parroquiales de la prensa: Hacienda somos todos

La escena es memorable, de un surrealismo hispánico en su modulación postfranquista. Fernando Arrabal, presuntamente cocido por sucesivos vasos de vino, sostiene que el milenarismo es la doctrina relativa a Milena, “la mujer de Kafka”. Pero se conoce que tiene entonces un arrebato de lucidez y suspende el discernimiento argumental. Pausa dramática; el cámara, magistral, sostiene el plano.

Hablamos de milenarismo... ¡Cojones ya!, dice de repente Arrabal, golpe en la mesa mediante, señalando el camino. A partir de ahí, todo son premoniciones. Arrabal, profeta de la minoría católica, fea y sentimental, advierte de que el milenarismo (i.e., Trump, Le Pen, Meloni, etc.) va a llegar. Si Fernando Sánchez Drago le hubiera dejado hablar, igual Arrabal nos habría adelantado y todo que los cordones sanitarios son una parida.

El problema de los tres cuerpos: Trump, Errejón y la inflación

Bueno, informe de daños: Donald y sus McNazi’s han arrasado, Podemos se confirma como un partido de vocación prostibularia, la izquierda soberanista catalana sigue sin entender el mito de Narciso y la prensa deviene hojas parroquiales por encargo. De fondo, un bombero francés llega antes a Valencia que los tercios:

Mientras tanto, los jóvenes no se pueden comprar ni un balcón, los pensionistas le piden a la orquesta del Titanic el Mambo nº5 y las élites han optado por las brujas posmodernas, que son los “fascistas”. La Thermomix: la nueva esvástica.

Asistimos, en fin, a las neurosis de la falta de comunidad, de la inflación y de la importación de safaris. La pérdida de poder adquisitivo y las pieles ajenas son dinamita política; entre sus escombros más destacados, la xenofilia y xenofobia. La madurez consiste en un tránsito progresivo entre tres preguntas y un bis: ¿Por qué?; ¿Qué esto?; ¿Esto quién lo paga?; ¿Por qué?

Más ventanillas

Por el momento, el establishment, un sistema homeostático de despachos, se ha inclinado por el autismo metodológico. Remitimos al lector a las páginas de El País y La Vanguardia (solo vale la pena si los redactores tienen más de 55 años; si no, es posible que sospechen qué es la depresión posmoderna y sean rehenes de la lucidez).

Lo que, en resumen, vienen a pedir los Enric Juliana de la vida es más Tocqueville, que a tu hijo le pongas IRPF de nombre y menos conciencia moral. O sea, menos comunidad. Citamos al francés (ese era el coco de verdad, no Marx):

«El soberano extiende sus brazos sobre la sociedad entera y cubre su superficie con un enjambre de pequeñas reglas complicadas, minuciosas y uniformes, a través de las cuales las mentes más originales y las almas más vigorosas no pueden abrirse paso para sobrepasar la multitud. No destruye las voluntades, sino que las ablanda, las doblega y las dirige. Raramente fuerza a obrar, pero se opone constantemente a que se actúe. No destruye, pero impide hacer. No tiraniza, pero molesta, reprime, debilita, extingue, embrutece y reduce en fin cada nación a no ser más que un rebaño de animales tímidos e industriosos».

No me interrumpa, Sr. Bonaparte

Solo con este percal se podía producir nuestra sobrerreacción neurótica contra las almas vigorosas, tipo Trump o Meloni. Por no hablar de la incomprensión jurásica que nos despiertan Putin o el chino. En términos políticos, a un occidental, los liderazgos de estos dos pájaros le suponen un enigma intelectual al nivel de la conjetura de Goldbach. Rufián con una camiseta, diciéndole a Napoleón que si no le da vergüenza la batalla de Austerlitz.

Y como la naturaleza no pega saltos porque es una sinfonía racional, hay una contrarreacción de la sobrerreacción. Y así tienes a un ejército de chavales, que nadan en la piscifactoría de Eloncio Musk, que lo flipan con las autocracias. Es pintoresco: la admiración a Putin es directamente proporcional a los polvos de talco del confort.

Por lo demás, los milagros a Lourdes. Más allá del morbo, no quiero que se caiga todo esto. Los tránsitos violentos son la romería del terror, aunque no es menos cierto que la historia los da por descontado. Y si no pasa nada, pues nos quedamos como estamos, haciendo rafting de salón. La socialdemocracia vista sub specie aeternitatis.

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