Una persona en silueta con expresión de preocupación frente a un edificio alto sobre un fondo rosa.
OPINIÓN

La generación maltratada

Estamos pagando la fiesta a todo el mundo mientras a nosotros cada vez se nos hace más difícil pensar en una vida digna

Este pasado sábado, al levantarme, me encontré en las redes sociales con una noticia que me indignó. Aunque sigo el día a día del Gobierno de España, reconozco que, en este caso concreto, el tema se me había pasado por alto.

Y si se me había pasado a mí, que recibo cada día decenas de mensajes, documentos, informaciones e inputs de lo que planea el poder ejecutivo, imaginen el grado de conocimiento de la noticia que tenían mis amigos o mis hermanas. Los de la generación de los 80 y 90.

Balcón con el cartel de Se Alquila en Barcelona

La cuestión está en que a partir del año que viene, el Gobierno de España incluirá un nuevo 'impuesto solidario', el nombre por sí solo ya hace enfadar, para ayudar al sostenimiento de las pensiones. El nuevo gravamen, que va del 0,92% al 10% de los sueldos superiores a los 59.000, será de obligado cumplimiento.

Por lo que de solidario tiene poco. Muy poco. El Gobierno español, el mismo que ha decidido romper el bote común para permitir que la Generalitat tenga la llave de la caja, a cambio de que Pedro Sánchez siga un tiempo más en el Palacio de la Moncloa, considera rico a todo aquel que gane más de 59.000 euros anuales. Unos 3.400 euros mensuales.

Siempre he sido defensor de que hay que pagar impuestos. Y que más aporte, quien más cobre. Pero hasta un punto. Y creo que ya se están pasando de la raya. Primero, porque las pensiones siempre se han sostenido por sí solas. Hasta que alguien decidió tocar las cosas.

Y, en segundo lugar, porque al final, con este tipo de decisiones, robando a quienes con esfuerzo, formación y horas de trabajo logran tener un sueldo digno que les permite vivir la vida que soñaban, se fomenta la ley del mínimo esfuerzo. Si, cuando todo está limpio, uno termina cobrando solo 300 euros más que quien trabaja ocho horas justas, pues todos a hacer lo mismo.

Mano de una niña escribiendo en una libreta

La nuestra, la generación de los 80 y 90, somos la generación más formada. A la que nos dijeron que estudiáramos —con el esfuerzo que eso ha supuesto para nuestros padres y para nuestra propia salud física y mental, compaginando estudios y trabajos precarios en muchos casos—.

Siguiendo sus consejos, nos dijeron que nos comeríamos el mundo. Y lo cierto es que el mundo nos está comiendo a nosotros. Los sueldos en España, comparativamente con otros países cercanos, son ridículos. Nuestra generación no ha tenido billetes de tren, ni inter raíl gratuito, ni ayudas para disfrutar de la cultura o comprar videojuegos. Y si hacemos caso a los expertos, puede que ni tengamos pensión.

Pero estamos pagando la subvención de los viajes de verano y las entradas a festivales a nuestros sobrinos y ahora también pagaremos las pensiones de nuestros abuelos y padres —mientras ellos pueden disfrutar, a veces con sueldos que triplican los nuestros, de precios más bajos en el transporte público o en los viajes del Imserso—.

Taquillas de venta de tickets de metro en Barcelona

Llegamos muy tarde o demasiado pronto. No lo sé. Pero estamos pagando la fiesta a todo el mundo mientras a nosotros cada vez se nos hace más difícil pensar en un proyecto personal de futuro. En poder formar una familia. En tener una vivienda propia que nos evite, a los 35 años, vernos obligados a seguir compartiendo piso con cuatro personas más para quedarnos con un 40 o 50% del sueldo neto mensual para sobrevivir.

La palabra ahorro, imprescindible para todo lo anterior, ya ni la menciono. Ha dejado de formar parte del vocabulario de nuestra generación. No pedimos tanto. Solo pedimos vivir como cualquier persona ha soñado vivir. Y se ha esforzado por conseguirlo. Siendo solidarios, sí, pero no tontos.

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