El grave error de la izquierda catalana con la gestión de la inmigración
Solo el PSC tiene previsión de dar respuesta al debate ciudadano, mientras que ERC, los Comuns y la CUP siguen mirando hacia otro lado y no rectifican ni una coma
El 2024 político ha empezado con fuerza en Cataluña. Probablemente, se deben recuperar las horas y los días perdidos esperando el pacto en el Congreso y el reparto de grupos, cargos y asesores. Una vez superada esta etapa, los partidos catalanes se han topado con la realidad y con una problemática que muchos no esperaban: la seguridad y la gestión de la inmigración. Cuidado, abrir ese melón es deporte de riesgo en Cataluña: a uno le tildan de extrema derecha con tanta facilidad como goles encaja el Barça en los primeros minutos.
Lo cierto es que todas las formaciones se han visto obligadas a mojarse y opinar tras la irrupción de Sílvia Orriols en la política catalana. Lo ha hecho Junts, obligado por sus alcaldes y, probablemente, por los sondeos que maneja. Los de Puigdemont -que no él, que sigue callado en este tema- han pedido la gestión de las competencias de inmigración para poder expulsar a aquellos delincuentes reincidentes. No queda clara su postura con lo sucedido en Ripoll y el padrón o con la acogida de 10 menores inmigrantes al día este 2024, pero por lo menos han asumido parte de las demandas de sus votantes.
Y a la izquierda de Junts -que aún no sabemos si es de centro, socialdemócrata o liberal- tan solo el PSC se ha movido un poco. Ya hace semanas que Salvador Illa habla de seguridad para obviar la palabra inmigración. Los socialistas catalanes centran su relato en la policía, y hasta han cuestionado "el buenismo imperante" del Govern Aragonès. "Nos equivocamos si minimizamos estos hechos, si no llamamos a las cosas por su nombre y, aún peor, si escondemos la cabeza bajo el ala", afirmaba Illa tras los altercados en Molins de Rei en octubre.
La otra izquierda sigue sin moverse
ERC, los Comuns y la CUP siguen, sin embargo, sin entender que algo ha cambiado en Cataluña. Es evidente que no pueden ni deben asumir las tesis de Aliança Catalana o Vox en esta materia, pero no pueden hacer como si nada estuviese pasando. Lo dicen los datos, lo están manifestando los ciudadanos en redes y en sus círculos y está sucediendo en toda Europa. Hay una preocupación creciente de los catalanes por la inseguridad y la gestión de la inmigración. Mientras tanto, el Govern de ERC no solo lo niega, sino que menosprecia y ataca a quien lo denuncia.
Estas tres formaciones no entienden que no es una cuestión de ideología, sino de sentido común. Uno no espera que la izquierda catalana asuma un discurso que no es el suyo, pero quizás sería bueno entender que solo se puede defender la acogida si realmente hay políticas de integración. Que Cataluña no puede superar los 8 millones sin saber cómo integrar a los que llegan y cómo reforzar el sistema público. Por lo menos, Esquerra, los Comuns y la CUP podrían asumir que este debate es necesario.
De momento están haciendo todo lo contrario. Acusan a quién pone el debate encima de la mesa de "extrema derecha" mientras se muestran preocupados por la poca conexión de las ideas que defienden con la gente joven. ¿Y qué esperan? Están regalando el debate de la seguridad, de la acogida y de la convivencia a las otras formaciones.
Un veterano -que no mayor- político catalán defiende que todos los movimientos políticos llegan unos diez años tarde a España y que siempre empiezan por Cataluña. Las encuestas para las europeas de junio señalan que la nueva derecha (que no el Partido Popular Europeo), podría superar los 200 escaños, mientras que los socialdemócratas (donde está el PSOE), se quedaría con 131. El trasvase de votos y la derechización en Europa se explica en gran parte porque la izquierda tradicional no ha sabido dar respuesta a los problemas, como la gestión de la inmigración.
La izquierda catalana haría bien de no demonizar a Sílvia Orriols y empezar a explorar cómo dar respuesta al debate existente en las calles. De lo contrario, les pasará un tsunami por encima, como ha sucedido en casi toda Europa.
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