Guerra civil en ERC: una apreciación
Si lo de ERC fuera una guerra civil de verdad, al menos habría muertos en los dos bandos
De los productores de grandes éxitos de taquilla como Godzilla vs. Kong y Alien vs. Predator, llega el estreno del verano: Oriol vs. Rovira, choque de trenes en el corazón del Cretinismo Procesista.
Los elementos resultan prometedores, vistas las características cómicas de ambos bandos.
- Por una parte, el llamado “jonquerismo”, que consiste en una mezcla de vida pastoral, miradas sonambulares y monsergas infinitas
- Por otra parte, el llamado “rovirismo”, que consiste en una mezcla de vida llorosa, miradas sonambulares y monsergas infinitas.
Gane quien gane, el problema lo tendrá Salvador Illa, que verá como su idea de producir una legislatura soporífera chocará con el habitual ambiente circense de sus aliados procesistas. Cualquier persona de bien, puestos a escoger entre tener reuniones constantes con el Mossén Infinito o la Bleda Infinita, escoge una eutanasia indolora y rápida. Si le sumamos que la tercera pata de la ecuación, los Comuns, solo se dedican a aplaudir como focas amaestradas, a engordar como focas amaestradas y a zarpar en flotillas absurdas rumbo a cualquier parte, la diversión está asegurada.
En la oposición solo quedarán dos grupos: los del otro lado del “cordón sanitario”, es decir, la malvada derecha, y las cheerleaders de Waterloo, qué suficiente tienen con intentar adivinar si Puigdemont va a aparecer de repente en la cima del Tibidabo para dar un discurso de cinco minutos y luego ascender a los cielos entre coros de ángeles entonando “L'estaca”. No es la muerte del parlamentarismo, sino su transformación en ópera bufa.
Mientras tanto, por supuesto, el país va haciendo aguas por todas partes. Los jóvenes cobrando sueldos de miseria dickensiana, los hoteles abarrotados por los usuarios de Pateras S.A., los barrios convertidos en mataderos Hallal, el 324 informando sobre cangrejos transgéneros, etc. Pero hay que estar alegres: al menos no gobierna la extrema derecha.
Si lo de ERC fuera una guerra civil de verdad, al menos habría muertos en los dos bandos, lo cual supondría una saludable suelta de lastre. Porque, por ejemplo, si el ex-conseller Elena (el hombre de los macarrones bolognesa) ya no hacía nada cuando estaba en el cargo, podemos imaginar que en la oposición alcanzará un grado de pasividad inercial, ya no propio del reino vegetal, sino del mineral. ¿O es que alguien piensa que en esta supuesta “renovación” algún cargo va a volver a la vida civil para intentar ganarse la vida honradamente?
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